INTRODUCCIÓN
Tal vez esta disertación pueda parecer un atrevimiento ya que
no provenimos del campo de la Geografía, sino del de la Historia de la Iglesia.
Una historia eclesial que, leída desde la Fe y sin descuidar los aspectos
que la acreditan como Ciencia, en nuestro caso apunta a la adquisición de
una sensibilidad histórica en el campo pastoral
La inculturación del Evangelio, en un pueblo, implica de parte
del pastor un conocimiento amoroso del mismo, de su evolución, de su cultura,
de su geografía.
Juan Pablo II ha señalado en la “Pastores Dabo Vobis” que “...
la teología pastoral o práctica es una reflexión científica sobre la iglesia
en su vida diaria, con la fuerza del espíritu, a través de la historia “,
“... no es solamente un arte o una técnica, sino que posee una categoría teológica
plena ya que “recibe de la Fe los principios y criterios de la acción pastoral
de la Iglesia en la historia” y entre sus principios y criterios se encuentra
el discernimiento evangélico sobre la situación socio cultural (nº 57).
Y quien esto enseña ha demostrado tener una especial sensibilidad
histórico pastoral, lo cual se pone de manifiesto en decenas de homilías,
entre las que se destacan las pronunciadas durante sus viajes a su tierra
natal y en esta sensibilidad especial, ocupa un lugar fundamental el marco
geográfico.
Así se expresaba con motivo
de su visita a Wadowice, a su Parroquia natal: “Sabemos lo importante que
son los primeros años de su vida de la infancia, de la adolescencia, para
el desarrollo de la personalidad humana del carácter. Precisamente estos años
me unen indisolublemente a Wadowice, a la ciudad y a sus alrededores. Al río
Skawa, a las cadenas de los Beskidy “.
En virtud de lo precedente, consideramos que es imposible un estudio correcto
de la vivencia religiosa si no tenemos en cuenta el espacio en el que se desarrolla.
Por esta razón precisábamos en nuestro trabajo “Orientaciones y sugerencias
para la investigación sobre las comunidades católicas en pueblos y barrios
de la arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz y datación de sus orígenes”:
“En orden a que la investigación sea fructífera es necesario entonces enmarcar
la historia de la comunidad cristiana en el marco social y eclesiástico en
que se haya inserta, evitando caer así en ese “parroquialismo” que tanto ha
limitado los horizontes de los creyentes.
Se impone
así un estudio de los aspectos geográficos y poblacionales de la comunidad
en la cual se ha desarrollado, en orden a descubrir las influencias que la
sociedad y el hábitat natural han tenido en la vida parroquial y viceversa.
En el
aspecto histórico es importante determinar la fecha de fundación de la población
o datos significativos para la identidad del barrio, las fuerzas sociales
que influyeron en dicho proceso y la evolución que siguieron las mismas las
instituciones políticas y las asociaciones culturales y sociales.
Tocante
a la geografía se recuerda que, en el caso de las parroquias rurales, tienen
su sede en una población de mediana importancia y desde allí se extiende la
acción pastoral hacia las colonias vecinas.
Así
será necesario un mapa que incluya la sede parroquial y las colonias o pueblos
que de ella dependan; o varios, según las transformaciones que puedan haberse
dado (división de parroquia o ampliación de jurisdicción, etc.), los cursos
de agua que la surcan, los ferrocarriles y caminos principales y secundarios
que la atraviesan, las distancias entre la sede parroquial y las colonias
dependientes y la sede parroquial a la sede diocesana, como así también otros
lugares ocasionales de culto (capillas particulares, ermitas, etc.).
En el
caso de las urbanas, lo geográfico presenta algunas características peculiares
ya que, lo más importante a considerar, no son tanto los accidentes que puedan
facilitar o perjudicar la atención pastoral, sino el fenómeno urbanístico.
Se impone aquí la elaboración de planos generales de la ciudad en los que
se pueda ubicar el sector que se quiere estudiar, como el sector en particular,
ya en la evolución que ha tenido internamente, ya en la dependencia respecto
a otros sectores más antiguos. Por cierto aquí tampoco deben faltar el trazado
de vías férreas y avenidas que muchas veces en vez de comunicar, incomunican
a sectores enteros de un mismo barrio, las instituciones sociales que existen
y la tipificación sociológica de los diversos sectores poblacionales que se
asientan en la jurisdicción parroquial.
Visto
esto es necesario penetrar en los aspectos que hacen a la vida de la parroquia
y justifican su existencia como comunidad de fe, culto y caridad y signo de
la presencia del Señor y de la Iglesia en la historia de los hombres y de
los pueblos”.
I.
ESPACIOS,
PROTAGONISTAS Y ESTRUCTURAS
El territorio de nuestra provincia, Santa Fe, abarca parte de lo que
geográficamente se denomina llanura chaco pampeana. Se trata de una llanura
de vastas proporciones, que si bien posee dos denominaciones diferentes, sin
embargo no es más que una sola unidad estructural en la que la distinción
la producen la variación climática, el tipo de vegetación, los suelos y la
especial apropiación que el hombre hace del paisaje.
Así
encontramos con el “Gran Chaco” que comenzaba algunas leguas al norte de la
tierra de los Quiloazas, atravesada por el río Salado, brazo San Javier y
el Arroyo Rey -entre los más importantes- y en el cual se entremezclan una
profusa vegetación arbórea de gran porte y altos pastizales.
Hacia
el sur y hacia el oeste de la actual ciudad de Santa Fe, nos encontramos con
la “pampa” o “pampa húmeda”, extensa planicie de clima templado, de buenos
pastos y escasos árboles, atravesada por varios ríos y arroyos como el Carcarañá, Ludueña, Pavón y del Medio, entre otros, y es escenario principal del proceso
inmigratorio y colonizador.
Junto
a esta somera descripción, no se puede obviar una breve referencia a la región
ribereña aquello que, al decir de Felipe Cervera no es llanura ni Chaco, constituida
por la zona de islas situadas sobre el Paraná y una pequeña franja de tierra
que se conoce como albardón ribereño y que tuvo una importancia fundamental
a partir de la ocupación territorial por parte de españoles y criollos entre
los siglos XVI y XVIII.
Al fundarse
la colonia “Esperanza” en el año 1856, el gobierno de la provincia de Santa
Fe ejercía su dominio sobre menos del 10% de su territorio, en tanto su población
no alcanzaba a los 40.000 habitantes.
Los
centros urbanos de cierta importancia se reducían a tres (Santa Fe, Rosario
y Coronda), más algunas villas como San José del Rincón, a lo que habría que
sumarle las reducciones que comenzaban a restaurarse y se situaban en lo que
entonces era la frontera norte de Santa Fe.
Políticamente
la provincia se dividía en cuatro departamentos: Santa Fe o La Capital, Rosario,
Coronda y San José y sus habitantes se dedicaban a la ganadería, la función
pública, o la milicia. Cuatro décadas después, aquella Santa Fe ya no existía
y así en 1895, época del II Censo Nacional de la República Argentina, el gobierno
santafesino ejercía un dominio real sobre los 397.188 habitantes. Para entonces,
la provincia había sido dividida políticamente en dieciocho departamentos,
y sus habitantes estaban distribuidos en 260 centros de población (antiguas
ciudades, pueblos, colonias o establecimientos agrícolas), dedicándose en
su mayor parte a la agricultura, el comercio o el transporte ferroviario o
actividades convexas.
El
fenómeno inmigratorio y la transformación santafesina
La transformación
radical vivida por nuestra provincia implicó un cambio cultural originado,
no sólo en las nuevas concepciones políticas y de la organización del trabajo
de la clase dirigente, sino en el sujeto humano que llevó adelante dicha transformación:
el inmigrante. Como señalaba Florencio Molinas, Comisario de Inmigración,
en el año 1898, “... desde que se inició la verdadera corriente inmigratoria
a la República, Santa Fe ha sido siempre el punto de mayor atracción para
esa corriente... ”
Tímida
en sus comienzos y en el marco de la denominada colonización oficial o
artificial, a partir de 1870, como inmigración espontánea, se volverá
imparable, y así miles de extranjeros se desparramarán sobre toda la provincia
ocupando los campos desiertos o afincándose en los pequeños centros de población,
los cuales en 1872 llegaban a 72 y en 1887 superaban los 190. Numerosos en
proporción los suizos, al comienzo del proceso inmigratorio irán cediendo
su lugar a los italianos y a los españoles. Para el año 1887, los extranjeros
alcanzan el 38,2 % de la población de la provincia, siendo mayoría entre ellos
los italianos, consignando al respecto Gabriel Carrasco: “La inmigración
italiana predomina de un modo extraordinario, formando por sí sola el 70%
del total, y siguen en orden decreciente los franceses, españoles, suizos
y alemanes.” La mayoría de estos inmigrantes darán origen a decenas de
colonias en diversos puntos de la provincia, como Cavour (1860), Las Tunas
(1865), Frank (1867), Matilde (1874), Santa Teresa (1875), al igual que Nuevo
Torino y Susana (1881), Saguier (1889), Rey Humberto y Reina Margarita (1884)
y Avellaneda (1879), por no citar sino algunas. No pocos inmigrantes de origen
italiano, como así también de origen español, se afincarán en los centros
urbanos, especialmente en Rosario, donde darán una fisonomía particular a
la ciudad del sur.
La presencia
de tan numerosas gentes, que en el año 1895 llegan a 166.487, frente a 230.701
de origen argentino, aunque a éstos habría que restarles los hijos de inmigrantes,
quienes en la primera generación no se distinguen para nada de sus padres,
originará el surgimiento de centenares de los pueblos, como de la noche a
la mañana.
En el
año 1887 señalaba Gabriel Carrasco: “¿Cómo se han formado esos 90 pueblos?
¿Y cómo es que en este plano (señalando el de Santa Fe de 1886) cuya fecha
es moderna, faltan sin embargo 15 ó 20 pueblos que ya existen? ” [...] “Se
han formado de una manera muy sencilla.” “Un día señores, se anuncia, por
ejemplo que el ferrocarril de Rosario a Sunchales va a pasar por tal o cual
punto; el dueño de aquel terreno empieza por declarar colonia el sitio o paraje
donde pone una fonda, que ha de proveer alimento a los trabajadores.” “Inmediatamente
la noticia circula.” “Todos los colonos de los alrededores empiezan a llevar
allí sus trigos, sus cereales de todo género.” “Se forma ya un pequeño núcleo;
al poco tiempo llega el herrero infaltable porque tiene trabajo; llega el
carpintero que va a hacer las puertas de las casas, y llegan cientos de hombres
que empiezan a cavar la tierra y pisarla para hacer ladrillos”. ”A la primera
población, que es de carpas, sucede la segunda, que es de hornos de ladrillos,
llegan carros con madera, si no hay allí cerca, y con zinc; se levantan sobre
cuatro postes las chapas de zinc, y ya están las casas donde se ponen los
primeros establecimientos mercantiles.” “Quien quince días antes hubiera pasado
por aquel territorio, se encontraría asombrado al ver una población formada...”.
Hasta el año 1887, este proceso será desordenado y dejado
en manos de los particulares, limitándose el Gobierno a aprobar el trazado
del pueblo o colonia, pero a partir de ese momento se legisla que los fundadores
de la colonia, si quieren ser exceptuados de la contribución directa, deben
entre otros, “... destinar en cada centro de la población los terrenos
necesarios a juicio del poder Ejecutivo para templo, escuela, juzgado de paz,
hospitales, lazaretos y plazas públicas”.
Situación de la Iglesia en Santa Fe en
la segunda mitad del siglo pasado
Al comenzar
el proceso de colonización, la provincia de Santa Fe dependía eclesiásticamente
del Obispado de Buenos Aires, circunscripción que se encontraba en estado
calamitoso, lo cual se agravaba por las largas distancias que separaban a
la sede episcopal de los curatos y a éstos entre sí.
Para
esta época, Santa Fe contaba con tres parroquias, erigidas durante el período
hispánico, siendo la más antigua la de Santa Fe (1573), siguiéndole Rosario
(1730) y la de Coronda (1749), que era la más reciente. De este modo, a fines
del siglo XVIII, habían quedado delineadas las jurisdicciones parroquiales
de Santa Fe, las que a pesar de algunos intentos de erigir curatos en diversas
épocas y puntos de la provincia, se mantendrían inalterables hasta el año
1858.
En el
año 1856, el entonces delegado eclesiástico de la provincia de Santa Fe, Pbro.
José María Gelabert y Crespo, después de haber recorrido parte del curato
de Rosario, se dirige al gobierno de Santa Fe para solicitar la construcción
de dos templo y su provisión con sacerdotes “... que las administren, autorizados
plenamente para ejercer las funciones de Cura, cual si invistiesen el carácter
de tales...”. Los lugares más adecuados o necesarios para estas erecciones
serían Cerillos, San José de la Esquina y Pueblo San Lorenzo. Y en nota similar
del año siguiente señala como lugares factibles de nuevo la Esquina, agregando
Puerto Piedras, que funcionarían como parroquias.
En el
año 1858, Mons. Marino Marini, delegado apostólico, expide un decreto por
el cual se declara constituido el Vicariato Apostólico Paranaense que, junto
con Entre Ríos y Corrientes, integrará Santa Fe; y al año siguiente, el Papa
Pío IX expide la “Vel a Primis”, bula por la cual el vicariato es erigido
en diócesis del Litoral. Poco después de la creación del Vicariato Apostólico,
el gobierno provincial, a cargo del brigadier Juan Pablo López, comunica a
Mons. Vidal “... el vivo interés de los vecinos o habitantes de las villas
de San Lorenzo y de la Constitución (Las Piedras) de que ambos distritos se
desmembren del Curato de la ciudad de Rosario a que pertenecen y se erijan
en curatos separados haciendo tres del uno que los reúne”.
El vicario
apostólico accede a este pedido, erigiendo ambos curatos, los que tendrán
como límites en el caso de San Lorenzo, al norte el río Carcarañá, al sur
el arroyo Ludueña, al este el río Paraná y al oeste la provincia de Córdoba;
en tanto el de Villa Constitución por el Norte, al arroyo Pavón, por el este,
al río Paraná, y por el sur, el arroyo del Medio, o como señala el periódico
“La Confederación”: “...toda la parte poblada entre los Arroyos del Medio
y Pavón ”.
Junto
a estas parroquias existían algunas reducciones indígenas, que tras un período
de decadencia, debido a la expulsión de los jesuitas primero y a las guerras
de la independencia luego, habían comenzado a restaurarse al mismo tiempo
que se creaban otras nuevas. De estas reducciones, la que tendrá un rol protagónico
en la atención pastoral de los inmigrantes será la de San Jerónimo del Sauce,
fundada en 1824 durante la gestión del brigadier Estanislao López y puesta
al cuidado de los padres franciscanos del convento de San Carlos en San Lorenzo.
Décadas más tarde, se agregarán a esta labor, aunque no era su función específica,
las situadas en el Chaco santafesino.
Finalmente,
no puede dejarse de hacer referencia al citado convento de San Carlos en San
Lorenzo, cuyos frailes recorrían toda la provincia supliendo a los curas o
administrando los sacramentos para los que estaban autorizados.
En nota
al ministro general de la provincia de Santa Fe, Dr. Juan F Seguí, el padre
Guardián manifiesta en 1857 que solo podrá enviar un sacerdote a la Esquina
“... porque siendo tanta la necesidad de sacerdotes en toda la provincia,
y tan repetidas las peticiones para varios puntos de ella, no se pueden ocupar
dos en un solo lugar quedando otros en absoluto desamparo”. Asimismo,
señala que si quedan pocos frailes en el convento “... es cosa imposible
poder dar cumplimiento a las confesiones, por concurrir aquí en tiempo de
Semana Santa más gente a confesarse que en toda la provincia junta”. Concluye
el Padre Guardián sosteniendo que lo indicado respecto a San José de la Esquina
“... lo cree extensivo a los demás puntos de esta provincia no menos que
a este colegio de donde se atiende a todas partes, y con preferencia a las
confesiones de campo que son tan frecuentes ”.
A pesar
de los cambios producidos en la estructura demográfica y poblacional a la
que hemos hecho referencia y de que se erijan decenas de centros de culto
y capellanías, de lo que ya hablaremos, las jurisdicciones parroquiales permanecerán
inalterables.
Recién
en al año1887, Mons. Gelabert y Crespo erige una nueva parroquia, la de Santo
Tomé, en el antiguo “Paso” que permitía el ingreso a la capital provincial.
El obispo, que se sentía profundamente ligado a esta villa y en la cual pasará
los últimos días de su existencia, le adjudicará una jurisdicción que por
el sur llegaba hasta el Arroyo de los Padres.
En el
año 1888, en Rosario, que para entonces superaba los 50.000 habitantes por
el flujo de extranjeros, Mons. Gelabert y Crespo erige la parroquia de Santa
Rosa, sobre la base de la capilla que desde 1863 atendían los padres franciscanos
de San Lorenzo en los extramuros de la ciudad, la que a partir de entonces
quedará a cargo del clero secular.
Al año
siguiente, por similares razones es erigida la parroquia del Carmen en la
ciudad de Santa Fe, cuyo primer párroco fue el Pbro. Gregorio Romero y tenía
jurisdicción sobre la zona norte de la ciudad, hasta las actuales Guadalupe
y Recreo, y se la consideraba parroquia de los “gringos”. Esta será la última
parroquia erigida por Mons. Gelabert y Crespo, a pesar de que en el año 1888
era consciente de que el crecimiento de la población exigía nuevas parroquias,
al punto de escribir al ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública
de la Nación que “... el rápido movimiento de la población de estas provincias(...)
reclama continuamente la división de las antiguas parroquias, ya demasiado
pobladas, y la erección de nuevos curatos”. En la zona de colonias no
se erigió ninguna parroquia a pesar de la confusión que existe al respecto,
aunque en algunos sitios como Rafaela, Cañada de Gómez o Pilar, se consideraba
que poseían dicho rango.
Al respecto
informaba el capellán, Pbro. Gabriel Gardois, a una consulta que en 1898 realiza
la nueva Curia de Santa Fe, donde a nuestro juicio se despeja toda duda en
cuanto a la creación de parroquias en el interior provincial:
“Aunque no
lo hayan escrito, supongo que Pilar es, como las demás colonias, Capilla independiente
de toda parroquia, si bien el primer Libro del Bautismo y el sello de dogma
dice: parroquiales (creo erróneamente), lo positivo es que no hay constancia
de que pertenezca a parroquia alguna ”.
Hecha
esta salvedad, debemos señalar que desde estos curatos se intentará llevar
adelante la atención espiritual de los nuevos centros de población, destacándose
en este esfuerzo las parroquias de Rosario, Coronda y San Lorenzo, peor al
correr los años y afianzarse dichos centros, pasarán a constituirse en capellanías
junto a otras que surgirán al margen de las antiguas estructuras eclesiásticas,
como sucedió en la región oeste (Departamento Castellanos, San Martín, Belgrano
y San Cristóbal).
Una
nueva sociedad
El censo
de 1895 nos muestra una provincia en la cual, a la par que se han ocupado
la mayoría de las tierras cultivables, se consolida la tendencia a la urbanización.
Las cifras al respecto son elocuentes:
Población
total |
Población urbana |
Población rural |
397.118 habitantes |
196.269 habitantes |
200.919 habitantes |
Por
cierto, que la población urbana tiende a concentrarse en los dos centros importantes,
que son Santa Fe y Rosario, alcanzando esta última una densidad de 58 habitantes
por Km2, aunque paralelamente crecen otras poblaciones, algunas
de las que figuraban en el censo de 1887 y que ahora, por su ubicación estratégica,
han desplazado a pueblos tradicionales o colonias más antiguas, como se puede
observar en el siguiente cuadro:
Año 1887 |
Año 1895 |
Pueblo o colonia |
Hab. |
Pueblo o colonia |
Hab. |
Esperanza |
2.652 |
Casilda |
4.241 |
Cañada de Gómez |
2.365 |
Cañada de Gómez |
3.786 |
Coronda |
2.255 |
Esperanza |
2.649 |
San Lorenzo |
1.852 |
Rafaela |
2.208 |
Casilda |
1.745 |
Gálvez |
1.957 |
San Carlos |
1.908 |
Reconquista |
1.906 |
Reconquista |
1.499 |
San Lorenzo |
1.906 |
Villa Ocampo |
1.457 |
Villa Constitución |
1.843 |
Carcarañá |
1.081 |
Coronda |
1.743 |
Helvecia |
1.072 |
San Carlos |
1.657 |
Jesús María(Timbúes) |
980 |
Jobson(Vera) |
1.140 |
San José de la Esquina |
925 |
Las Rosas |
1.094 |
El próximo
cuadro, que transcribimos del censo de 1895, permite apreciar la distribución
de la población urbana y rural en cada departamento, pudiéndose notar en algunos
como Las Colonias, Castellanos, Gral. López, que tienen una población que
supera los 2.000 habitantes, pero con mayoría rural; Rosario y La Capital
son los más poblados con mayoría urbana y otros, como Vera y San Javier, con
baja población, o Reconquista, que entonces tenía una densidad de 0,9 habitantes
por km2.
Departamento |
Población |
Urbana |
Rural |
Total |
Belgrano |
3.052 |
6.541 |
9.593 |
Caseros |
7.689 |
8.679 |
16.368 |
Castellanos |
8.596 |
21.194 |
29.790 |
Las Colonias |
10.514 |
24.023 |
34.573 |
Constitución |
3.947 |
12.665 |
16.369 |
Garay |
2.410 |
5.524 |
7.934 |
Iriondo |
6.172 |
9.510 |
15.682 |
Gral. López |
5.854 |
14.780 |
20.634 |
Reconquista |
3.553 |
8.675 |
1.228 |
Rosario |
94.025 |
13.934 |
107.959 |
San Cristóbal |
3.888 |
8.374 |
12.262 |
San Gerónimo |
7.460 |
14.176 |
21.636 |
San Javier |
1.878 |
3.381 |
5.259 |
San Justo |
1.118 |
7.853 |
8.971 |
San Lorenzo |
6.400 |
8.771 |
15.171 |
San Martín |
2.591 |
17.586 |
20.177 |
La Capital |
24.755 |
10.661 |
35.416 |
Vera |
2.340 |
4.592 |
6.932 |
En al
ámbito rural se desarrollaban con mayor o menor éxito más de dos centenares
de colonias, campos colonizados y establecimientos agrícolo-ganaderos que
habían transformado a nuestra provincia en una de las más importantes productoras
de cereales, pasturas y ganados.
Ligados
a la explotación triguera, existían más de 70 molinos harineros que molían
miles de toneladas semanalmente y brindaban trabajo a los vecinos de las pequeñas
poblaciones que comenzaban a afianzarse. La explotación forestal, que estaba
en sus inicios y se basaba fundamentalmente en el quebracho colorado, ocupaba a unos 5.000 trabajadores distribuidos en unos 160 obrajes.
Las
industrias, radicadas especialmente en Rosario, alcanzaban el número de 2.678
establecimientos, con unos 16.000 operarios, muchos de los cuales vivían en
condiciones deplorables y daban origen a la llamada “cuestión obrera”.
Hacia
el año 1900, el panorama santafesino no distaba demasiado de lo anterior y
seguía su firme crecimiento, aunque algunas pequeñas colonias ya comenzaban
su declinación definitiva.
Recorriendo
los departamentos, se puede apreciar realidades disímiles, algunas coyunturales
y otras que los determinan para siempre. En el caso de Las Colonias, su población
se calcula en 40.000 habitantes, destacándose la ciudad de Esperanza como
cabecera, con 8.000 y algunas industrias que responden a las necesidades de
la zona. En importancia sigue San Carlos, con sus tres centros de población
que albergan unos 5.000 y Pilar con 2.300 y el ferrocarril que la une a Córdoba
y Rafaela. Humboldt y San Jerónimo Norte se aproximan a los 1.500 habitantes
y el resto de las colonias no superan los 600. El departamento San Justo tiene
para esa época un solo centro de importancia que es la capital del mismo,
con 1.000. La población se aproxima a los 10.000 habitantes, distribuida en
pueblos de poca importancia, colonias y establecimientos rurales, y dedicada
fundamentalmente a la ganadería ya que la agricultura pasa por momentos difíciles.
Garay, sobre la costa, alcanza a los 8.800, con una agricultura de poca importancia
y carente del ferrocarril que atraviesa el anterior. Su comunicación es por
el río y su capital- Santa Rosa- ha abandonado todo vestigio de ranchada
y, en su lugar, se han construido edificios de buen porte.
Hacia
el norte, San Javier ha crecido poco (6.000 habitantes) debido a la escasa
inmigración. La sede departamental tiene 1.200. También este departamento
carece de ferrocarril, la agricultura es pobre y la riqueza se asienta en
la ganadería desarrollada en las grandes estancias. Distinto es el caso de
Reconquista, donde la población ronda los 15.000 habitantes, aumentada por
la presencia de extranjeros y de correntinos que vienen a trabajar a los obrajes.
El ferrocarril permite la comunicación entre los pueblos y la salida de la
producción de los ingenios azucareros. También en esta zona es importante
la explotación ganadera.
En lo
que toca a Vera, el aumento de la población se ve favorecida por la presencia
de hacheros correntinos. Calchaquí cobra importancia y hacia el norte se desarrollará
la Forestal, que ocupará un vasto territorio, al que ordenará urbanística
y laboralmente según sus propios criterios. La explotación forestal será el
centro de la actividad económica de este departamento. San Cristóbal, que
hasta 1890 es prácticamente un desierto, cuenta una década después con 14000
habitantes, siendo importante para el desarrollo del mismo la presencia del
ferrocarril aunque buena parte de la población se dedicará a la agricultura
y a la ganadería. Castellanos asciende a los 35.000 habitantes debido a la
atracción que ejercen algunos de sus centros, como por ejemplo Rafaela, que
tiene 4.000 y se ha visto favorecida por la existencia de tres líneas férreas
y numerosas casa de comercio e industrias.
Le siguen
en importancia Sunchales, con 1.000 habitantes, y luego Vila, Humberto I,
Lehmann, Susana y Esmeralda (entre 900 y 600). Otras poblaciones como Clucellas,
María Juana, Santa Clara de Saguier y Zenón Pereyra, no superan los 600. En
algunas zonas rurales dedicadas fundamentalmente a la agricultura, la población
alcanza los 2000 habitantes.
El departamento
San Martín alcanza los 23.000 y comparte características similares con el
anterior, aunque sus centros importantes no alcanzan la magnitud de aquellos.
San Lorenzo tiene por aquel entonces 19.000, y su capital, 2.500. El resto
se distribuye en varios pueblos importantes y ocho colonias, en tanto que,
su vecino Iriondo llega a los 18.000. Belgrano cuenta con 12.000, su centro
principal es Las Rosas y la población se distribuye en unas 12 colonias. Por
su parte, su vecino Caseros tiene 19.000 habitantes distribuidos en 23 colonias.
En el
sur provincial, Constitución no posee un gran desarrollo, llegando a los 18.000
habitantes y con solo tres centros importantes(Villa Constitución, Máximo
Paz y Alcorta, éstos dos últimos de formación tardía) y su población dedicada
a la ganadería. General López posee 24.000 y unas 30 colonias, aunque una
buena parte de sus pobladores trabajan en las grandes estancias de la zona.
La población
rural, dedicada a la agricultura y a la ganadería, estaba asentada en chacras
que poseían las siguientes dimensiones:
Número de chacras |
Hectáreas |
1.086 |
1 a 25 |
1.541 |
26 a 50 |
2.410 |
51 a 75 |
1.688 |
76 a 100 |
1.751 |
151 a 200 |
952 |
201 a 250 |
308 |
351 a 300 |
284 |
301 a 400 |
73 |
401 a 500 |
46 |
501 a 1.000 |
3 |
+ de 1.000 |
Elemento que nos que permite palpar el dinamismo de la época que está dado, a nuestro juicio, por el movimiento ferrroviario, tal como podemos apreciar
a continuación sobre la base de datos correspondientes la primer semestre de
1900.
Ferrocarril |
Pasajes |
Encomiendas
(kg) |
Mercaderías
(kg) |
Francesa
de Sta. Fe |
182.970 |
468.000
|
436.900.000 |
FFCC. Bs. As. y Rosario |
1.496.432 |
4.201.820
|
6.492.717.710
|
FFCC. Oeste Santafesino |
64.379 |
410.865
|
175.866.610
|
FFCC. Gran Sud Sta.Fe-Cba |
65.533 |
556.200
|
204.418.320
|
FFCC. Argentino |
|
|
|
FFCC. Central Argentino |
1.775.924 |
5.812.940
|
96.322.900 |
FFCC. Córdoba y Rosario |
38.017 |
292.120 |
225.532.770 |
Poco
más de un lustro después, la provincia continuaba su crecimiento poblacional,
registrándose en 1907, 747.000 habitantes y al año siguiente 800.350.
Sobre
13.000.000 de hectáreas útiles, se dedicaban 3.800.000 a la agricultura, y
en ese mismo año habían ingresado 27.000 inmigrantes, muchos de los cuales
se dirigían hacia zonas rurales.
Manuel
Chueco señalaba que para esta época, en la ciudad de Santa Fe tanto el gobierno
como los habitantes, “… se han ocupado afanosamente en convertirla en una
ciudad moderna, quitándole el aspecto colonial que hasta la última década
del siglo pasado presentaba”. En el caso de Rosario, sus progresos podían
equipararse al de las grandes urbes europeas, destacándose la magnificencia
de sus edificios públicos y privados, la pavimentación de sus calles y la
higiene. El autor citado la califica de “…gran emporio de actividad, de
riqueza, y de cultura, por la magnificencia de sus edificios, por el movimiento
comercial y bancario es la segunda ciudad y el segundo puerto de la República
Argentina”.
Un informe
del año 1907 resalta un aspecto que los panegiristas del progreso y de la
grandeza de nuestra provincia prefieren ignorar, pero que importa mucho para
nuestro trabajo: Santa Fe y Rosario, contrariamente a sus dos hermosísimos
nombres que llevan, son dos ciudades las peores de la República Argentina
después de Buenos Aires. Ellas son el centro de la inmigración, especialmente
italiana. Allí, en Rosario predominan elementos sectarios, socialistas revolucionarios,
anárquicos.
Sobre
los últimos tiempos del período estudiado, la provincia presentaba el siguiente
panorama. Rosario continuaba su preponderancia, dándose un fuerte desarrollo
de los barrios y grandes mejoras como la pavimentación de las calles, y servicio
eléctrico en 983 manzanas. En lo tocante a la población, todavía se daba
una alta presencia de extranjeros: 46%, y dentro de ellos un alto porcentaje
de analfabetos. Existían 18.000 propietarios y 500 vecinos que habitaban hacinados
en conventillos y hoteles de baja categoría.
Referente
a la actividad laboral de sus habitantes, el 14,1 % de la llamada población
económicamente activa trabajaba en el ferrocarril, el 10,6 % en la actividad
comercial y el 10,2% en servicios varios. Para la atención de los problemas
sanitarios, existían cinco hospitales y una Asistencia Pública por la cual
pasaban unas 65.000 personas. También funcionaban 18 establecimientos de caridad
y 36 entidades de socorros mutuos, de los cuales 12 eran argentinos y 14 eran
extranjeros, lo que se explica por la diversidad de orígenes y colectividades.
Santa Fe, con su rol de ciudad gubernamental, y con
una población dedicada mayoritariamente a la actividad pública, le confiere
a la misma rasgos muy particulares. El escritor Enrique Banchs, que la visita
en 1910, deja algunas apreciaciones críticas pero que reflejan dicha mentalidad:
… tiene este pueblo el ansia de la fortuna rápida, y como no existen industrias,
ni artes en él, el ansia es mal sana. […] Estamos a días de recambio
de gobierno y la ciudad presenta un movimiento inusitado y una efervescencia
general […]. Se trata de rendir la pleitesía de práctica y de asegurar el
puesto. […] Es de advertir que la ciudad se integra en dos modalidades definidas
con bastante certeza: el barrio norte y el barrio sur. Las localidades
más importantes del interior provincial arrojan las siguientes cifras de
habitantes:
Localidades |
Habitantes |
Localidades |
Habitantes |
Reconquista |
4.500 |
Esperanza |
8.000 |
San
Cristóbal |
4.000 |
Rafaela |
5.800 |
Las
Rosas |
11.000 |
Cañada de Gómez |
7.500 |
Casilda |
11.000 |
Villa Constitución |
6.000 |
Arroyo
Seco |
5.000 |
Rufino |
4.500 |
Firmat |
4.550 |
Gálvez |
4.500 |
Irigoyen |
1.550 |
|
|
En
cuanto a la actividad económica, todavía tiene preeminencia la agricultura,
siendo Santa Fe la más subdividida en medianos y pequeños productores.
El cultivo
de trigo, fundamentalmente en la zona central, ocupa 1.324.459 hectáreas;
el maíz en la zona sur, 888.430, el lino en el norte 649.327, y la alfalfa
en el oeste, 830.689. A la ganadería se dedican aproximadamente 5.000.000
de hectáreas, predominando el ganado vacuno, la caña de azúcar se desarrolla
en la zona norte, mientras que unos 3.000.000 de hectáreas de bosques se destinan
a la explotación forestal.
En el
ámbito industrial, está tomando cuerpo la industria lechera ligada todavía
al proceso de autoabastecimiento, y existen unas veinte fábricas de manteca
y queso, como contrapartida, se observa la decadencia de los molinos harineros,
que han pasado de 72 en 1895 a solamente 42, crece la industria azucarera
y aceitera y la estrella de la Forestal, que abarca entre 500 y 600 leguas
de superficie destinadas a la explotación del quebracho y a la industria taninera.
Los
desafíos que plantea la religiosidad de los inmigrantes
El fenómeno
inmigratorio planteará una serie de desafíos en el aspecto religioso, la mayoría
de los cuales deberá ser resuelto por la iglesia católica, ya que las comunidades
protestantes carecían de historia en la religión y estaban demasiado ligadas
a la nacionalidad de origen, además de ser poca numerosa, comparativamente
hablando, la nueva población que profesaba esas confesiones.
Menor
incidencia todavía tuvo la población de origen hebreo que concentró sus asentamientos
en la zona de Moisés Ville donde construyó su propio hábitat cultural-religioso.
En el caso concreto de la Iglesia Católica, significa lo siguiente:
a)
La
presencia de una masa inmigrante en su mayoría católica requería de templos
para sus prácticas cultuales, especialmente la dominical y sacerdotes que
los atendieran.
b)
La
existencia de otras confesiones, implicó la búsqueda de nuevas formas de relación.
c)
La llegada de
elementos anticlericales o irreligiosos entre los inmigrantes que se establecían
por lo general en los centros urbanos introducía una cuestión hasta entonces
desconocida.
d)
El hecho de que
los inmigrantes accedieran a la tierra, se estableciera en la misma y formaran
familias, implica la necesidad de renovar las estructuras pastorales, en el
contexto de una iglesia pobre en recursos y ministros, y hasta cierto punto
aletargada.
II.
DE QUÉ MANERA EL CATOLICISMO RESPONDIÓ A LOS DESAFÍOS
Una primera respuesta tuvo que darse en el plano de las estructuras pastorales,
con cierta provisoriedad hasta 1898 y de manera definitiva a partir de entonces.
Las capellanías. Una solución
provisoria
El crecimiento de la población y la estabilización de los numerosos
pueblos y colonias y a la par la construcción de iglesias o capillas por parte
de los vecinos en dichos asentamientos, fueron generando en los mismos pobladores
el deseo de una atención más particularizada.
Esto que hemos denominado “el clamor de los pueblos”, era imposible
de corresponder desde los antiguos curatos en que estaba dividida la Provincia
de Santa Fe.
La dinámica social y económica que vivía la región requería, en vistas
al cuidado pastoral, una división de las viejas jurisdicciones y la consecuente
creación de viceparroquias, lo cual no se llevaría a cabo, como ya hemos señalado,
hasta el episcopado de Monseñor Juan A. Boneo.
Mons. José María Gelabert y Crespo, en una praxis que se repite en
Entre Ríos, creará en lugar de parroquias, capellanías, que no son
sino “iglesias no parroquiales”.
El papel asignado por el obispo del Paraná a estas capellanías supera con
creces lo que la legislación canónica de aquel tiempo permitía, ya que si
bien debían guardarse de hacer la menor cosa contraria a los derechos parroquiales,
en la práctica funcionaban como si fuesen parroquias, ya que los capellanes
por lo general se comunicaban directamente con el Obispo, obviando al párroco,
llevaban registros propios de los sacramentos administrados y usufructuaban
de los beneficios que éstas producían.
Esta situación motivará protestas de parte del mismo gobierno nacional, que
considera que la provisión de los curatos no se realiza de acuerdo con el
Patronato Nacional, e incluso de algunos párrocos afectados en sus derechos,
como el de Coronda, quien propone un “Proyecto de reforma sobre jurisdicción
parroquial de la Iglesia de San Jerónimo de Coronda”, destinado a reordenar
la acción pastoral y clarificar los derechos y deberes de los ministros sagrados,
lo cual se lo considera de suma necesidad “… tanto en razón de la pobreza
de esta parroquia, como para evitar los atropellos y nulidades que con más
o menos frecuencia se están cometiendo por los señores capellanes de las capillas
del Departamento”.
La explicación de este particular funcionamiento, a nuestro juicio,
está dada por la imposibilidad de parte del Obispo de llenar los requisitos
impuestos por el Patronato Nacional y debido a la escasez de clero propio
o “nacional”, que lo llevaba a aceptar sacerdotes europeos, los cuales muchas
veces carecían de la idoneidad suficiente y que gracias a esta figura canónica
podían ser removidos fácilmente, procedimiento que no era posible en el caso
de los párrocos.
Un convenio firmado entre Mons. Gelabert y Crespo y el gobierno entrerriano,
si bien no obliga a la provincia de Santa Fe y nada hay similar, nos aproxima
al espíritu del Obispo en materia tan delicada. Así, en el Artículo 1° señala
que “… los curatos serán servidos por curas interinos que no tendrán otro
derecho a la posesión de sus curatos que el que pueda darles su buena conducta
y el fiel desempeño de sus deberes parroquiales”; y en el 3° sobre las
remociones, “… cuando el gobierno lo pida por graves causas que tenga para
ello o cuando el Prelado por causas graves también crea deberlo hacer”.
Una solución parecida había ofrecido el mismo Gelabert y Crespo siendo delegado
eclesiástico de Santa Fe en 1857, cuando proponía al gobierno provincial establecer
“… por ahora dos viceparroquias y proveerlas inmediatamente de sacerdotes
que las administren autorizados plenamente para ejercer las funciones de curas
como si invistiesen el carácter de tales y cuidándoles como medios para su
subsistencia todos los emolumentos parroquiales de sus respectivos distritos”.
Ya en el año 1860, el primer obispo de Paraná, Mons. Segura y Cubas,
había propuesto algo similar al Pbro. José de Amenábar, cura de Santa Fe,
respecto a la colonia Esperanza que estaba bajo su jurisdicción, a quien le
solicita que realice “… un traspaso de la plenitud de sus cuidados y derechos
sobre esos individuos” de la colonia, a quien deben “… extenderle los
títulos necesarios (como teniente cura) para la buena administración de esa
parte de la feligresía”.
También José V. de Lynch, en representación del delegado apostólico
en el año 1881, autoriza al guardián de los franciscanos
“… para que como
si fuese vicepárroco de la colonia Avellaneda, pueda casar, bautizar solemnemente
y ejercer todas las facultades de cura y vicario propio, que son las necesarias
para que esos pobres colonos glorifiquen a Dios y salven sus almas”.
Además, le solicita “… que recogiendo la limosna que sea posible entre
los colonos la destine para comprar libros parroquiales en que se ande asentando
las partidas de los que se casen, oleen, mueran y los demás que se crea necesario
a su vez, cuidando el archivo eclesiástico en la mejor prolijidad”.
La acción pastoral de Mons. Gelabert y Crespo, en orden a la atención
espiritual, fue titánica, y en la medida de sus posibilidades y un realista
sentido pastoral fue respondiendo a las solicitudes de los colonos, primero
ordenando su atención desde las parroquias existentes, como ya hemos visto,
y luego, a medida que dichas comunidades progresaban, creando las respectivas
capellanías.
Hasta el año 1880, la erección de las citadas capellanías fue más bien
lenta, pero a partir de entonces adquirió un dinamismo asombroso, tal como
se observa a continuación:
-
1860: Esperanza;
-
1862: San Carlos;
-
1865: San Jerónimo Norte;
-
1870: Cayastá;
-
1879: San Agustín;
-
1881: Jesús María (Timbúes), Pilar;
-
1885: Providencia, Irigoyen, Cayastacito;
-
1886: Candelaria (Casilda), Gessler, Progreso;
-
1887: Lehmann, Felicia, Rafaela, Cañada de
Gómez, Emilia, San Vicente, Susana, Hernandarias (de Entre Ríos, con jurisdicción
sobre colonias santafesinas);
-
1888: Estación Gálvez y Colonia Margarita
(Gálvez), San Genaro, Franck, Santa Teresa, Bustinza;
-
1889: Helvecia, Montes de Oca, San Martín
de las Escobas, Enrique Sánchez, Clucellas, Sastre y Ortiz, Venado Tuerto;
-
1890: Carmen del Sauce, Sarmiento, Ataliva,
Villa Gobernador Gálvez, Humboldt;
-
1891: San Carlos Norte, Santa Clara de Saguier,
Humberto I, Sunchales, San José de la Esquina, Serodino;
-
1892: Estación Díaz, Vila, San Justo, Constanza,
Jacinto Aráuz, Cavour, Santa Clara de Buena Vista;
-
1893: San Jorge, Armstrong, Saguier, Grutly,
Llambi Campbell, Carlos Pellegrini, María Juana, Colonia Margarita, El Trébol,
Las Rosas, Angeloni;
-
1894: Arroyo Seco, Chabás, Gaboto, Saa Pereyra,
Máximo Paz, Teodelina;
-
1895: Presidente Roca, Colonia Ancalú, Colonia
Belgrano, Carcarañá, Casas, Crispi.
Los capellanes además de atender sus lugares de residencia, extendían
su acción pastoral a las colonias vecinas que iban surgiendo, como sucedía
con el de Cayastá, a quien a partir del año 1879 se le encomienda la atención
de las colonias Helvecia y las demás establecidas sobre el río Paraná al norte
de la provincia de Santa Fe (California y Francesa).
En el caso de Esperanza, ya en 1878 se había concedido la jurisdicción
sobre los vecinos de Humboldt y Pujol, y en épocas determinadas sobre los
de Emilia y Cayastacito y al año siguiente se amplía a Grutly, Rivadavia y
Larrechea.
En el año 1883, al capellán de San Agustín se le encomiendan las colonias
San José, Francklin (Franck) y la parte de Las Tunas que no correspondía a
San Jerónimo.
Un año de muchos cambios en las jurisdicciones de las capellanías es
el de 1885, ya que se crea la providencia, a la que se le da como límites:
al norte, la línea divisoria con el territorio nacional Chaco y la provincia
de Santa Fe, al sur una línea recta que partiendo desde el extremo sur de
la colonia Progreso llega hasta la frontera de Córdoba quedando comprendidas
Grutly, Rivadavia, Felicia, Lehmann y Egusquiza; al este, el río salado, comprendiendo
Emilio, San Justo, Cayastacito, y al oeste, la frontera de Córdoba.
Esta erección recorta las jurisdicciones de Esperanza y Pilar, como
también la del prefecto de Misiones, pero por razones que desconocemos, esta
nueva jurisdicción dura muy poco, ya que tres meses más tarde algunas colonias
(Rivadavia, Grutly, Emilia, Cayastacito, Sol de mayo y San Justo) vuelven
a la jurisdicción de Esperanza, en tanto a providencia se le agregan algunas
nuevas como progreso, María Luisa, Felicia, Lehmann y las colonias del norte.
Antes de que concluya el año, hay nuevas modificaciones, ya que con
la erección de Cayastacito, Emilia, San Justo, y Sol de Mayo pasan a esta
jurisdicción, en tanto Lehmann y Felicia se desprenden de providencia y pasan
a integrar la de Pilar.
El año 1887 es también pródigo en reformas de jurisdicción debido a
la erección de nuevas capellanías, comenzando por las de Progreso y Emilia,
a quienes se les adjudica Sarmiento, Grutly y Campo Deuer a la primera y Bella
Italia, Nuevo Torino y parte de Colonia Nueva a la segunda.
La colonia Pilar, por su parte estaba rodeada de colonias a su cargo,
algunas de las cuales pasarían a nuevas jurisdicciones en meses posteriores.
Así al este se encontraban Santa María y parte de Colonia Nueva; al oeste,
Aurelia, Susana, Saguier, Santa Clara, Josefina, Clusellas, Iturraspe, Cello,
San Francisco, Luxardo (estas últimas en la provincia de Córdoba y seguramente
por errror), y al sur, Freyre (el mismo caso anterior), Angélica, Argentina,
Merediz, San Vicente, María Juana, Garibaldi, Eustolia y Gálvez (actual colonia
Margarita).
Del centro de la provincia (Dpto. Castellanos) bajamos más al sur,
hasta el departamento Rosario, donde encontramos que el capellán de Candelaria
(Casilda) se le anexan las colonias Clodomira y General Roca, para retornar
de nuevo a Castellanos, donde creada la capellanía de Rafaela, se le da la
jurisdicción sobre las colonias Roca, Castellanos y Vila.
En octubre se le concede al capellán de Irigoyen jurisdicción sobre
una vasta zona aún no-poblada, y en noviembre, al capellán de Cañada de Gómez
se le da la jurisdicción sobre todo el Departamento Iriondo.
A partir del mes de diciembre, las colonias Belgrano, San Martín, Angélica,
Argentina, María Juana, Sartre, Romero, Merediz, Garibaldi, y Campo Quiñones
pasan a depender de la capellanía de San Vicente, en tanto Aurelia, Saguier,
Santa Clara, Clucellas, Iturraspe, parte de Vilay parte de Angélica, de la
Capellanía de Susana, quedando en consecuencia la de Pilar, reducida a Santa
María, Nuevo Torino, y Colonia Nueva.
A fines de 1888, se agrega (aunque provisionalmente) al capellán de
Lehmann la atención de Sunchales, Aldao, Carolina y Raquel, en mayo de 1889,
la capellanía de Sastre abarca las colonias de Ortiz, San Jorge, Concepción,
María Juana, Garibaldi y tiene jurisdicción compartida con el capellán de
San Martín de las Escobas sobre Ramona, Angélica, Argentina y Merediz; en
agosto a la de Enrique Sánchez se le encarga la atención de Lorenzo Torres,
Alvaro Istueta, Luis Viale y Santa Elena, jurisdicción que se amplia en octubre con Constanza, San Cristóbal y la Verde, y también en agosto la de Clucellas
con jurisdicción sobre Iturraspe, Cello y Eustolia.
En el año 1890, el capellán de Altaliva tiene jurisdicción sobre las
colonias Sunchales, Raquel y Humberto I, y en 1892, al capellán Jacinto Aráuz
se le agregan las colonias Adolfo Alsina, Colonizadora de Córdoba, Elisa y
Clara.
Al crearse en 1893 varias capellanías, se les conceden no pocas colonias
para su atención. Así, a Llambi Campbel se le otorga jurisdicción común con
el capellán de Emilia sobre la población ubicada en un radio que tiene como
límites al norte la Colonia Cabal, por el Sur el límite norte del campo y
colonia Aldao, por el Este el Saladillo y por oeste el Salado, en tanto a
Las Rosas se asignan La California, el Refango, Las Castañas, Las Tres Lagunas,
La Independencia, La Argentina, Las Chilcas , La Germania, Santa Clara, El
Chupino y Los Troncos, siendo la mayoría establecimientos de campo, a Angeloni,
San Justo, Tres Reyes, Sol de Mayo y Emilia, y a El Trébol, Las Taperitas,
Campo Los Laureles, 51 y 52, San Andrés, Tais, Santo Tomás, Colonia Cárcano,
La Victoria, Los Cardos, Piamonte, compartido con el capellán de Carlos Pelegrini.
Finalmente en el año 1885, a la capellanía de San Justo se le da la jurisdicción
sobre Ramayón, Escalada, Campo de Saralegui y Tres Reyes.
Los continuos cambios, centralizados la mayoría en el ámbito de los
departamentos Las Colonias, Castellanos y San Martín, se deben fundamentalmente
al surgimiento de colonias que de tiempo en tiempo transformaban el panorama
civil y afectaban a su vez el eclesiástico.
En relación con las capellanías, es importante determinar las funciones
que tenían sus responsables y, de esta manera, determinar si en la práctica
estaban realmente ligadas a alguna parroquia o en verdad eran independientes.
Un primer documento que analizamos data de mayo de 1860, está firmado
por el Pbro. Miguel Vidal del vicariato apostólico de Paraná y dirigido al
cura de Coronda, en el cual se le ordena supervisar lo actuado por el capellán
de la colonia San Carlos, sobre todo en lo que se refiere a la administración
de los sacramentos, y en otro del mismo mes se le comunica que la
“razón
y el derecho y esta nota dan a usted como párroco esa superintendencia y su
vigilancia sobre cualquier sacerdote que entre los límites de su parroquia funcione como tal.”
Nueve años después se sigue haciendo alguna relación a Coronda, pero
en este caso el capellán de San Carlos actúa como vicario en comisión (en
el caso de matrimonios) por lo cual puede realizar toda la tramitación pertinente.
Sin embargo en el mismo año de 1860, ya bajo el episcopado de Mons.
Segura y Cubas, se realiza el primer acto de cierta “independencia” de una
capellanía respecto a la parroquia en cuya jurisdicción se encontraba.
En el año 1862, al nombrarse a Fray Aurelio Luvisi capellán de Esperanza
se le ordena: “… administre a los colonos católicos de la misma los santos
sacramentos y ejerza los demás actos y oficios correspondientes a la parroquialidad,
hasta tanto que con vistas a mejores antecedentes se provea lo mas conveniente.”
Al año siguiente, en el nombramiento de su sucesor, a lo anterior se
agrega la facultad “… para que dispense a los contrayentes las amonestaciones,
en casos necesarios, usando siempre de esta facultad con la debida prudencia”.
A partir de entonces, es común la idea de que el capellán de San Carlos
en 1863, a quien se le dice: “…os damos poder cuanto sea necesario para
que podáis administrar los santos sacramentos como si fuereis curas párrocos,
de todos los fieles de la referida colonia y ejercer los demás actos y ministerios
que podía y debía hacer el cura propio si lo hubiera en cuyo lugar os subrogamos
”.
Asimismo se señala el ministerio de la doctrina cristiana, la predicación
de la palabra divina y la confesión, facultándosele además para la absolución
de ciertos pecados y censuras, como así también para la realización de ciertos
actos, propios de la autoridad superior.
De no menos importancia es la autorización para abrir libros de registros
sacramentales (Bautismo, Confirmación, Matrimonio, y entierro), como la facultad
de labrar ante testigos las “Informaciones matrimoniales” de aquellos que
quieran contraer matrimonio, ya que esto es privativo del párroco.
Respecto a esto último, habrá un pequeño retroceso hacia 1869, ya que
al nombrar al capellán en el mismo San Carlos se le ponen restricciones a
la administración del matrimonio para evitar perjuicio a la jurisdicción parroquial
de Coronda.
La plenitud de poderes reaparece en el nombramiento del Pbro. Luis
Castronuovo, a quien se autoriza: “administrar los santos sacramentos de
la Penitencia, y demás formalidades de derecho, a los vecinos de la colonia
Esperanza y a las familias de Humboldt y de Pujol cuando se presenten a recibirlos
y en épocas determinadas, a los de colonia Emilia y Cayastacito”. De modo
similar se expresará el nombramiento del capellán de Pilar, quien en el caso
de matrimonio podrá realizarlo “… previa la información y demás formalidades
de derecho”.
Esta situación contraria a derecho (tanto canónico como patronal) era
vivida con naturalidad por los diversos capellanes, quienes al final del período
manifiestan una clara conciencia de su independencia respecto a los curatos
canónicamente erigidos.
A guisa de ejemplo, la respuesta dada por el capellán de San Urbano,
en los confines de la provincia, a un pedido de informes del año 1898, y
con la que coinciden la mayoría de los capellanes salvo alguna excepción:
“… nunca hemos dependido de ninguna parroquia, sino de la curia del Paraná
directamente”.
Creación
de la diócesis de Santa Fe. Solución definitiva
La posibilidad de que la provincia de Santa Fe fuese elevada a obispado
comienza a vislumbrarse desde el poder civil en año 1887.
Con ocasión del proyecto de ley de creación de obispados enviada por
el Poder Ejecutivo Nacional y que contemplaba la erección de las diócesis
de la Plata y Tucumán en virtud del rápido aumento de la población, los senadores
Elías Gollán (Santa Fe) y Pedro Lucas Funes (Córdoba) propiciaron la creación
de una tercera que sería la de Santa Fe.
Al momento de discusión del proyecto de ley, Pedro Lucas Funes argumentó
la necesidad de que Santa Fe fuese elevada al rango de obispado, ya que si
bien no se contemplaba en el envío original, era necesario que así se lo hiciese.
Aprobada por unanimidad la propuesta de la comisión de Legislación, pasó a
la Cámara de diputados, donde es aprobada el 17 de noviembre sin sufrir ningún
tipo de corrección. Con fecha 25 de ese mes, el presidente de la nación, Miguel
Juárez Celman, promulga la ley 2246 sancionada por el congreso.
Lamentablemente, esta decisión, que se correspondía con las necesidades
espirituales de vastas regiones de nuestro país, no podría implementarse de
inmediato ya que el gobierno que impulsaba esta política había, con anterioridad,
cortado las relaciones con la Santa Sede y en sus actos no ocultaba un espíritu
que en el fondo buscaba someter a la Iglesia de acuerdo con algunas teorías
en boga.
El 27 de enero de 1885, -fecha de la ruptura diplomática tras una serie
de acontecimientos suficientemente conocidos, donde el Estado avanzó en demasía
sobre los derechos de la Iglesia y la misma tradición cultural de nuestro
pueblo-, estaba demasiado cercano en el tiempo como para que la ley 2.246
tuviera un curso favorable y rápido, por lo cual habrá que esperar varios
años y diversas misiones diplomáticas (Echagüe, Quesada) y superar también
el conflicto en torno a la renuncia de Mons. Gelabert y Crespo.
En 1896, el gobierno nacional designa al Dr. Carlos Calvo como enviado
ante la Santa Sede para el logro de un único objetivo, tal como lo era el
recabar del Santo Padre las bulas ereccionales de los obispados que señalaba
la ley 2246, así como también la distribución de los territorios nacionales,
dejando abierta la posibilidad de que la sede Apostólica hiciera los cambios
que creyera convenientes para una mejor atención pastoral.
Después de una serie de reuniones, incluida una audiencia con León
XIII el 15 de diciembre, el legado Argentino cumplía acabadamente su misión
ya que, con fecha primero de febrero de 1897, el cardenal Rampolla, tras señalar
la recepción positiva que había tenido en la Santa Sede el pedido de nuestro
país, le informa al citado Calvo que, respecto de las nuevas circunscripciones,
se aprobaban las presentadas por el gobierno, entre las que se encontraba
el Obispado de Santa Fe y que integraban la provincia civil y los territorios
nacionales de Chaco y Formosa.
Como titular de diócesis y su catedral se impone a San Gregorio VII,
aunque al ejecutarse las Letras en tiempos de Mons. Boneo se jura como tal
a la santísima Virgen María bajo su advocación de Guadalupe y San José como
vicepatrono. Tres disposiciones importantes en orden al desarrollo de las
estructuras pastorales están contenidas en los números 14, donde se ordena
que la documentación perteneciente a Santa Fe y los territorios nacionales
de Chaco y Formosa sea extraída de las cancillerías de Paraná y de Salta y
entregada a esta, 15 sobre problemas límites, y el 34, acece del clero secular,
el cual podría optar por prestar sus servicios en la nueva circunscripción
o trasladarse al territorio de la antigua. Finalmente, se encomienda la administración
apostólica de la nueva diócesis a Mons. Gelabert y Crespo, obispo renunciante
de Paraná y afincado desde hacía algún tiempo en el pueblo de Santo Tomé.
La actividad pastoral de monseñor Gelabert y Crespo en los meses subsiguientes
es débil, limitada por su estado de salud y por las idas y venidas respecto
de su traslado como obispo de la nueva diócesis lo cual genera una serie de
discusiones hasta que finalmente en los últimos meses de ese año se hacen
presentes las presentaciones en Roma para designaciones episcopales y traslado.
La
nueva organización territorial
Con la llegada de Mons. Boneo, primer obispo de Santa Fe, en los primeros
meses de 1898 se ingresa en la etapa de la fijación definitiva de la estructura
pastoral que girará en torno a las parroquias.
Con fecha 3 de diciembre de 1898, “ … después de maduro examen y
deliberación y oído al parecer y consejo de varones eclesiásticos” procede
a dividir su extenso territorio en 46 parroquias, la gran mayoría situadas
en la “pampa gringa” santafesina y sobre la base de las antiguas capellanías.
En la comunicación al ministro de gobierno de la provincia, la distribución
de las mismas es por departamento, mientras que en decreto de erección aparecen
distribuidas de a cuerdo al siguiente orden: Ciudad de Santa Fe, de Rosario,
Pueblos y Colonias.
Para una mayor comprensión nosotros nos apartaremos de ambos documentos,
describiendo las parroquias de los dos más importantes y luego por departamentos,
indicando en cada caso límite y jurisdicción.
A-
Provincia
de Santa Fe
A-1. Ciudad de Santa Fe
a.
Iglesia Catedral
b.
Parroquia del Carmen
A-2. Ciudad de Rosario
a.
Parroquia Matriz
b.
Parroquia Santa Rosa
c.
Parroquia San José.
Jurisdicción sobre Villa Gobernador Gálvez (capellanía), Alvear, Nueva Esther,
y San Jacinto.
d.
Parroquia de la Concepción.
Jurisdicción sobre Alberdi, Echesortu y Eloy Palacios.
A-3. Departamento general López
a.
Parroquia San Gregorio
b.
Parroquia de Venado
Tuerto. Jurisdicción sobre estación Carmen (Capellanía), Maggiolo y San Francisco.
c.
Parroquia de San
Urbano. Jurisdicción Elortondo (capellanía), Carreras, Firmat, Labordeboy,
Wellgricht y Encadenadas.
A-4 Departamento Constitución
a.
Parroquia de Villa
Constitución. Jurisdicción sobre Godoy, Pavón Arriba, Peirano y Estación SantaTeresa.
b.
Parroquia de Alcorta.
c.
Jurisdicción sobre
Máximo Paz (Capellanía), Adañón, Banana, Bagual, Carpincho, Ferrarosa, La
Barilla, Fco. Guena, Las Adelas, La Carambola, La Sepultura, Mingalia, Perseverancia,
San Benito, Santa Catalina, San Pedro y Suárez.
A-5 Departamento Caseros
a.
Villa Casilda. Jurisdicción
sobre Chabas, y Arequito (Capellanías), Gral. Roca, Jacoba, Los Nogales, Los
Paraísos, Fuentes y Villada.
Jurisdicción sobre colonias Carlitos, Iriondo,
Las Flores, Lago di Como, Arteaga, Piamontesa, Pellegrini, R. Chañar, Santa
Micaela, Trascón, Toscana y Catalina.
A-6 Departamento San Lorenzo
a.
Parroquia Roldán.
Jurisdicción sobre Carcarañá (Capellanía), Clodomira, San Jerónimo Sud, San
José, Urquiza y Zavalla.
b.
Parroquia de San
Lorenzo. Jurisdicción sobre Jesús María, Palacios, Ortíz, Paganini, Borghi
y Cerana.
A-7 Departamento Iriondo
a.
Parroquia Cañada
de Gómez. Jurisdicción sobre Correa y Bustinza.
b.
Parroquia de Santa
Teresa. Jurisdicción sobre parte de Bustinza, Carrizales, Froilán Palacios,
Classon, Larguía, Oliveros, Salto Grande y Serodino.
A-8 Departamento Belgrano
a.
Parroquia de Las
Rosas. Jurisdicción sobre Montes De Oca y Amstrongs Viejo (capellanías), Tortugas,
El Despunte, Las Chilcas, Las Joyas, y Tres Lagunas.
A-9 Departamento San Martín
a.
Parroquia de San
Martín de Las Escobas. Jurisdicción sobre Amstrong Nuevo- Cañada Rosquín-,
El Trébol y Belgrano (capellanías), Casas, Castro, Traill, y Los Cardos.
b.
Parroquia de San
Jorge. Jurisdicción sobre Carlos Pelegrini, Sastre y Crispi (Capellanías),
Castelar, Landeta, Ortíz, Piamonte, y Santa Anita.
A-10 Departamento San Jerónimo
a.
Parroquia de Coronda.
Jurisdicción sobre Gessler (Capellanías), Corondina, Ledesma y Oroño.
b.
Parroquia de Díaz.
Jurisdicción sobre San Genaro (Capellanía), Barrancas, Centeno, Gaboto y Maciel.
c.
Parroquia de Gálvez.
Jurisdicción sobre Loma Alta, Campo Piaggio y López.
A-11 Departamento Las Colonias
a.
Parroquia de San Carlos Centro.
Jurisdicción sobre Matilde, Santa Clara de Buena Vista y San Agustín (Capellanías),
San Carlos Norte y San Carlos Sur.
b.
Parroquia de Esperanza. Jurisdicción
sobre Cavour, parte oeste de Grutly, Larrechea, Pujato, Rivadavia y Cululú.
c.
Parroquia de San Jerónimo Norte.
Jurisdicción sobre Humboldt (Capellanía), Las Tunas, Santa María Vieja y Sauce.
d.
Parroquia de Pilar. Jurisdicción sobre Felicia (Capellanía),parte de Grutly, La Nueva, Nuevo Torino, Santa
María, y San Pereyra.
e.
Parroquia de Providencia. Jurisdicción
sobre Arauz (Capellanía), A. Alsina, Hipatia, Ituzaingó, La Colonizadora,
La Pelada, María Luisa, Progreso, Larita, Sarmiento, Santo Domingo, San Miguel
y Soutomayor.
A-12. Departamento
Castellanos
a. Parroquia de María Juana. Jurisdicción sobre San
Vicente (Capellanía), Angélica, Eustolia, Garibaldi, Margarita y Merediz.
b. Parroquia de Josefina. Jurisdicción sobre Vila, Ramona,
Zenón Pereyra-Esmeralda-(Capellanias), Bauer, y Siguel, Castelar, Cello, Manuela,
y San Miguel.
c. Parroquia de Susana. Jurisdicción de Aurelia, Saguier
y Crucellas.
d. Parroquia de Rafaela. Jurisdicción sobre Lehmann y Presidente Roca
(Capellanías), Bella Italia, Egusquiza, San Antonio y Castellanos.
e. Parroquia de Sunchales. Jurisdicción sobre Aldao, Bicha, Carolina,
Frias, Hugentobler, Raquel, San Miguel, Tacurales y Terrosa.
f. Parroquia de Humberto Primo. Jurisdicción sobre: Altiva (Capellanias),
Galisteo, Moisés Ville, Reina Margarita y Virginia.
A-13 Departamento
San Cristóbal
a. Parroquia de San Cristóbal
b. Parroquia de Ceres. Jurisdicción sobre Ambrosetti, Arrufó, Bossi,
Dos Rosas, Hersilia, Morteros, Moisés Ville, Palacios, Ripamonti, Santa Ana,
San Guillermo y Rosa.
A-14 Departamento
Rosario
a. Parroquia de Arroyo Seco. Jurisdicción Carmen
del Sauce, (Capellanía), Monte Flores, Nueva Esther, y Alvarez y su Estación.
b. Parroquia de Santo Tomé.
A-15 Departamento
La Capital
a. Parroquia de Llambi Campbell. Jurisdicción sobre
Cabal, Emilia, y Manuel Gálvez.
b. Parroquia de Santo Tomé.
A-16 Departamento
de San Justo
a. Parroquia San Justo.
Jurisdicción sobre San Martín Norte y Videla (Capellanías), Angeloni, Cayastacito,
Escalada, Ester, Ramón, Sol de Mayo y Velázquez.
A-18 Departamento
Vera
a. Parroquia de Vera
A-18 Departamento
Garay
a. Parroquia de Helvecia. Jurisdicción sobre Santa Rosa de Calchines
(Capellanía), Cayastá y Saladero.
A-19 Departamento
Reconquista
a. Parroquia Reconquista. Jurisdicción sobre Avellaneda y San Antonio
de Obligado, Ella, Fortín, Arenales, Florencia, Berna, Molinas, Las Garzas,
Piazza, Víctor Manuel y Villa Campo.
A-20 Departamento
San Javier
a. Parroquia San Javier. Jurisdicción sobre colonias California,
Francesa, La Brava, Pájaro Blanco, Romang y Alejandra.
B- Provincia
de Formosa
a. Parroquia de Formosa
C- Provincia
del Chaco
a. Parroquia de Resistencia. Jurisdicción sobre Benites,
Belén, Margarita, Palmas, Popular y Vedia.
Las nuevas parroquias que comenzarán a funcionar el primero de enero
de 1899, gozan a partir de ese momento de todas las prerrogativas de Derecho
y a las de la extensa campaña, se les anexaban funciones vicariales. Además
de las parroquias seguirán funcionando las Capellanías en algunas colonias
de cierta importancia, aunque ahora subordinadas al párroco de la jurisdicción
en que se encontraban y con el compromiso de los vecinos de sostener el culto
y al Capellán, el cual sería siempre nombrado por el obispo, contándose con
la perniciosa costumbre a la que se hizo referencia anteriormente. La distribución
de Parroquias y Capellanías en el territorio de la provincia de Santa Fe ordenada
por departamentos, era la siguiente:
Departamento |
Parroquias |
Capellanías |
La Capital |
4 |
2 |
Rosario |
5 |
1 |
Gral. López |
3 |
1 |
Constitución |
2 |
1 |
Caseros |
2 |
|
San Lorenzo |
2 |
1 |
Iriondo |
2 |
|
Belgrano |
1 |
2 |
San Martín |
2 |
7 |
San Jerónimo |
3 |
2 |
Las Colonias |
5 |
6 |
Castellanos |
6 |
7 |
San Cristóbal |
2 |
|
San Justo |
1 |
2 |
Vera |
1 |
|
Garay |
1 |
1 |
Reconquista |
1 |
|
San Javier |
1 |
|
Esta decisión, como podrán leer extensamente en nuestro trabajo “Nuestra
primera organización diocesana”, no dejó conforme a diversos sectores: a los
Padres Franciscanos por cuestiones de Jurisdicción
y a los vecinos de las colonias que no habían obtenido esta categoría porque lo veían como una desvalorización
de su importancia, real o ficticia.
Tampoco en estas fundaciones se agotó el proceso de Organización pastoral
del territorio, ya que en la década siguiente se realizaron una serie de innovaciones
y se crearon nuevas jurisdicciones parroquiales y
vice-parroquiales.
Evolución
Parroquial
Cuando aún no se había cumplido un año del Decreto de Erección de Parroquias,
la organización parroquial pergeñada por Monseñor Boneo, sufre la primera
de una serie de modificaciones que se incrementarán a lo largo de la década
estudiada. Si bien esta erección es anterior a 1900, la hemos incluido ya
que la misma dejará una serie de enseñanzas para posteriores decisiones’.
Se trata de la Capellanía de San Agustín cuya promoción a parroquia
solicitaron a los vecinos, convirtiéndose en la única excepción hecha ante
la marea de pedidos a los que ya hemos hecho referencia al tratar las reacciones
al Decreto de Erección.
Al extenso alegato de los colonos y pobladores de esta colonia y, tras
el parecer favorable del párroco de San Carlos,
jurisdicción
a la que pertenecía esta población con fecha 27 de octubre de 1899, Mons.
Boneo erige la nueva parroquia cuyo titular será el Santo Obispo de Hipona.
Y con esta erección se aumentaban a seis las parroquias del Departamento Las
Colonias y se recortaba la jurisdicción de San Carlos.
Lamentablemente las perspectivas halagueñas
que
señalaban los vecinos no se cumplieron y la documentación de los años posteriores
hasta 1908 en que se separa a las colonias Frank y San José de esta jurisdicción
muestra que se vive una fuerte crisis económica que hace que, en 1903, se
vendan terrenos de propiedad de la Iglesia para sufragar
que en 1903 se vendan terrenos de la propiedad de la Iglesia para sufragar
los gastos de la construcción de un templo que ya para aquel momento superaba
las posibilidades de la feligresía.
Esto se deja ver en la poca permanencia que tuvieron los Párrocos,
comenzando por Gil y Santa Paula que ejerce su ministerio hasta fines de febrero
de 1901, sucediéndole Francisco de Rojas García solamente por unos meses para
ser reemplazado en 1902 por Eduardo Suárez (poco menos de un año, hasta que
al fin llega Máximo Calandri cuyo Curato se extiende desde 1903 a 1907. Tal
vez esta experiencia más bien negativa haya motivado la carta a los colonos
de Felicia en la cual se exponen los requisitos que debe reunir una comunidad
que quiera ser promovida a parroquia. A juicio del Obispo se debe asegurar:
1.
Escritura a favor del Obispado del terreno del templo y casa parroquial.
2.
Terreno no menor de 50 metros de frente por 100 de fondo.
3.
Templo digno, capaz y conforme al número de fieles de la localidad y casa
cómoda para el cura.
4.
Garantizar la subsistencia del cura no con donaciones eventuales sino con
un aporte seguro.
5.
Templo dotado de todos los elementos de culto.
6.
Parecer favorable del párroco.
A partir de entonces, estos serán los criterios que regirán todo lo
referente a la erección de parroquias, tal como se desprende – para dar un
ejemplo- de la respuesta que con fecha 4 de mayo se envía desde los vecinos
de Carmen del Sauce que habían solicitado la elevación a Parroquia de dicha
capellanía.
En el año 1903, es el mismo Obispo quien escribe a Pedro Christopensen-
fundador de la colonia Diego de Alvear- explicando los motivos que le impiden
erigir parroquia en el lugar: “... las leyes vigentes que requieren que antes
se forme el fondo parroquial con cuyos intereses se sostenga al Párroco y
porque no quiere que la hermosa iglesia levantada por Ud. Y su digna esposa
corra la suerte de otras que están abandonadas o muy pronto quedarán sin sacerdote,
precisamente por no haber cumplido las sabias disposiciones de la iglesia.
”
Todos estos requisitos, los vemos en cambio cumplimentados por los
vecinos de Irigoyen, quienes comienzan sus gestiones a fines de 1899.
A pesar de los pareceres favorables de los curas de Gálvez, Coronda
y Díaz acerca de la conveniencia de erigir la nueva parroquia, el Fiscal Eclesiástico
considera que al no haberse concluido ni el nuevo templo ni la casa parroquial,
es conveniente demorar dicha erección. Como solución intermedia, el obispo
prefiere dotar al Capellán de las facultades de Cura Vicario dentro del territorio
que corresponde a la jurisdicción civil de Irigoyen, la cual se clarifica
por decreto el 29 de julio de 1901.
Paralelamente se aceleran las obras del templo y así el 6 de abril
del 1900 el Capellán Benito Rodríguez puede informar:
“... la iglesia nueva
que se estaba edificando en esta colonia a mi cargo ya está en condiciones
de ejercer en ella el ministerio sacerdotal”.
También se proyectaba la construcción de una casa parroquial anexa
al templo, pero ante la posibilidad de la erección parroquial, el vecino Francisco
Giraudo, donaba una vivienda para este fin, con lo cual se eliminaba el último
obstáculo para ser parroquia al decir de los vecinos. Lo cierto es que para
fines de agosto se había respondido a todas las objeciones que impedían la
erección, y en consecuencia, Mons. Boneo dicta el decreto respectivo y, la
nueva parroquia tendría a Nuestra Señora del Carmen como titular. A partir
de ese momento el departamento San Gerónimo contaba con una parroquia más,
y lo mismo sucedía en Castellanos donde en la misma fecha se erigía la parroquia
de Lehmann.
Las gestiones de los vecinos de Lehmann habían comenzado en octubre
de 1899, cuando junto con los colonos de Egusquiza y Campo Bigand habían solicitado
al diocesano elevar esa Capellanía al grado de parroquia. Los argumentos presentados
podemos sintetizarlos del siguiente modo:
Ø
Población, alrededor de 5000 almas;
Ø
Vecindario animado de la mejor buena voluntad
para con la Iglesia;
Ø
El templo es el más antiguo del departamento
Castellanos, después de Pilar;
Ø
Su contribución económica no se ve correspondida
ya que para los actos solemnes del culto cristiano deben dirigirse a Rafaela.
El petitorio fue respondido negativamente, pero en febrero de 1900
un grupo de feligreses forma una comisión destinada a la construcción de un
templo nuevo, el cual se concluye a principios de 1901. Con esta obra como
prueba de la buena voluntad de los colonos, el 22 de julio de 1901, el Presidente
de la comisión de Iglesia se dirige al Obispo para insistirle acerca del
deseo de la comunidad de que se elevara “... a la categoría de parroquia
nuestra capilla local...”
Pocas semanas después, Mons. Boneo – quien en 1898 había visitado la
colonia y se había referido a ella como parroquia sin que lo fuera – firma
el decreto por el cual la separa de Rafaela, le da como titular a San Guillermo
Abad, le asigna como territorio el comprendido en los límites de esta y Egusquiza
y nombra como Párroco al Pbro. Serafín Barberis.
Antes de finalizar el año, es erigida en parroquia la antigua reducción
de San Antonio de Obligado, fruto de los afanes evangelizadores del padre
Ermete Constanzi, y que había continuado siendo atendida por los Padres Franciscanos
de Propaganda Fide. El 2 de noviembre, Mons. Boneo firmaba el Auto de Erección
de la nueva Parroquia de San Antonio de Obligado, dándole como patrono a San
Antonio de Padua y designado párroco al secular español Gumersindo Arias quien
permanecería en ese destino hasta 1903.
Dentro de la jurisdicción quedaban las colonias Ocampo, Las Toscas
y Florencia, todas son capillas habilitadas para el culto.
Durante el año 1902 solo hay una erección parroquial que es la de Carcarañá
en el departamento San Lorenzo y un cambio de límites en la parroquia de Rafaela.
Respecto a esto último se efectúa en el mes de junio y en vez de la
Cañada de la Fiera, se le da el límite al oeste de Las Colonias y Castellanos,
en tanto que la colonia Bigand pasa a jurisdicción de la Parroquia de Josefina.
Tocante a la erección de Carcarañá, que era capellanía dependiente
de la parroquia de Roldán ésta se efectúa el 2 de Octubre y se nombra como
Párroco al Pbro. Francisco Azpiri.
Como hecho ilustrativo de esta misma época, cabe mencionar que los
mismos padres franciscanos que atendían la parroquia de San José de la Esquina
desde la década del 60-70 del siglo pasado, la entregan al obispo quien nombra
como Párroco al Pbro. Juan Bergallo.
En el año 1903 será el turno del sur provincial con la erección de
la parroquia de Teodolina en el departamento de Gral. López y en el límite
con la provincia de Bs. As.
Tras la adscripción en 1899 a la Parroquia de San Gregorio, la vida
religiosa había entrado en decadencia por la ausencia de sacerdote, lo que
era verificable en el deterioro del templo y casa del capellán. Con la ayuda
de Teodolina Fernández de Alvear se construye un nuevo templo y casa parroquial
lo cual es gratamente celebrado por el boletín eclesiástico de Santa Fe. Avalados por esta obra y por la presencia de un sacerdote estable, los vecinos
con el seguro apoyo de la señora de Alvear insisten ante el obispo, quien
el 3 de abril erige la nueva parroquia bajo el patrocinio del Sagrado Corazón
de Jesús, colocando como párroco al Pbro. Alberto Incoronato y asignándole
como territorio el que se encontraba dentro de los límites civiles de esta
colonia.
También el departamento San Jerónimo se ve favorecido por la
erección de la Parroquia de San Genaro, que se concretiza el 15 de setiembre.
Ya en el año 1900, los vecinos habían elevado su primer solicitud manifestando
el deseo de que la Capellanía fuera elevada a Parroquia, alegando el crecimiento
moral y económico de la población, pero la respuesta fue negativa.
En 1903 vuelven a insistir a través de las Comisiones de iglesia,
y de Fomento, repitiendo el pedido anterior aunque en esta oportunidad consiguen
lo solicitado por el Auto del 15 de setiembre: “... erigimos (...) esta
nueva parroquia bajo el título y Patronato del Bienaventurado San Genaro,
y le asignamos por territorio aquel que se halla comprendido dentro de los
límites civiles de las colonias de San Genaro y Centeno, con todos los derechos
, gracias y prerrogativas de que se hallan en posesión por disposiciones generales
las demás parroquias de la diócesis. Nombramos a su primer cura vicario el
Señor Pbro. José Alejandro a cuyo favor mandamos a expedir el correspondiente
título ”. A lo largo del año 1904 se erigen seis parroquias, las que se
ordenan a continuación, según su fecha de creación:
1- Arequito, 18 de febrero
2- Emilia, 31 de mayo
3- Piñero, 20 de julio
4- San Carlos Norte,14 de agosto
5-Acebal, 24 de noviembre
6- San Vicente, 24 de diciembre
La colonia de Arequito situada en el departamento Caseros,
pertenecía a la Parroquia de Casilda y sobre su creación leemos en el boletín
Eclesiástico del 16 de marzo de ese año: “ Ha sido erigida en parroquia
la Capellanía de Arequito asignándole por jurisdicción el territorio comprendido
en las colonias de Arequito, Chabas, Los Paraísos, Los Nogales, Campo La Pampa
y Panera, nombrándose por su primer Cura Vicario al Pbro. Don Domingo Pugliese”.
El pedido de erección por parte de los vecinos había sido elevado
10 de noviembre de 1903, con las firmas del capellán Pbro. Domingo Pugliese
y del presidente de la comisión de Fomento y había contado con el parecer
favorable del Pbro. Celestino Molfese, cura de Casilda, a cuya jurisdicción
parroquial pertenecía.
En el caso de la colonia Emilia, sus vecinos en diversas
oportunidades habían solicitado un sacerdote y por esta época se desempeñaba
al frente de la misma el Pbro. Francisco Zanfini, quien había llegado en
1901 a lo que él denominaba entonces “... este semidesierto llamado Emilia...”. En
1903, los vecinos habían comenzado a insistir en la necesidad de que su Iglesia
fuera elevada a Parroquia, arbitrando los medios al respecto. Así informa
el boletín eclesiástico de la Diócesis de la primera quincena de octubre de
ese año: “Muy recomendable ha sido la idea del Señor Capellán de Emilia,
quien por medio de varios pagarés firmados por los vecinos más pudientes,
ha reunido los fondos necesarios para erigir en Parroquia aquella Capellanía”.
El comentario del boletín anticipaba una exigencia que luego
se haría al momento de erigir la parroquia: Constitución de un fondo que permitiese
al menos sostener el culto cuando la pobreza de los fieles no lo permitía.
También en ese momento se habían abierto los cimientos para construir una
nueva iglesia de vastas proporciones en comparación con el número de feligreses
y que hoy puede ser admirada desde la lejanía. El auto de erección le da como
titular a la natividad de la Santísima Virgen y como párroco se nombra al
citado Pbro. Zanfini. Bajo su jurisdicción quedaban las colonias Videla, Esther
y Cayastá, todas con capillas aptas para el culto divino. En nota 7 de junio
el párroco nuevo, informa sobre los actos de toma de posesión como tal, señalando:
“La concurrencia fue numerosa y todos dieron muestra de alegría y agradecimiento
al superior por el favor recibido.”
Tocante a San Carlos Norte, ya con fecha 25 de noviembre de
1898 los vecinos habían enviado una extensa nota al Obispo recordando que
en su momento Mons. José María Gelabert y Crespo les había prometido verbalmente
”... que sería parroquia independiente de cualquier otra y que su superiora
sería la Curia Mayor Eclesiástica...”. Este nuevo pedido no tuvo eco,
y salvo pedidos de sacerdotes para atender la población que la Curia siempre
satisface, no se encuentran reclamos de erección parroquial.
De todos modos la espera de los vecinos da sus frutos, ya que
el 12 de agosto Mons. Boneo firma el Auto de Erección por el cual la Capellanía
de San Carlos Norte deviene en parroquia, teniendo como titular y Patronos
a la Virgen María en su Misterio de la Asunción y a San Roque. Su primer cura
párroco sería el Pbro. Julián Pío Cuesta y la antigua reducción de San Jerónimo
del Sauce quedaba bajo su jurisdicción. Antes de finalizar el año se erigen
la Parroquia de Acebal en el departamento Rosario y la de San Vicente en el
departamento Castellanos. A la primera se le da como jurisdicción dicha localidad
y la antigua Capellanía de Carmen del Sauce, y como cura vicario al Pbro.
Francisco Oller, en tanto a la segunda se le agrega Colonia Margarita, que
tenía capilla pública.
Un balance de la evolución parroquial en este período, lo encontramos
de manos del propio Obispo quien en los primeros meses de 1905, informa al
ministro de relaciones exteriores y culto: “... habiendo sido elevadas
a la categoría de parroquias las capillas de San Vicente, San Carlos Norte,
Piñero y Emilia, el número de parroquias de este Obispado asciende a 62 que
a su vez ejercen jurisdicción sobre otras cien o más capellanías y más de
300 pueblos que están situados dentro de su territorio parroquial...”
Durante el año 1906 se verifica una sola erección parroquial,
esta vez en el departamento San Martín y corresponde a la capellanía de Carlos
Pelegrini, perteneciente a la Parroquia de San Jorge. Tres años antes los
vecinos habían solicitado al diocesano la erección correspondiente aunque
sin resultados positivos, y paralelamente se producían algunos conflictos
de jurisdicción respecto a la pertenencia de los colonos de la zona entre
el Párroco de San Jorge y los vecinos del lugar. Así llegamos al citado año
1906 en el que Mons. Boneo firma el Auto de erección por el cual Carlos Pelegrini
se convierte en parroquia, colocándola bajo el patrocinio de San Agustín,
y con la cura de almas a cargo del Pbro. Antonio Vega.
Nuevamente la pluma del Obispo nos ilustra sobre el progreso
de las estructuras pastorales cuando señala al Ministro Rodríguez Larreta:
“A las 62 parroquias que existían al año 1904 se han agregado una más con
asiento en Carlos Pelegrini y actualmente se tramita la erección de otras,
siendo este dato una de las señales más evidentes del progreso religioso de
los pueblos de este Obispado en la obra de regeneración moral de estos habitantes”.
Tras un paréntesis en el cual no hubo erecciones, el año 1908
viene a compensar con creces ya que se erigen cinco parroquias y a la par
se toma la decisión de erigir las capellanías existentes en Viceparroquias,
asunto sobre el que luego volveremos. La primera parroquia erigida este año
pertenecía al departamento San Jerónimo y tenía su Sede en Gessler.
Es llamativo que a pesar de antigüedad de esta Capellanía,
sus feligreses no hayan reclamado ninguna prerrogativa cuando el decreto de
erección de 1898 y recién en noviembre de 1906 nos encontramos con una nota
firmada por dos mandatarios de los colonos, quienes entre otras razones argumentan
a la Curia: “... la pérdida del beneficio de parroquia de que gozó desde
su fundación esta Iglesia ha traído aparejados grandes prejuicios así de órdenes
materiales como espirituales […] /A Coronda/... un viaje de seis o más leguas,
pérdida de tiempo y gastos no siempre fáciles para el hombre que depende única
y exclusivamente de su trabajo personal...”
También la presencia de protestantes en las colonias vecinas
(San Carlos, López y Belgrano) aparece entre las motivaciones que esgrimen
los reclamantes, quienes además sugieren la jurisdicción de la nueva parroquia:
“...un radio de más de cuarenta leguas cuadradas con las colonias Gessler,
Oroño, López y Loma Alta incluidas”. Consultados los párrocos vecinos,
respondieron positivamente aunque discrepando de los límites, ya que
mientras el de Gálvez sostiene que López y Loma Alta deben pertenecer a esa
jurisdicción, el de Coronda quizás, porque no se veía afectado, señala que
no concuerda con el Pbro. Rinaldi respecto a la adscripción de Loma Alta, ya
que la misma pertenece a la jurisdicción civil de Gessler, y allí debían ir
los colonos para sus trámites. Y agrega: “... el arroyo /Colastiné/ al que hace
referencia, además de estar demasiado cerca de Gessler, para límite de la
provincia, no es impedimento para el acceso de los fieles pues se ha provisto
de un buen puente que permite cruzarle aún en las crecientes”. Además
de esto, nos parece importante la exigencia que el Pbro. Gil y Santa Pau señala
como condición para la erección: “... se asigne y garante al Cura una subvención
que no baje de ochenta pesos mensuales, tanto para que pueda subsistir decentemente,
como para compensarle las erogaciones y cargas que gravitan sobre el párroco,
como ser las misas pro-pópulo, etc…”
Importante en el proceso de erección de esta parroquia es la
exigencia por parte de la Curia de un fondo parroquial que debe ser depositado
en el Obispado como garantía de la buena marcha de la misma, lo que prontamente
es cumplimentado por la Comisión de la Iglesia. Con fecha 14 de Diciembre,
Mons. Boneo escribe a los vecinos señalando que al haberse cumplimentado este
requisito solo faltaba la inspección del templo y la casa parroquial. Por
fin, el decreto por el cual se nombra Párroco al Pbro. José Bava, y por territorio
”... el que se halla comprendido dentro de los límites: N. Departamento
Las Colonias; S. Línea recta que parte del límite sur de la colonia López
hasta el FCBA y R; E. el FCBA y R; O. Departamento Las Colonias desmembrando
al efecto de su respectiva parroquia el territorio anunciado”.
Días después se erige Villa Cañás en el departamento Gral.
López, y por Auto del 16 de Febrero se le daba como límites Elortondo, Santa
Isabel, Teodolina, Colón y Domingo de Alvear, se la colocaba bajo la protección
de San José, y se nombra como primer párroco al Pbro. Juan José Mendí. Una
quincena después era erigida la parroquia de Zenón Pereyra en el Departamento
Castellanos, puesta bajo la protección de Santa Justina a cuyo frente se designaba
al Pbro. Manuel Gabaza.
En el mes de setiembre, se erigen las dos últimas parroquias
del año 1908: Elortondo en el Departamento Gral. López y Santa Clara de Buena
Vista en el Departamento Las Colonias. A la primera, se le da como titulares
a Santa Isabel de Hungría y San Francisco Solano recayendo el nombramiento
del cura Párroco el Pbro. Pedro Juan Ripoll y, en lo tocante al territorio,
el limitado por el camino Firmat a Venado Tuerto, Drabble, San Urbano y Carmen.
En el caso de Santa Clara, con fecha 25 de agosto, un grupo
de vecinos y el capellán de la colonia se dirigen al obispo solicitando la
elevación a parroquia, con tan buena recepción que el 28 de ese mes se expide
el decreto respectivo por el cual se crea la nueva jurisdicción bajo el patrocinio
de Santa Clara Virgen. El territorio de la nueva parroquia era el comprendido
entre los límites civiles de la misma (San Mariano, López, San Carlos y Gessler)
y a la cabeza de la misma se colocaba el Pbro. José Reina Marquez.
Así llegamos al año 1910 en que se erigen la tres últimas parroquias
del período estudiado, correspondiendo dos a la ciudad de Santa Fe y una tercera
al interior. Ambas erecciones estuvieron precedidas de un estudio encargado
a una Comisión formada entre otros por los Pbros. Gioda y Marzola quienes
consideran que debido a la población que en ese momento tenía la ciudad y
su desarrollo siempre creciente en los distintos barrios, lejanos de la sede
parroquial era necesario su división en cuatro Parroquias y una Vice parroquia.
Tras señalar los límites posibles concluían que esta división
era la que mejor se adaptaba al desenvolvimiento progresivo de la ciudad ya
que la parte norte que se distinguía por su desarrollo sería atendida por
tres Parroquias y la población rural que existía entre Santa Fe y Recreo por
las dos nuevas a erigirse. Tal propuesta fue objetada el 16 de diciembre de
1909 por el Cura Rector del Carmen quien alega que los curas no podrán atender
adecuadamente sus feligresías y que no obtendrán los recursos para el sustento.
Finalmente, en el último día del año, Mons. Boneo aprueba la división propuesta
por la comisión ad hoc , erigiendo dos nuevas Parroquias que comenzarían
a funcionar como tales a partir del primero de abril de 1910, siendo la primera
denominada San Juan Bautista, y que funcionara provisoriamente en el colegio
Jobson y la segunda San José, y que tendría como sede la parte ya construida
de la nueva Catedral. Entre los fundamentos de esta división señalaba:
”...
la demasiada distancia, la dificultad grande de los fieles para acudir a la
Iglesia Parroquial a recibir los sacramentos y a asistir a los oficios divinos,
la casi imposibilidad en que se encuentran los actuales párrocos de llenar
cumplidamente sus graves obligaciones no el celo que los distingue”.
La tercera parroquia se erigió con fecha 14 de setiembre en
el Departamento Belgrano sobre la base de la Vice Parroquia de Amstrong a
la que se le anexan los pueblos de Tortugas y Las Parejas.
Una alternativa a la erección de parroquias en aquellas poblaciones
y colonias que si bien no podían cumplimentar las exigencias del derecho de
Estola, fuente de incontables conflictos, deseaban tener un cura propio y,
en vista a los problemas suscitados entre los capellanes y los curas párrocos,
fue la creación de Vice Parroquias.
Atención
Pastoral de zonas marginadas
Muchas de las comunidades puestas bajo la jurisdicción de las parroquias
creadas desde 1898 en adelante, en la práctica quedaban marginadas o relegadas
de los beneficios espirituales debido a la distancia que separaba a estos
fieles de las respectivas sedes o a la inacción de los párrocos. En una carta
dirigida por José Raffo de San Genaro al Obispo, se expresa vivamente los
sentimientos de estos vecinos bastante alejados de la sede parroquial de Díaz
a la que pertenecían. En la misma no se reclama la erección de Parroquia como
en otros casos, sino que simplemente se solicita la presencia de un “Capellano”,
ya que según el demandante ”...aquí estamos viviendo como los animales
sin poder oír misa y todos los devotos pierden la devoción”.
Ya entrando este siglo la precaria atención de las pequeñas
colonias queda atestiguada en diversas notas como por ejemplo la del Pbro.
Francisco Zanfini quien en 1904 manifiesta: ”La parroquia /de Emilia/ tiene
tres capillas y de cada una piden de tanto en tanto oir misa”. Al año
siguiente el Pbro. José Tavella- Capellán de Jacinto Arauz- solicita permiso
para celebrar misa en Colonia Elisa a fin de que los niños puedan hacer la
primera comunión, aclarando: “Esta colonia es bastante lejos de Arauz y
eso hace así que unos cuantos de los quince años todavía no han cumplido su
deber”
Por la misma época el párroco de Emilia escribe al Obispo proponiéndole
la siguiente solución para la atención de los vecinos de Cayastacito:
“...
no hay inconveniente en celebrar un domingo al mes en Cayastacito dejando
sin misa a Emilia. En esta forma podría dedicar a los peticionistas tres días:
Sábado, Domingo y Lunes, enseñando el catecismo, explicando el evangelio,
oyendo confesiones y comulgando lo que diversamente no se podría llegar a
las 11 a.m. hora inoportuna para desarrollar una acción eficiente”.
Una de las alternativas que la curia encuentra para poder facilitar
a los fieles de las zonas que hemos denominado marginales para el cumplimiento
de sus deberes religiosos, es autorizar a los párrocos más cercanos a celebrar
misa y administrar los sacramentos. Así, nos encontramos con la autorización
al párroco de María Juana (año 1901) para que se celebre Misa en Angélica
o la otorgada al de providencia para celebrar en La Pelada teniendo en vista
los malos años que no permitían edificar capillas y en orden al bien de esos
fieles.
También en ese año se autoriza al cura de Santa Teresa, Pbro.
Rafael Bonnin, a celebrar y administrar sacramentos en Ripamonti y Dos Rosas
que pertenecían a Hersilia pero estaban más cerca de aquella localidad de
la vecina provincia. En otros casos, la autoridad Eclesiástica no concede
este tipo de permisos, ya que a pesar de las advertencias hechas sobre la
necesidad de entregar a la curia los lugares de culto, no se respetan en algunas
colonias estas disposiciones. Así, en marzo de 1903 se comunica al Cura de
María Juana la imposibilidad de celebrar misa en Eustolia por tratarse de
una capilla privada, en tanto que en el mes de octubre se autoriza al cura
de San Urbano a celebrar con altar portátil en Carreras siempre y cuando los
vecinos soliciten autorización para colocar la piedra fundamental y se escriture
el terreno a favor de la Iglesia.
En esta praxis de facilitar a los fieles la asistencia a los
lugares de culto, la jerarquía no duda en flexibilizar las jurisdicciones
parroquiales, como por ej. Cuando autoriza en 1901 a los colonos de Ituzaingó
que pertenecían a Providencia a incorporarse a la parroquia de Umberto I.
Otras veces son los mismos sacerdotes quienes solicitan estos cambios, como
bien lo ilustra una carta del Pbro. Alberto Incoronato, a cargo de El Trébol,
donde relata la situación de los vecinos de Piomonte:
“hallándose el territorio
de Piamonte más cerca del Trébol que a Carlos Pelegrini todos los fieles acuden
en esta iglesia para todo, sea para oir la misa, sea para confesarse, sea
para bautizar, para casarse, para llamar al sacerdote para auxiliar enfermos.
El /p.../ el confesionario rodeado de fieles de Piamonte que habían acudido
en esta iglesia para cumplir con el precepto pascual”.
Todas estas soluciones provisorias no podían impedir que se debilitara
la vida de fe y la consecuencia era el debilitamiento de las obras erigidas
por los fieles. En 1908, la Comisión de la iglesia de Centeno escribe al Obispo:
“Esta colonia llmo. Sr.está hoy poblada por agricultores que desgraciadamente
han olvidado la Santa doctrina de sus mayores”. Contemporáneamente José
Humbert, a la sazón director de la escuela Angeloni, en nombre de los vecinos,
manifestaba a Mons. Boneo: “...haga algo por esta localidad en donde existe
una rica iglesia construida por los vecinos, y que en la actualidad es comedero
de ratones. Permitir ese abandono es creo, cometer el pecado mortal que, en su día, Dios nos debe pedir cuenta a la par que es dar mal ejemplo a las
futuras generaciones haciendo que la fe del cristianismo desaparezca por completo”
Estas carencias manifiestas se trataban de suplir en algunos
casos por la realización de Misiones populares, predicadas muchas veces por
los mismos párrocos y en otros por misioneros especializados.
De las predicadas por los propios cura nos encontramos con
una santa misión del año 1901, efectuada por el cura de San Agustín en el
distrito Sauce Viejo, localidad que recién en los años 20 tendrá capilla propia.
La importancia de la misma queda registrada en crónica Boletín Eclesiástico,
donde leemos: “Las primeras comuniones han sido como 200, y las comuniones
totales se han aproximado a 400. Asimismo se han celebrado muchos bautismos
y muchos matrimonios, y se concluyó con una solemne función colocándose una
cruz para memoria de ese acto de caridad para aquellos pobres y de tanta gloria
para Dios”.
Pero más preocupante que la situación de estas colonias y villorios
que estaban situadas en zonas más o menos beneficiadas por una fuerte presencia
parroquial, era la realidad del noroeste provincial. Para tener una idea de
la vastedad del trabajo pastoral podemos mencionar la autorización otorgada
en 1908 al Pbro. Leonidas Rodríguez, Cura Vicario de San Antonio de Obligado.
Por la misma, se puede celebrar la Santa Misa en colonias como Santurce, Portugalete,
Aguará, La Verde, Las Avispas, Portalis, Capivara, El Tostado, San Bernardo,
Fortín Cacique y Campos del norte.
Una de esas poblaciones, Tostado, que estaba a cargo entonces
del cura Ceres, había sido misionada el año anterior y por los resultados
obtenidos podemos imaginarnos las carencias vividas hasta el momento en cuanto
servicio religioso.
Al respecto informaba el Pbro. Pablo Calleri: “La Misión
principió el día 25 del ppdo. Mayo y concluyó el 9 del cte. mes (junio) desplegando
así los Padres Misioneros su celo y Trabajo apostólico durante quince días
completos entre aquellas poblaciones ansiosas del bien y de quien le reparta
la palabra de vida. Como dicen muy bien los Padres Misioneros, cada misión
tiene su sello particular y la de Tostado tuvo el sello particular de las
misiones principiantes […] En efecto, durante esta misión administraron 133
bautismos, 26 matrimonios, 497 confirmaciones, habiendo confirmado a personas
de 20 a 50 años de edad, 125 niños hicieron su primera comunión, habiendo
sido numerosísimas las comuniones de personas mayores, cuyo número no se ha
podido tener en cuenta por las continuas tareas de los misioneros […] La población
toda de El Tostado y del campo, que acudía de 20 a 40 leguas de distancia,
ha quedado sumamente agradecida por tantos beneficios por parte de los Padres
Misioneros... ”
III.
CONSTRUCCION DE TEMPLOS Y CAPILLAS
La
Argentina “Nueva” y los templos
Para los hombres que organizaron el país a partir de Caseros, lo importante
era adueñarse de la llanura para vencer de este modo el desierto y, de la
explotación de las tierras incultas, obtener las riquezas que nos permitirían
ser un estado moderno. En este proyecto, las poblaciones tal como se les había
concebido en la época hispánica, no importaban demasiado y, las mismas, prosperarían
luego más, por la acción de los particulares, que por el impulso del Estado.
Si el objetivo era ganar la tierra y generar riquezas, menos aun se podía
pensar en la construcción de templos, lo cual no era simple pragmatismo, sino
que tenía sus fundamentos teóricos.
En el catecismo
de la Argentina moderna que son “Bases”, Juan Bautista Alberdi sostenía que
“... los caminos de hierro son en este siglo lo que los conventos eran
en la Edad Media, cada época tiene sus agentes de cultura”, y más adelante
agrega que “...el pueblo de la Caldera (Inglaterra) se ha improvisado alrededor
de un ferrocarril, como en otra época se formaba alrededor de una iglesia...”.
En su obra
“La región del trigo”, Estanislao Zeballos, escribía refiriéndose a Santa
Fe: “Esta ciudad se compone propiamente de dos cuerpos: Santa Fe colonial
y Santa Fe moderna. La ciudad primitiva, antigua, que se transforma lentamente
y la ciudad nueva, reciente, extranjera, iba a decir italiana (...) Opino
que la ciudad nueva absorberá al Santa Fe de los blasones, del Cabildo y los
Conventos (...) En la ciudad nueva no hay templos y hace treinta años que
están a un cuarto de altura los muros de la Iglesia del Pilar (del Carmen)
que no es posible terminar; pero ella tiene un excelente mercado de abasto
y sobre todo el puerto”.
Por la misma época, Jonás Larguía constataba que, en materia religiosa,
Rosario era más bien indiferente en oposición a Santa Fe y daba como razón
“... la composición cosmopolita de la población, en la cual campea abiertamente
el elemento liberal y del progreso”.
En 1890, Teodoro Child, viajero extranjero imbuido del espíritu de
progreso, hace referencia al templo en construcción de Rosario, cuyas paredes
hace ya ocho años su revestimiento, para concluir:
“¿Pero que importa?
Nadie en Rosario se interesa por las iglesias, es una ciudad de comerciantes,
es sobre todo una ciudad de gente joven que, terminado su trabajo de oficina,
va a distraerse al club o a la taberna, en espaciosos cafés o en las calles
de billar”.
Los contratos de colonización y la legislación provincial en dicha
materia, obviarán toda referencia a los lugares de culto, salvo Beck – Herzog
respecto a San Carlos, donde por lo demás todo es bastante confuso ya que
convivían católicos y protestantes.
En la Argentina “Nueva”, los templos poco o nada tienen que hacer,
ya que el “progreso” que como fascinación se vive en aquellos tiempos, no
precisa de ellos y se los considera como rémoras de un pasado que no volverá.
Importancia del templo para los inmigrantes
En la tradición cristiana, el Templo (ya como Iglesia parroquial, ya
como capilla u oratorio), ocupa un lugar singular debido a que representa
el único Templo por excelencia que es Cristo. Como bien señala Y. Congar:
“Es verdad, no hay otro templo perfecto que el Cuerpo de Cristo, pero el
Cuerpo de Cristo es también sacramental y místico”, por lo cual “...nuestras
Iglesias son también templos: ellas son el lugar que abriga el cuerpo sacramental
y el cuerpo místico (conmunionel) de Jesucristo, el altar (tabernáculo) y
la asamblea de los fieles”.
Lo que vale
para todos los católicos tenía una importancia fundamental en los países de
origen de los inmigrantes, especialmente en lo que respecta a los italianos,
para quienes el templo era en si mismo un motivo de piedad. El “Manuale di
Filotea” que traían muchos inmigrantes, contiene una serie de jaculatorias
relacionadas con el templo: “Nell’ andare alla Chiesa”, “Nell’entrare in Chiesa”,
“Nell prendere l’Acqua Santa”, Nell’ uscire di Chiesa”, etc. La descripción
de las parroquias italianas en la segunda mitad del ochocientos nos muestra
la importancia del templo parroquial y los oratorios, y como en los altares
de los mismos se manifiestan las devociones religiosas de la época.
Sobre la Parroquia de Breganza situada en la diócesis de Vicenza
nos dice Ludovica Zolin: “Oltre alla chiesa parrocchiale ed alla chiesa
curaziale in localitá Margnole, essistevano numerosi oratori privati, propietá
per lo piú di famiglie nobili o ricche. La chiesa parrocchiale, di cui si
ignora la data di erezione, era dedicata a Santa María Assunta. (...) Glia
altari da cinque furono portati a sette: altar maggiore, al S. Cuore di Gesú,
alla Vergine del Rosario, a S. Giuseppe, a S. Antonio, a S. Nicola, al beato
Bartolomeo da Breganza. I loro titolare sono significativi delle principali
devozioni della popolazione: al Sacro Cuore, alla Madonna, ai Santi populari
S. Antonio, San Giuseppe. La chiesa di Margnole, di propieta Brogliati, e
come tale dipendente dalla commissaria Brogliati, era dedicata a San Francesco
di Paola. Fue eretta in sacramentalmete durante la visita pastorale del vescovo
Farina nel 1865, considerando questi la distanza del luogo dalla parrocchia
ed il numero dei fedeli. Era affidata ad un sacerdote stabile”.
La importancia
de los templos y capillas en la vida de los inmigrantes, es también destacada
por aquellos que estudiaron el fenómeno religioso entre los que asentaron
en Brasil como Riolando Azzi y Arlindo Itacir Battistel..En A IGREJA E OS
MIGRANTES, señala el primero: “E absolutamente indispensavel na análise
de inmigracao italiana no Brasil reconhecer a importancia da fé católica,
como fator de aglutinacao social (...) Como condicao preparatória para a vinda
de sacerdotes, as colonias todas se esforcavam e esmeravam na construcao
de capelas, a fin de que as expressoes de culto e devocao católicas, tipicas
de sua terra de origem, pudessen continuar a ser celebradas, sem interrupcao
de continuidade”.
Por
su parte, el segundo sostiene en COLONIA ITALIANA. RELIGIAO E COSTUMES:
“Sem dúvida, hoje ainda o maior documento da religiosidade e fé dos inmigrantes
italianos, sao as capelas. Além de expressarem a fé, atestan sempre o inicio
de comunidades. Os colonos ao se instalarem en suas terras imediatamente providenciavam
un lugar para rezar em comum. No inicio rezavam o terco debaixo de arvores.
Em seguida, construiram capelas.”
Frente a los hombre del siglo, no faltaron voces que reafirman la importancia
del templo, y lo harán en un ámbito tan asépticamente científico como lo era
la Sociedad de Geografía, que en Buenos Aires presidía Francisco Lotzina.
En este sentido, harto elocuente es el testimonio de Gabriel Carrasco
quien decía en abril de 1887: “El colono es esencialmente católico, o esencialmente
deísta, cualquiera sea su religión; por lo general, como nuestra inmigración
pertenece a la raza latina, es católico. Son hombres acostumbrados a cumplir
con sus deberes religiosos, y el día Domingo, que ellos santifican a su manera,
de una o dos leguas o más, se dirigen al punto más cercano que tenga iglesia,
para cumplir sus deberes religiosos. El colono, acostumbrado a hacer perpetuamente
la vida de familia, se traslada en su carro (que, entre paréntesis, ha sido
hecho en la misma colonia), guiando él sus caballitos, llevando a su lado
a su familia, detrás los sirvientes o peones, y por último, hasta seguido
de los perros de la casa. Así se hace sus leguas y llega al punto en que hay
iglesia, donde cumple sus deberes religiosos. En seguida van a festejar el
día en el almacén más próximo; allí encuentran preparada buena alimentación
y, sobre todo, buen vino; pasan el resto de día en conversaciones, música
y bailes, y cuando las sombras de la noche tienden su manto, recogen sus caballitos
y regresan a sus hogares. Esto sucede donde hay Iglesia; donde no hay iglesia,
no van. Y como son 100 carros que representan 500 individuos, o 200 carros,
o aun más, resulta de ese enorme consumo de toda clase de artículos, un progreso
tan grande para los pueblos que tienen Iglesia, que en los que no la hay los
vecinos se apresuran a construir por lo menos una capilla.”
En el campo eclesiástico, gran pastor de la “Pampa Gringa”, Monseñor José
María Gelabert y Crespo, señala por su parte en 1888:
“...en las colonias
se observa este empeño verdaderamente extraordinario, por levantar espaciosos
y bellos templos debido, aparte de la piedad probada del colono a la convicción
que existe, de que una Iglesia es la mayor garantía de la prosperidad de una
colonia y su rápido adelanto.”
Ya Jonás Larguía, hacia 1882 había también comprobado que frente a la irreligiosidad
de Rosario, “en los demás pueblos y colonias, particularmente estas últimas
que son probadas por italianos, se han construido algunas capillas, y se construyen
a medida que se asientan las poblaciones.” El Censo de 1895 vuelve
sobre la importancia del templo en la vida de los colonos, sosteniendo:
“En
la República Argentina, donde es tan frecuente, especialmente en las provincias
agrícolas, la fundación de nuevas colonias cuyo centro está constituido por
un pueblo naciente, la Iglesia es el centro en cuyo derredor se desarrolla
la edificación. Al fundarse una nueva colonia su propietario destina uno de
los mejores locales para construir en él un templo que forme el centro del
pueblo. La construcción se hace ordenadamente por medio de suscripciones populares
en que toman parte casi todos los habitantes y la iglesia desde el día en
que se coloca el primer ladrillo, se convierte ya en el centro de la nueva
colonia a la que acuden sus moradores para practicar la ceremonia de culto
y formar en seguida sus relaciones sociales y comerciales. Como de esto resulta
que el sitio preferido de cada pueblo es la cercanía de la Iglesia, ésta se
rodea pronto de las primeras casas y resulta así que cada templo es un nuevo
signo de progreso.”
Finalizando el siglo, y refiriéndose al Chaco santafesino, en carta
al Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública recordaba el padre Vicente
Caloni que “el templo (...) en esos pueblos, es el centro adonde afluyen
todas las nobles aspiraciones de sus habitantes...”.
Edificaron templos para honrar a dios
Un descendiente de aquellos inmigrantes y sacerdote del clero santafesino nacido en el corazón de la “Pampa Gringa”, el Pbro Domingo Balbiano, testimoniaba
que aquellos colonos se habían empeñado en dos cosas: hacer escuelas para
que sus hijos se integraran a este suelo y edificar templos para honrar a
Dios, fundamentalmente a través de la celebración eucarística. En estas obras
pusieron su corazón y con el impulso de Monseñor Gelabert y Crespo hicieron
florecer esta tierra antes desierta con templos y capillas, algunas de cuales
se mantienen de pie. La historia de cada uno de los pueblos y colonias y los
Informes del citado Pastor, nos ilustran en este singular proceso. Para sintetizar,
seguiremos a Monseñor Gelabert y Crespo, quien con fecha 04 de febrero de
1873 escribía al Ministro Avellaneda: “...con ocasión de la (Visita) que
acabamos de verificar a la Provincia de Santa Fe, hemos tenido que lamentar
la falta de templos en la campaña tan poblada hoy (...) con templos más adecuados,
nuestras visitas Pastorales serían más provechosas, pero desgraciadamente
faltan recursos pecuniarios para levantarlos.”
Al año siguiente, aunque refiriéndose a la misma visita, el Obispo
se dirige al entonces Gobernador de Santa Fe, Dr. Simón de Iriondo, quien
ejercía el Vice-Patronato, y en una extensa nota vuelva a escribir la situación
observada. En dicha nota, refiere que con ocasión de la visita pastoral
tuvo ocasión de conocer personalmente “...la sentida cuanto premiosa necesidad
de promover la erección de iglesias o templos en varios departamentos de esta
provincia...”.
Es interesante
hacer notar que Monseñor Gelabert y Crespo no se detiene en la simple constatación
de tan difícil realidad ni se limita a apelar a las autoridades para la solución
de este problema, sino como indica al Ministro Avellaneda:
“Conseguimos
interesar a los vecinos librándoles de sus esfuerzos, sin cejar de ayudarles
también nosotros con nuestro pequeño contingente, a pesar de las atenciones
que nos agobian”, en tanto al Gobernador comunica “...hemos dispuesto se construyan
dichos templos y nombrado las respectivas Comisiones que deberán encargarse
de esos trabajos...”
Años antes,
1868, había ya manifestado su preocupación al Ministro Costa por la lentitud
del templo en la zona del puerto de Santa Fe, “...cuya necesidad es cada
vez más sentida por cuanto la población en aquella localidad crece considerablemente”,
y al año siguiente, igual preocupación por el templo parroquial de Rosario,
donde su estado mucho no parecía importar en ciudad tan cosmopolita y el proyecto
presentado no llenaba sus deseos “...de que la gran ciudad de Rosario tenga
un templo no sólo más sus necesidades religiosas, sino también que sea más
conforme con su importancia”. El informe del año 1876 al Ministro Leguizamón,
refleja la situación inestable que vive la región del Litoral en lo político,
lo cual ha retardado hasta la fecha la construcción de templos en varios centros
de la provincia y se vuelve a lamentar por las condiciones de la Iglesia Matriz
de Rosario. Al año siguiente si bien la situación general por la que atraviesa
la Diócesis se mantiene idéntica, no sucede lo mismo con los templos, ya que
se había concluido “...la construcción de un templo en la colonia de San
Jerónimo en la Provincia de Santa Fe; está ya habilitada para el servicio
al Culto la nave principal del templo de la colonia San Carlos, para terminar
la parte de ornato exterior en el de la colonia Esperanza, y haberse colocado
la piedra fundamental para una iglesia en la nueva colonia “Gessler”.
Dos años después, Monseñor Gelabert y Crespo comunica que nuevas colonias
se suman a las que desean lugares de Culto, colocándose las piedras fundamentales
en Francklin y Helvecia, pero lo que más conmueve al Obispo, es el hecho de
ver que sus exhortaciones han rendido fruto. Así escribe: “...hemos tenido
la satisfacción de funcionar en la Iglesia (de Carmen) del Sauce y Totoras
completamente terminadas, y cuya iniciativa tomamos en nuestra anterior visita.”
En 1881, al
Ministro Pizarro, le informa que “...en las florecientes colonias de la
provincia de Santa Fe se han levantado varias espaciosas capillas sin hacer
demasiadas especificaciones, aunque vuelve a insistir en la necesidad de que
Rosario contase con un templo adecuado a su importancia.” Al año siguiente
manifiesta su satisfacción en poder informar en lo que respecta a la construcción
de templos y se detiene en el de Rosario y los arreglos de San Carlos y Esperanza,
en tanto que reconociendo la estrechez de la capilla de colonia Pilar señala
que está provista de los útiles indispensables y atendida con esmero. Claro
está que el Obispo no se contentará con esto, y en su visita Pastoral a Pilar
del año 1883, dispone: “...siendo de reconocida necesidad el construir
una nueva iglesia o por lo menos dar mayor extensión a la que actualmente
existe, en vista de sus reducidas dimensiones para poder contener la multitud
considerable de fieles que asisten a ella para cumplir sus deberes religiosos;
el Obispo recomienda con el mayor encarecimiento del actual capellán promueva
oportunamente la realización de dicha obra por todos los medios a su alcance,
ya sea levantando una suscripción mensual, ya sea solicitando del vecindario
en determinada época algunos donativos con tal objetivo.”
Durante el año 1882, los trabajos no disminuyeron, y al parecer, los
templos se convertían en una necesidad “...cada vez más sentida y más preciada
su importancia”, habiéndose concluido el de Santa Teresa (Totoras), y estando
a punto de finalizarse los de Rosario y Cañada de Gómez mientras se continuaban
las obras de Gessler. A pesar de la inexistencia de legislación que promueva
la construcción de templos y capillas, la estabilización de pueblos y colonias
alienta el surgimiento de los mismos. Así puede informar en 1885: “La Iglesia
del pueblo Cayastacito se ha terminado, como también la edificada recientemente
en la colonia Providencia. En la colonia Emilia se activan los trabajos de
construcción de la Iglesia, que tanto reclama su vecindario.”
En 1885, el panorama se presenta promisorio ya que se concluyen los
de Cañada de Gómez, Gessler y Progreso; y a la par pleno de expectativas ya
que se colocan las piedras fundamentales en las colonias Susana, Lehmann,
San Agustín (segundo templo) y Rafaela. Los años siguientes (1887 – 1888)
también son halagüeños ya que “...la construcción de templos sigue en escala
ascendente en las tres provincias” y se continúan “...las obras emprendidas,
a veces a costa de sacrificios y venciendo dificultades”; y paralelamente
“...se inician nuevas iglesias, como centros de futuras ciudades” por
lo que como indica el Obispo “...largo sería enumerar una por una todas
las obras de este género que se han emprendido y prosiguen.”
Por cierto que los hechos más destacables serán la inauguración del templo
parroquial de Rosario en 1888 y el anuncio de acto similar en Santa Fe, con
la Iglesia del Carmen, que “...prestará servicios importantísimos al numeroso
vecindario del norte, donde está ubicada.”
La crisis del ’90, que afectará profundamente la vida económica y social del
país, y que en el caso de las colonias tendrá una repercusión más profunda,
ya que el Gobierno apelará al impuesto al trigo como único medio de equilibrar
cuentas, no detendrá sin embargo este proceso de edificación de templos y
capillas. Con fecha 08 de enero de 1892, el Obispo informa al Ministro Balestra:
“La edificación de Templos no ha cesado (...) a pesar de la situación precaria
que nos agobia. Se lo probará a V.E. el hecho de haberse colocado piedras
fundamentales en los pueblos de San Carlos Norte, Matilde, Vila, Crespo, Saguier,
Giordani y haberse entregado al servicio del Culto las iglesias de Cavour,
Moreno, San Francisco, Eloy Palacios, Angeloni, Villa Casilda y Matilde entre
otros tantos.”
A partir de entonces fue imposible detallar el número de lugares de
culto construidos a lo largo y a lo ancho de la provincia, “...que no han
cesado un punto”, como informa en 1893. En Rosario se concluyen en 1892
la iglesia de los irlandeses y las de los hospitales de la Caridad e Italiano;
lo mismo sucede en Oroño, Díaz, Eustolia, Grutly y otras colonias. También
para esa época se comenzaban a distinguir los templos por su capacidad y ornato,
considerándose como tales en las colonias, el de San Jorge, San José de la
Esquina, San Carlos Norte, San Genaro, Saguier, Zenón Pereyra, Vila y Felicia.
En virtud de lo anterior, en mayo de 1894 puede informar que “...el
culto ha adquirido en el año que acaba de transcurrir (1893) nuevos y hermosos
templos, especialmente en las colonias y pueblos agrícolas, que con tanta
profusión ve fundarse en la provincia de Santa Fe.” Los templos que se
habilitan en esta época son los de Sunchales, Presidente Roca, Cañada de Gómez
y Carlos Pellegrini entre otros, debido al esfuerzo de los respectivos vecindarios.
Durante 1894
continúa la construcción de templos en las colonias y los de los centros urbanos
de importancia se van embelleciendo, como el de Rosario que merece figurar
entre los primeros de Sudamérica y el de Santo Tomé, al que el Obispo le dedicará
un cuidado especial. Similar situación se repite en el año 1895, con tantas
obras, “...cuyo detalle fatigaría a V.E., además de ser innecesario”,
según palabras del Obispo al Ministro. El informe postrero de Monseñor Gelabert
y Crespo al Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la Nación,
escrito pocos meses antes de su muerte, señala: “La construcción de templos
y capillas no han cesado un momento a pesar de las tristes condiciones económicas
del presente”.
Concluye el informe con la descripción de las obras en curso, indicando
entre las más notables, la futura Catedral del Obispado de Santa Fe, erigido
ya canónicamente por el Santo Padre. Monseñor Gelabert y Crespo creía de verdad
que los pueblos que florecían en nuestra campaña, crecerían, y él mismo pudo
contemplar que “...las grandes corrientes de inmigración que invaden nuestros
campos y (van) poblando el desierto hacen desaparecer los bosques reemplazándolos
con doradas mieses y vistosos jardines”, por lo cual con visión de porvenir
ordenaba al autorizar la construcción de un templo que se destinara para el
mismo media cuadra o al menos un cuarto de manzana y aunque se fabricase sólo
una parte del mismo, se hiciese un plano ”...de mayores dimensiones para el
futuro...” Y junto con esto, la magnificencia del lugar de Culto, que
debe ser “...espacioso y decente, digno de la Majestad del Culto que se
tributa a la Divinidad”.
Al finalizar el siglo XIX, la provincia de Santa Fe contaba con 42
templos parroquiales, 83 pertenecientes a capellanías o lugares habilitados
para el culto divino, 52 capillas particulares, todas fruto del trabajo y
del aporte de los vecinos, a las que se pueden agregar las que construían
comunidades religiosas anexas a sus colegios y obras de caridad.
Ya en nuestro siglo, Monseñor Boneo fomentará y apoyará la construcción
de capillas en los lugares que carecían de los mismos, e instará a la renovación
de las antiguas construcciones y en muchos casos al reemplazo por construcciones
más sólidas y majestuosas, dando el mismo el ejemplo, con la Basílica de Guadalupe
que vendrá a reemplazar la iglesia erigida por el ermitaño Javier de la Rosa.
IV.
LAS PRACTICAS RELIGIOSAS
Otro de los ámbitos en el que la inmigración dejará su impronta será
en el de los ejercicios devocionales, ya que a las antiguas prácticas a que
eran afectos los habitantes de la región y que habían heredado de España,
ellos las enriquecieron con otras, propias de sus regiones de origen. Tal
será el impacto que en las primeras décadas de este siglo un Inspector de
Parroquias que visita las comunidades del oeste santafesino, señala que los
criollos sienten que todo ha cambiado en su vivencia religiosa ya que el cura
habla un idioma extraño para ellos y los santos que están en las hornacinas
les son muchas veces desconocidos.
Jesucristo y la Virgen María
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús ocupa la centralidad del culto
al Señor en la “Pampa Gringa” santafesina, donde su presencia se multiplica
por doquier, tanto en los altares de los templos como en los recintos familiares.
De la lectura de los inventarios parroquiales se constata esta presencia en
San Carlos Centro donde existe “un retablo con la estatua del Sagrado Corazón
de Jesús ; en Gálvez, altar e imagen de culto; en Colonia Belgrano, un cuadro,
al igual que en Crispi, en Llambi Campbell, una estatua, y lo mismo en María
Juana, Humberto Primo, Arauz, San Justo, Sarmiento, Pilar y. En el caso de
Rafaela, su capellán en carta al Obispo señala: “Hay aquí un altar hermoso
dedicado al deifico Cuore y en el medio se halla colocada un encantadora estatua
de madera de porte natural, que lo representa como apareció a Santa Margarita
María” .
Existen también
lugares donde los inventarios no registran esta presencia, pero a la vez,
en los pueblos que no poseen imagen del Sagrado Corazón, se hacen esfuerzos
por adquirirla. Así, el Pbro. Gerónimo Pontorrieri, desde El Trébol, solicita
permiso al Obispo en 1901 para “...poder comprar una estatua del Sagrado
Corazón de Jesús del valor de $ 150, con dinero que ofrecerán los del Apostolado
de la Oración y otros devotos”, en tanto en 1905 el capellán de Sastre
informa que la Junta Directiva del Apostolado de la Oración ha determinado
conseguir una imagen del Sacratísimo Corazón de Jesús que desea exponer a
la pública veneración el día 14 de setiembre, fiesta de la Exaltación de la
Cruz. La importancia de este tipo de adquisiciones para la piedad de los fieles,
queda reflejada en una nota del Pbro. Francisco de Rojas, capellán de San
Agustín, quien dice: “Ya nos vino de Buenos Aires, la primera imagen del
Sagrado Corazón de Jesús, que cayendo el día de la Asunción del Señor fue
bendecida y colocada en la Iglesia con gran entusiasmo y religiosidad” .
Durante el mes de junio se celebra el llamado mes del Sagrado Corazón
según las normas canónicas, y los primeros viernes del mes, dedicados al culto,
se celebra la Misa de “Comunión General”.
Así sucede
en Esperanza, Gálvez, Rafaela donde, según informe de su capellán, se celebra
la Misa a media mañana, se predica sobre el tema para aumentar la devoción
y al final se bendice solemnemente con el Santísimo Sacramento y se canta
un himno al Sagrado Corazón. En el caso de Esperanza, además, cada primer
domingo del mes por la tarde se dedica a fomentar esta devoción, con pláticas
sobre la misma y en San Agustín, se reza una oración en su honor cada domingo.
En algunas oportunidades, se hacen celebraciones especiales, como aconteció
en Pueblo Casas en el año 1900, donde el 1º de Enero se hizo una consagración
de toda la colonia al Sagrado Corazón. En orden a atender y difundir su culto,
existen asociaciones, como la “Congregación del Sagrado Corazón” en Gálvez
y Rafaela, donde se encuentra también el “Apostolado de la Oración”, que sumados
alcanzan 800 socios en 1898. Lo mismo sucede en San Agustín, donde según su
capellán, “la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús, Apostolado de
la Oración, ha tomado un incremento asombroso (vistas las condiciones y estado
de esta pequeña colonia) pues contamos ya con 13 coros de señoras de 15 cada
uno, son 200 congregantes y cuatro coros de hombres y más que se apuntarán”
.
La importancia de
estas asociaciones en vistas a preservar dicho culto queda de manifiesto en
una nota del Pbro, Pedro Roselló, quien manifiesta al Obispo:
“...deseoso
yo de plantar en este pueblo y en un católico espíritu, tan santa devoción,
suplico a V.I. el competente permiso para la instalación del Apostolado de
la Oración del Sagrado Corazón de Jesús” .
Ahora bien, no debe pensarse que este culto es solamente una práctica
popular, sino que tiene impulso eclesiástico, y está ordenado al crecimiento
entre los católicos del amor a la humanidad de Jesucristo y la participación
en la Eucaristía. En el caso de la Nueva Diócesis de Santa Fe, se ordena por
nota de Vicaría General del 12 de mayo de 1899 que “en todas las Iglesias
parroquiales se celebre el mes del Corazón de Jesús consagrándole todos los
días del mes de junio” y el Boletín Eclesiástico del 16 de junio de 1901
publica las Letanías del Sagrado Corazón. Dos semanas más tarde, el mismo
Boletín publica un artículo donde se lee: “La imagen del Sagrado Corazón
de Jesús en las casas, es señal de vida cristiana, es una protesta de amor
y de confianza en su divina protección. No es como blasfemamente ha dicho
un diario masónico, símbolo del oscurantismo; porque es imagen de Aquel que
dijo: Yo soy la luz del mundo, quien anda conmigo no conocerá las tinieblas”
.
Tanto en lo
público como en lo privado, al punto que en muchas casas ocupaba el lugar
del Crucifijo, el Sagrado Corazón es el “culmen” de la devoción de la persona
del Señor y por lo tanto de la piedad católica (que siempre es cristológica),
lo cual explica que por ejemplo, en 1901, los vecinos de El Trébol, quieran
desplazar del nicho central del templo a su patrono San Lorenzo Mártir, para
colocar la imagen de Aquél que al decir del Padre Palmieri de Rafaela es el
“único refugio en este siglo de impiedad” Cristo crucificado tiene
su momento prominente en la Semana Santa, aunque se comienza ya durante la
Cuaresma, con el rezo del Vía Crucis.
En el caso de Esperanza, el Vía Crucis se rezaba tres veces por semana
en Cuaresma y durante la novena de las Animas, en tanto en Rafaela sólo los
viernes en Cuaresma y del lunes al miércoles en Semana Santa. En San Agustín,
el Viernes Santo se llevaba a cabo una procesión por el pueblo con la reliquia
de la Santa Cruz También en Rafaela se constata la devoción al Cristo yacente,
fundamentalmente el Viernes Santo, donde se realiza una procesión alrededor
de la plaza llevando la estatua de Jesús Muerto, concluyendo la misma con
el llamado Sermón de Pasión. En menor grado encontramos la devoción al Niño
Jesús, cuya imagen aparece en los inventarios de diversas comunidades.
Otra devoción,
si bien referida al Cristo Eucarístico, es la denominada de las Cuarenta horas
que nacida a inspiración de San Antonio María Zacarías, se divulgó por toda
Italia a partir del siglo XVI y fue aprobado en la “Instrucción Clementina”
del Papa Clemente VIII. Dicho culto consiste en la adoración de la Eucaristía
durante tres días, y de este modo el cristiano cumple con sus deberes para
con Jesús Sacramentado: adorar, agradecer, reparar y pedir.
En Gálvez, esta celebración se realizaba anualmente después de la fiesta
de la Natividad de la Santísima Virgen, por lo menos desde el año 1894, para
lo cual se debía contar con el permiso del Obispo diocesano. En su informe
del año 1898 a Monseñor Romero, el capellán de Irigoyen hace la siguiente
alusión a este culto: “He instituido también las Santas Cuarenta Horas
que por el concurso de los pueblos cercanos, duraron cuatro días, habiendo
a disposición 5 confesores y he podido compartir así la comunión con 1.023
personas” .
Tocante a la secuencia de la celebración, un afiche correspondiente
a las “Quaranta Ore” celebradas en Vila en 1915, nos informa: “27,
28 e 29 Giugno 1915
per impetrare la pace fra tutto le genti, e la bendizione di tutti la campagne.
Nei suddetti giorni, le funzioni saranno cosi distribuite. Ore 6 a.m. Confessioni.
Ore 8.30 a.m. Messa bassa; esposizione del S.S.Sacramento; cantici sacri Ore
10.30 a.m. Messa cantata; predica, bendizione, cantici sacri Ore 1.30 p.m.
Confessioni Ore 3 p.m. Vespri solemni; predica, bendizione; cantici sacri.
GIORNO 29. Oltre alle menzionate funzioni, vi sará la processioni del S. Cuore
di Gesú.
Sobre estas celebraciones y los frutos que de ellas se obtienen, escribe
en 1900 el Pbro. Francisco Comini, capellán de María Juana:
“...la Iglesia
ha sido transformada en el Paraíso, donde las lágrimas de penitencia se mezclaban
con los cánticos de amor a Nuestro Señor Sacramentado. Con una población cosmopolita
la comodidad de confesores que conocen diversos idiomas, da un impulso irresistible
al sentimiento religioso de los buenos católicos inclinándolos a cumplir gustosos
con el precepto”.
Años después, en 1919, el Pbro. Rinaldi, nos deja el siguiente cuadro de las
celebradas en Gálvez: “El domingo 14 se principio a las Santas Cuarenta Horas.
El día era esplendoroso, el concurso de gente consolador. La Iglesia repleta.
Por la noche del 14 llegó el Rdo. Padre Luis Marcaccini, Párroco de Santa
Clara de B.V. que comenzó a confesar. Al lunes muy temprano, nos pusimos al
trabajo y confesamos hasta las 10 a.m. El concurso de adoradores era consolador”.
La devoción a Jesús en la Eucaristía no se agotaba en esta celebración,
sino que había otras como nos lo relata el capellán de Rafaela:
“Acabada
la Misa, exposición del Santísimo con el canto del O Salutaris hostia, etc.,
con su correspondiente incensación. Delante de su Majestad expuesta se rezan
tres pater, ave y gloria, y uno según la intención de los Sumos Pontífices;
en seguida se canta el Tantum Ergum, etc., bendición solemne con el Venerable
y se concluye la función con el canto del Salmo Laudate Dominum, etc...” .
Por la tarde, y luego del catecismo a los niños y el rezo del Rosario
y el canto de las Vísperas, se continúa con el culto al Santísimo Sacramento,
lo que a continuación se describe: “Después de la exposición media del
Ssmo., es decir, abro el tabernáculo con el canto O Salutaris incensando por
tres veces sin sacarlo afuera. Con el tabernáculo abierto y en compañía de
los asistentes rezo en alta voz las oraciones de la buena muerte, 5 pater,
Ave, Gloria y Bendito Sea Dios, se canta el Tantum Ergo con su oración y después
con el canto de la jaculatoria Vi adoro ogni momento, incienso de nuevo y
cierro el tabernáculo” .
La devoción a la Madre de Dios, tendrá un lugar prominente en el corazón
de los fieles, quienes traían sus propias advocaciones marianas veneradas
en los pueblos de donde emigraban. Así aparecen la Virgen de Caravaggio, de
la Estrella, del Perpetuo Socorro, de Pompeya, de las Gracias, del Consuelo
y el Sagrado Corazón de María entre otras.
Sin embargo,
ninguna de estas advocaciones logró difundirse por toda la región, en tanto,
la antigua advocación de Guadalupe se convirtió en el Centro Mariano por excelencia
que congregó a nativos e inmigrantes. En un informe de 1898, el capellán de
Esperanza señala que todos los años, los vecinos de esta población hacen una
peregrinación a Guadalupe, tradición ésta que por lo menos se remonta a 1895.
Creada la Diócesis de Santa Fe, el Obispo Monseñor Boneo, propone a
la Santa Sede que la patrona y titular de la nueva jurisdicción eclesiástica
sea Nuestra Señora de Guadalupe, lo cual es concedido por el Papa León XIII
en junio de 1899.
El hecho de
que Santa Fe era una provincia donde sus habitantes se dedicaban a las actividades
rurales, fundamentalmente agrícolas, determinó que la fiesta se celebrase
no el día 12 de diciembre que cae en plena temporada de cosechas, sino en
el tercer domingo de Pascua. De este modo, los colonos podían realizar sus
trabajos con tranquilidad y a la par aprovechar para cumplir con los preceptos
pascuales de confesar y comulgar. A partir de entonces, la convocatoria anual
de la peregrinación al Santuario diocesano, será uno de los ejes del catolicismo
santafesino.
En el año 1904, el cura de San Justo escribe: “...no faltaron
algunos de esta Parroquia que según dicen preparan su viaje para el sábado
a Guadalupe”. Años más tarde, en 1911, el padre Matías Crespi envía la
siguiente relación al Obispo:
“Para afianzar más y más los propósitos
de la Santa Misión propuse a los jóvenes de la Colonia visitar el Santuario
de la Virgen de Guadalupe y lo recibieron con gran entusiasmo, el 4 salimos
de Grutly, en número de más de 50 y el 5 en la capillas de las Hnas. Adoratrices
rezamos las oraciones de la mañana, llegamos al Santuario rezando el Santo
Rosario y fuimos recibidos por el encargado de la Iglesia con la cruz y el
repique de campanas. Recé la Misa en acción de gracias por la lluvia de este
año. Luego trasladados al camarín aceptamos todos a la Virgen de Guadalupe
por Madre y renovamos las promesas del bautismo y ratificamos los propósitos
de la misión” .
El Boletín Eclesiástico, informa ese año acerca de los peregrinos que
desde lejanos puntos afluyen a Santa Fe para esta fecha.
Así el de 1903 hace referencias a peregrinos venidos de Rosario, El
Trébol, San Jorge, San Justo, Venado Tuerto, Casilda, San Genaro, Rafaela,
Coronda, Llambi Campbell, San Lorenzo, Santo Tomé, San Carlos Centro, San
Gerónimo, Orellanos, San Carlos Norte, Las Rosas, y las lejanas como Reconquista
y Avellaneda. Por su parte, el de 1908 señala que: “...muchas colonias
como la de San Gerónimo, San Carlos, Susana, Gessler, Rosario, Esperanza,
Venado Tuerto, Gálvez, etc, se unieron a Santa Fe en las demostraciones de
filial respeto y amor a la Ssma. Virgen”. Cuatro años más tarde, pero
en la Revista Eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires, leemos que:
“...en
un tren expreso llegaron a las 8, más o menos, los de Gálvez, Gessler, San
Carlos Centro y Norte, San Gerónimo, Esperanza y Franck. Ha sido suficiente
el anuncio simple por medio de programas, la voz de los señores Párrocos y
sacerdotes recomendando a los fieles la fecha en que el pueblo de Santa Fe,
eleva tributos a su Madre y Patrona el homenaje de su amor casi dos veces
secular en su advocación de Guadalupe” .
En lo referente al culto mariano en general, hay que señalar la práctica
del Santo Rosario que en Sunchales se reza los días domingos por la tarde,
en Ceres por la noche y en Rafaela los domingos a las cuatro de la tarde,
aunque en 1898 se había abandonado la práctica cotidiana en el templo por
la escasa concurrencia ya que era de noche.
Esta práctica era fomentada por la Jerarquía eclesiástica tanto universal
como local, lo cual se puede comprobar recorriendo los primeros años del Boletín
Eclesiástico de la Diócesis de Santa Fe.
El mes de mayo es también importante en el culto a la Madre de Dios,
también fomentado eclesialmente y que se realiza con distintas modalidades
en las distintas parroquias. Así en Gálvez, todos los días se celebra Misa
solemne en honor de la Virgen y en Rafaela la celebración consiste en una
meditación, rezo de las letanías y bendición con el Santisímo Sacramento.
En El Trébol tiene tanta importancia que el Pbro, Incoronato escribe al secretario
del Obispo en 1908: “...me hallo ocupado con el Mes de María”.
Las fiestas patronales
Estas celebraciones tienen una larga tradición en la historia de la
piedad cristiana, que se remonta a la Edad Media, y consiste en cultos especiales
algunas veces a Cristo, y mayormente a la Virgen María y los Santos. Este
tipo de fiestas se nos presentan como realidades complejas, donde participan
y se entremezclan elementos religiosos y profanos o folklóricos y poseen tanta
importancia, que cuando en un lugar se carece de ellas, los colonos se dirigen
a otras poblaciones, como sucedía con los de Sunchales de la segunda fundación,
que por carecer de patrono e Iglesia donde celebrarlo asistían a Grutly, Pilar
o Esperanza.
Estos elementos
religiosos y profanos aparecen en la crónica de los festejos realizados en
honor de Santa Margarita en el año 1889 en el pueblo Estación Gálvez. Al respecto
escribe el corresponsal del periódico “La Reforma” de Coronda:
“El lunes
pasado se celebró aquí con mucho entusiasmo la fiesta de Santa Margarita patrona
de este pueblo. Respecto al resultado diré que pocas veces se ha presenciado
aquí una fiesta en que reinase mayor entusiasmo. Por la mañana hubo misa solemne
y procesión por la tarde a la que asistió numerosísima concurrencia. Por la
noche hubo fuegos artificiales. Amenizó la fiesta la Banda de Música de Coronda
cedida gentilmente por el Sr. Jefe Político a la petición del subdelegado
interino Sr. Esteban Qüesta. El adorno de las calles nada dejó que desear.”
La fiesta patronal es de gran importancia para la vida de las poblaciones,
que si ya resulta difícil aceptar la falta de sacerdote, entre otras cosas
porque “el día 28 ocurre la fiesta de San Agustín, por lo que deseamos
–dicen- celebrarla con principales a solemnizar las funciones de la nueva
Iglesia...”. Años después, el Vicepresidente de la Comisión de Iglesia
de Emilia, escribe al Obispo: “En nombre de los buenos católicos de esta
colonia y en vista de los grandes sacrificios que han hecho para conseguir
el primo cuerpo de la Iglesia que ya están consagrados y considerando como
verdaderos cristianos que hoy no tenemos un ministro de Dios que nos representa
para conseguir el premio de nuestras alabanzas en el día del Santo Nombre
de esta colonia Emilia, siquiera la grandeza y satisfacción con que contamos
para el porvenir y el bienestar de nuestras familias pedimos a SS Rev. Quiera
mandar para el día 25 del mes actual un sacerdote para glorificar y reverenciar
el Santo Nombre que representa esta Colonia”.
Reclamo similar leemos de los vecinos de Estación Díaz a principios de este
siglo en tanto los de Crispi en 1910, escriben al Obispo que verían con agrado
se les nombrase un cura, y que de ser posible fuese para antes de la fiesta
de la Santa Patrona, Nuestra Señora de la Virgen de la Asunción. El Santo
Patrono debía ser elegido mediante voto secreto por todo el pueblo y recibir
del clero local, sólo la anuencia respectiva, tal como lo indica el Decreto
pertinente de la Sagrada Congregación de Ritos del 13 de marzo de 1630.
En Colonia
“Margarita” el 22 de febrero de cada año se celebraba la fiesta de Santa Margarita
de Cortona elegida por el pueblo como patrona de la colonia; en Gálvez, una
asamblea decidió cambiar la fiesta de Santa Margarita que en ese momento se
celebraba el 22 de febrero al 10 de junio y en Esperanza en el año 1863, es
el Consejo Municipal, quien por voto secreto elige como patrona a la Virgen
María bajo el título de la Natividad. Todos los pueblos y campos colonizados
tienen su patrono, aunque como informa en 1899 el capellán de Díaz,
“en
la de Barrancas no se celebra fiesta de Patrono o titular".
Estos festejos,
no pocas veces eran ocasión de prácticas profanas más que religiosas, como
sucedió en el año 1913 en Colonia Margarita donde “...tal fiesta se
celebraba con espíritu demasiado mundano efectuándose baile en todos los
boliches...”
y al negarse el cura a llevarla a cabo por caer en Cuaresma, los vecinos
celebraron las fiestas puramente populares. En virtud de estos abusos, en
el año 1927, Monseñor Boneo publica un edicto “Sobre fiestas Patronales” donde
prohibe toda solemnidad exterior en las fiestas patronales u otras de notable
concurso del pueblo, toda vez que en ocasión de las mismas se organicen y
anuncien baile y otros espectáculos reprobados por la Iglesia.
Sin embargo, a pesar de las desviaciones que existían en estos festejos,
no deben ser juzgadas negativamente, ya que en los lugares donde se realizaban
correctamente, producían buenos frutos. Carlos Gavaza de Colonia Belgrano,
la carta al Obispo, escribe: “El día 15 de agosto próximo es la fiesta
de nuestro patrono San Roque; la cual quedaría reducida a la nada, sin el
auxilio de la fiesta religiosa”. Más elocuente aun es la nota del Pbro.
Peretti a Monseñor Boneo, a quien dice: “Terminó la Santa Misión con la
fiesta de la Patrona del pueblo, Santa Rosa de Lima y con una espléndida
e imponente procesión general en que dieron estos fieles gallarda muestra
de su fe y religión”.
Devoción a los santos
El lugar de preminencia, además del patrono, lo ocupaba sin dudas San
José, devoción esta no librada al solo concurso de los fieles, sino que como
el caso de Sagrado Corazón de Jesús, recibía un fuerte impulso desde la misma
cátedra papal, tocaba a los curas párrocos propagar, y en el caso de la curia
diocesana de Santa Fe, se reiteraba anualmente que tuviese a bien poner en
práctica lo ordenado al respecto. De este modo, además de los ejercicios privados
e individuales que los fieles solían en su honor, el mes de marzo era dedicado
al santo patriarca, rezándose los ejercicios piadosos propios de este mes
a los que se convocaba con doce campanadas y que incluían la predicación y
el Santo Rosario.
En Gálvez era
considerado antiguo patrono del lugar, celebrándose su fiesta según lo indica
la Iglesia (19 de marzo), especialmente en el sector oeste del pueblo y de
manera solemne, y también en la Capilla San Ignacio por ser el onomástico
del propietario. Con la misma solemnidad se lo celebra en Rafaela y en Sastre
en donde es el patrono del pueblo en San Agustín donde se realiza una procesión
con su imagen y en Díaz “con novenario, misa solemne, sermón y procesión”.
En muchos templos nos encontramos con altares a él dedicados, como
en Díaz desde 1896, Crispi, Sastre, Casas, San Carlos Centro, Grutly y Llambi
Campbell. Numerosas capillas particulares están dedicadas a él, como la de
José Blangino en Lehmann, la de José Bongiovanni en Raquel, la de los Hermanos
Ronca y la de José Sereno en Ataliva, la de Camilo Raviolo en Sa Pereira y
una en Susana cuyo propietario desconocemos.
En orden de
importancia le siguen los cultos a San Antonio de Padua y a San Roque difundidos
por toda la provincia, donde por lo general tienen sus propios altares como
sucede en Zenón Pereyra, Venado Tuerto, Gálvez, San Urbano, San José de la
Esquina, Santa Clara de Buena Vista, Ramona, Presidente Roca, Matilde, Las
Rosas, Villa Constitución, Cañada Rosquín, Calchaquí, Bigand, Arroyo Seco
y San Carlos Norte. Para sus fiestas que se celebran el 13 de junio y el 16
de agosto respectivamente, por lo común se rezaba una novena en la cual se
predicaba, y el día del santo se ofrecía la misa en su honor. Estas misas
solían ser costeadas por algunos de sus más fervorosos devotos como lo podemos
ver en el Libro de Fábrica de Gálvez, donde Antonio Boero abona una misa en
honor de San Antonio y en las Cuentas de Fábrica de San Agustín donde vecinos
devotos abonan l0$ 30 ch. por una misa a dicho santo. En la fiesta de San
Antonio se distribuía pan blanco, pero no sólo como un símbolo, sino como
una forma de caridad concreta para con lo más necesitados. Así sucedía en
Gálvez, donde además se repartían otros alimentos y en El Trébol donde existía
una Comisión, aunque como dice el cura del lugar, en algún momento, el uso
que hacían del pan no del todo conforme con sus fines propios
Los cultos
a San Roque tenían similares características y encontramos diversas capillas
particulares erigidas en su honor como la que Francisco Lorenzatti poseía
en Clucellas, o la levantada por los colonos en Campo Iturraspe, la de Antonio
Enrico en Cello, las que existían en Humberto Primo y Aráuz, la de la familia
Godio en Cavour, la construida por un colono en San Justo, a pesar de las
malas cosechas, la de Souto Mayor construida en 1896 y la de la familia Southam
en Carlos Pellegrini.
Otros Santos
bastante difundidos, aunque no como los anteriores eran, Santa Ana, San Luis
Gonzaga, San Grato, patrono del agro, San Chiafredo, el mártir de la legión
tebea y San Isidro. Algunos de estos Santos contaban con la respectiva congregación
que difundía su culto como la de Santa Ana y la de los “Aloisios” o “Asociación
de San Luis Gonzaga”
CONCLUSION
A través de
esta extensa exposición hemos querido reflejar de qué modo la Iglesia Católica
canalizó las apetencias espirituales de la mayoría de los inmigrantes que
se volcaron sobre esta tierra.
Hombres y mujeres
que provenían de una historia de miseria y dominación, que dejaron sus valles
y sus montañas para forjarse un futuro mejor en el cual ya no tendrían que
arrodillarse frente a los poderosos, sino sólo ante la tierra a la que con
esfuerzo le arrancaron sus frutos y ante Aquél que, dador de todo bien, experiencia
ésta, común a católicos, protestantes y judíos en este ámbito de libertad
y progreso que ha sido nuestra provincia.
Así, en el
ámbito de esta vasta geografía, se cumplió una vez más el mandato de Jesús,
de anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra.
NOTA:
Este trabajo se encuentra avalado con fuentes de información que pueden consultarse
en las siguientes publicaciones del autor:
+
La Evangelización en la “Pampa Gringa” santafesina. Pautas para un trabajo
de investigación, CEMLA , I990.
+
Las practicas religiosas católicas en la “Pampa Gringa” santafesina, l860-I930,
Rafaela, Santa Fe, l99l.
+
Atención pastoral y vida cristiana de los colonos de Guadalupe, l860-l930,
Santa Fe, l993.
+
Grutly. Dos pueblos, dos capillas, un solo Señor, una sola Iglesia, Santa
Fe, l993.
+
El Episcopado de Mons. José María Gelabert y Crespo (l865-l897). Los templos
y “El Templo” en la “Pampa Gringa” santafesina, Univ. Católica de Sta Fe,
l993.
+
La inmigración y su impacto sobre la estructura eclesiástica (Dpto San Jerónimo),
l860-l930, Fundación “E. De Bonis”, Galvez, Santa Fe, l994.
+
La inmigración y su impacto sobre la estructura eclesiástica, l856-l898, ARCHIVUM
XVI, Buenos Aires, l994.
+
Las practicas religiosas de la Parroquia de Galvez, Fundación “E. De Bonis”,
Galvez, Santa Fe, l994.
+
El catolicismo en Colonia Belgrano. Primeras décadas de su historia, Mimeo,
l994.
+
Las Visitas Pastorales de Mons. José María Gelabert y Crespo a las colonias
de la “Pampa Gringa “ santafesina, CEMLA, Buenos Aires, l995.
+
Historia de la Parroquia y del templo de la Natividad de la Santísima Virgen.
Esperanza (Sta Fe), l921-l996, Esperanza, l996.
+
Las capilllas particulares, CEMLA, Buenos Aires, l999.
+ La nueva Diócesis de Santa Fe y la organización de sus estructuras pastorales
(l897-l900), ARCHIVUM XVIII, Buenos Aires, l998.
+ Creación de la Parroquia de San Justo, Santa Fe, l998.
+
Nuestra primera organización parroquial diocesana, Santa Fe, l998
*
Miembro de Número de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina.
Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos de la Provincia de Santa
Fe.
Titular de Historia de la Iglesia en el Seminario Metropolitano de “Nuestra
Señora” de Santa Fe.
**
Conferencia dictada en el Coloquio Internacional ¨ Geografía de las religiones
¨ el
Jueves 13 de Mayo de 1999.
|