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Santa Fe de la Vera Cruz 

República Argentina


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FEDITALIA


DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN

Norberto Crolla

COLABORADORA

Maria Teresa Biagioni

María Belén Crolla

Santa Fe de la Vera Cruz 

  República Argentina


 

 LA INMIGRACIÓN EUROPEA Y SU IMPACTO

SOBRE LA VIDA RELIGIOSA Y PASTORAL SANTAFESINA
† - Presbítero Edgar Gabriel STOFFEL


 

INTRODUCCIÓN

 Tal vez esta disertación pueda parecer un atrevimiento ya que no provenimos del campo de la Geografía, sino del de la Historia de la Iglesia. Una historia eclesial que, leída desde la Fe y sin descuidar los aspectos que la acreditan como Ciencia, en nuestro caso apunta a la adquisición de una sensibilidad histórica en el campo pastoral

 La inculturación del Evangelio, en un pueblo, implica de parte del pastor un conocimiento amoroso del mismo, de su evolución, de su cultura, de su geografía.

 Juan Pablo II ha señalado en la “Pastores Dabo Vobis” que “... la teología pastoral o práctica es una reflexión científica sobre la iglesia en su vida diaria, con la fuerza del espíritu, a través de la historia “, “... no es solamente un arte o una técnica, sino que posee una categoría teológica plena ya que “recibe de la Fe los principios y criterios de la acción pastoral de la Iglesia en la historia” y entre sus principios y criterios se encuentra el discernimiento evangélico sobre la situación socio cultural (nº 57).

 Y quien esto enseña ha demostrado tener una especial sensibilidad histórico pastoral, lo cual se pone de manifiesto en decenas de homilías, entre las que se destacan las pronunciadas durante sus viajes a su tierra natal y en esta sensibilidad especial, ocupa un lugar fundamental el marco geográfico.

 Así se expresaba con motivo de su visita a Wadowice, a su Parroquia natal: “Sabemos lo importante que son los primeros años de su vida de la infancia, de la adolescencia, para el desarrollo de la personalidad humana del carácter. Precisamente estos años me unen indisolublemente a Wadowice, a la ciudad y a sus alrededores. Al río Skawa, a las cadenas de los Beskidy “.

 En virtud de lo precedente, consideramos que es imposible un estudio correcto de la vivencia religiosa si no tenemos en cuenta el espacio en el que se desarrolla.

 Por esta razón precisábamos en nuestro trabajo “Orientaciones y sugerencias para la investigación sobre las comunidades católicas en pueblos y barrios de la arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz y datación de sus orígenes”: “En orden a que la investigación sea fructífera es necesario entonces enmarcar la historia de la comunidad cristiana en el marco social y eclesiástico en que se haya inserta, evitando caer así en ese “parroquialismo” que tanto ha limitado los horizontes de los creyentes.

 Se impone así un estudio de los aspectos geográficos y poblacionales de la comunidad en la cual se ha desarrollado, en orden a descubrir las influencias que la sociedad y el hábitat natural han tenido en la vida parroquial y viceversa.

 En el aspecto histórico es importante determinar la fecha de fundación de la población o datos significativos para la identidad del barrio, las fuerzas sociales que influyeron en dicho proceso y la evolución que siguieron las mismas las instituciones políticas y las asociaciones culturales y sociales.

 Tocante a la geografía se recuerda que, en el caso de las parroquias rurales, tienen su sede en una población de mediana importancia y desde allí se extiende la acción pastoral hacia las colonias vecinas.

 Así será necesario un mapa que incluya la sede parroquial y las colonias o pueblos que de ella dependan; o varios, según las transformaciones que puedan haberse dado (división de parroquia o ampliación de jurisdicción, etc.), los cursos de agua que la surcan, los ferrocarriles y caminos principales y secundarios que la atraviesan, las distancias entre la sede parroquial y las colonias dependientes y la sede parroquial a la sede diocesana, como así también otros lugares ocasionales de culto (capillas particulares, ermitas, etc.).

 En el caso de las urbanas, lo geográfico presenta algunas características peculiares ya que, lo más importante a considerar, no son tanto los accidentes que puedan facilitar o perjudicar la atención pastoral, sino el fenómeno urbanístico. Se impone aquí la elaboración de planos generales de la ciudad en los que se pueda ubicar el sector que se quiere estudiar, como el sector en particular, ya en la evolución que ha tenido internamente, ya en la dependencia respecto a otros sectores más antiguos. Por cierto aquí tampoco deben faltar el trazado de vías férreas y avenidas que muchas veces en vez de comunicar, incomunican a sectores enteros de un mismo barrio, las instituciones sociales que existen y la tipificación sociológica de los diversos sectores poblacionales que se asientan en la jurisdicción parroquial.

 Visto esto es necesario penetrar en los aspectos que hacen a la vida de la parroquia y justifican su existencia como comunidad de fe, culto y caridad y signo de la presencia del Señor y de la Iglesia en la historia de los hombres y de los pueblos”.


I. ESPACIOS, PROTAGONISTAS Y ESTRUCTURAS

 El territorio de nuestra provincia, Santa Fe, abarca parte de lo que geográficamente se denomina llanura chaco pampeana. Se trata de una llanura de vastas proporciones, que si bien posee dos denominaciones diferentes, sin embargo no es más que una sola unidad estructural en la que la distinción la producen la variación climática, el tipo de vegetación, los suelos y la especial apropiación que el hombre hace del paisaje.

 Así encontramos con el “Gran Chaco” que comenzaba algunas leguas al norte de la tierra de los Quiloazas, atravesada por el río Salado, brazo San Javier y el Arroyo Rey -entre los más importantes- y en el cual se entremezclan una profusa vegetación arbórea de gran porte y altos pastizales.

 Hacia el sur y hacia el oeste de la actual ciudad de Santa Fe, nos encontramos con la “pampa” o “pampa húmeda”, extensa planicie de clima templado, de buenos pastos y escasos árboles, atravesada por varios ríos y arroyos como el Carcarañá, Ludueña, Pavón y del Medio, entre otros, y es escenario principal del proceso inmigratorio y colonizador.

 Junto a esta somera descripción, no se puede obviar una breve referencia a la región ribereña aquello que, al decir de Felipe Cervera no es llanura ni Chaco, constituida por la zona de islas situadas sobre el Paraná y una pequeña franja de tierra que se conoce como albardón ribereño y que tuvo una importancia fundamental a partir de la ocupación territorial por parte de españoles y criollos entre los siglos XVI y XVIII.

 Al fundarse la colonia “Esperanza” en el año 1856, el gobierno de la provincia de Santa Fe ejercía su dominio sobre menos del 10% de su territorio, en tanto su población no alcanzaba a los 40.000 habitantes.

 Los centros urbanos de cierta importancia se reducían a tres (Santa Fe, Rosario y Coronda), más algunas villas como San José del Rincón, a lo que habría que sumarle las reducciones que comenzaban a restaurarse y se situaban en lo que entonces era la frontera norte de Santa Fe.

 Políticamente la provincia se dividía en cuatro departamentos: Santa Fe o La Capital, Rosario, Coronda y San José y sus habitantes se dedicaban a la ganadería, la función pública, o la milicia. Cuatro décadas después, aquella Santa Fe ya no existía y así en 1895, época del II Censo Nacional de la República Argentina, el gobierno santafesino ejercía un dominio real sobre los 397.188 habitantes. Para entonces, la provincia había sido dividida políticamente en dieciocho departamentos, y sus habitantes estaban distribuidos en 260 centros de población (antiguas ciudades, pueblos, colonias o establecimientos agrícolas), dedicándose en su mayor parte a la agricultura, el comercio o el transporte ferroviario o actividades convexas.


El fenómeno inmigratorio y la transformación santafesina

 La transformación radical vivida por nuestra provincia implicó un cambio cultural originado, no sólo en las nuevas concepciones políticas y de la organización del trabajo de la clase dirigente, sino en el sujeto humano que llevó adelante dicha transformación: el inmigrante. Como señalaba Florencio Molinas, Comisario de Inmigración, en el año 1898, “... desde que se inició la verdadera corriente inmigratoria a la República, Santa Fe ha sido siempre el punto de mayor atracción para esa corriente... ”

 Tímida en sus comienzos y en el marco de la denominada colonización oficial o artificial, a partir de 1870, como inmigración espontánea, se volverá imparable, y así miles de extranjeros se desparramarán sobre toda la provincia ocupando los campos desiertos o afincándose en los pequeños centros de población, los cuales en 1872 llegaban a 72 y en 1887 superaban los 190. Numerosos en proporción los suizos, al comienzo del proceso inmigratorio irán cediendo su lugar a los italianos y a los españoles. Para el año 1887, los extranjeros alcanzan el 38,2 % de la población de la provincia, siendo mayoría entre ellos los italianos, consignando al respecto Gabriel Carrasco: “La inmigración italiana predomina de un modo extraordinario, formando por sí sola el 70% del total, y siguen en orden decreciente los franceses, españoles, suizos y alemanes.” La mayoría de estos inmigrantes darán origen a decenas de colonias en diversos puntos de la provincia, como Cavour (1860), Las Tunas (1865), Frank (1867), Matilde (1874), Santa Teresa (1875), al igual que Nuevo Torino y Susana (1881), Saguier (1889), Rey Humberto y Reina Margarita (1884) y Avellaneda (1879), por no citar sino algunas. No pocos inmigrantes de origen italiano, como así también de origen español, se afincarán en los centros urbanos, especialmente en Rosario, donde darán una fisonomía particular a la ciudad del sur.

 La presencia de tan numerosas gentes, que en el año 1895 llegan a 166.487, frente a 230.701 de origen argentino, aunque a éstos habría que restarles los hijos de inmigrantes, quienes en la primera generación no se distinguen para nada de sus padres, originará el surgimiento de centenares de los pueblos, como de la noche a la mañana.

 En el año 1887 señalaba Gabriel Carrasco: “¿Cómo se han formado esos 90 pueblos? ¿Y cómo es que en este plano (señalando el de Santa Fe de 1886) cuya fecha es moderna, faltan sin embargo 15 ó 20 pueblos que ya existen? ” [...] “Se han formado de una manera muy sencilla.” “Un día señores, se anuncia, por ejemplo que el ferrocarril de Rosario a Sunchales va a pasar por tal o cual punto; el dueño de aquel terreno empieza por declarar colonia el sitio o paraje donde pone una fonda, que ha de proveer alimento a los trabajadores.” “Inmediatamente la noticia circula.” “Todos los colonos de los alrededores empiezan a llevar allí sus trigos, sus cereales de todo género.” “Se forma ya un pequeño núcleo; al poco tiempo llega el herrero infaltable porque tiene trabajo; llega el carpintero que va a hacer las puertas de las casas, y llegan cientos de hombres que empiezan a cavar la tierra y pisarla para hacer ladrillos”. ”A la primera población, que es de carpas, sucede la segunda, que es de hornos de ladrillos, llegan carros con madera, si no hay allí cerca, y con zinc; se levantan sobre cuatro postes las chapas de zinc, y ya están las casas donde se ponen los primeros establecimientos mercantiles.” “Quien quince días antes hubiera pasado por aquel territorio, se encontraría asombrado al ver una población formada...”.

 Hasta el año 1887, este proceso será desordenado y dejado en manos de los particulares, limitándose el Gobierno a aprobar el trazado del pueblo o colonia, pero a partir de ese momento se legisla que los fundadores de la colonia, si quieren ser exceptuados de la contribución directa, deben entre otros, “... destinar en cada centro de la población los terrenos necesarios a juicio del poder Ejecutivo para templo, escuela, juzgado de paz, hospitales, lazaretos y plazas públicas”.


Situación de la Iglesia en Santa Fe en la segunda mitad del siglo pasado

 Al comenzar el proceso de colonización, la provincia de Santa Fe dependía eclesiásticamente del Obispado de Buenos Aires, circunscripción que se encontraba en estado calamitoso, lo cual se agravaba por las largas distancias que separaban a la sede episcopal de los curatos y a éstos entre sí.

 Para esta época, Santa Fe contaba con tres parroquias, erigidas durante el período hispánico, siendo la más antigua la de Santa Fe (1573), siguiéndole Rosario (1730) y la de Coronda (1749), que era la más reciente. De este modo, a fines del siglo XVIII, habían quedado delineadas las jurisdicciones parroquiales de Santa Fe, las que a pesar de algunos intentos de erigir curatos en diversas épocas y puntos de la provincia, se mantendrían inalterables hasta el año 1858.

 En el año 1856, el entonces delegado eclesiástico de la provincia de Santa Fe, Pbro. José María Gelabert y Crespo, después de haber recorrido parte del curato de Rosario, se dirige al gobierno de Santa Fe para solicitar la construcción de dos templo y su provisión con sacerdotes “... que las administren, autorizados plenamente para ejercer las funciones de Cura, cual si invistiesen el carácter de tales...”. Los lugares más adecuados o necesarios para estas erecciones serían Cerillos, San José de la Esquina y Pueblo San Lorenzo. Y en nota similar del año siguiente señala como lugares factibles de nuevo la Esquina, agregando Puerto Piedras, que funcionarían como parroquias.

 En el año 1858, Mons. Marino Marini, delegado apostólico, expide un decreto por el cual se declara constituido el Vicariato Apostólico Paranaense que, junto con Entre Ríos y Corrientes, integrará Santa Fe; y al año siguiente, el Papa Pío IX expide la “Vel a Primis”, bula por la cual el vicariato es erigido en diócesis del Litoral. Poco después de la creación del Vicariato Apostólico, el gobierno provincial, a cargo del brigadier Juan Pablo López, comunica a Mons. Vidal “... el vivo interés de los vecinos o habitantes de las villas de San Lorenzo y de la Constitución (Las Piedras) de que ambos distritos se desmembren del Curato de la ciudad de Rosario a que pertenecen y se erijan en curatos separados haciendo tres del uno que los reúne”.

 El vicario apostólico accede a este pedido, erigiendo ambos curatos, los que tendrán como límites en el caso de San Lorenzo, al norte el río Carcarañá, al sur el arroyo Ludueña, al este el río Paraná y al oeste la provincia de Córdoba; en tanto el de Villa Constitución por el Norte, al arroyo Pavón, por el este, al río Paraná, y por el sur, el arroyo del Medio, o como señala el periódico “La Confederación”: “...toda la parte poblada entre los Arroyos del Medio y Pavón ”.

 Junto a estas parroquias existían algunas reducciones indígenas, que tras un período de decadencia, debido a la expulsión de los jesuitas primero y a las guerras de la independencia luego, habían comenzado a restaurarse al mismo tiempo que se creaban otras nuevas. De estas reducciones, la que tendrá un rol protagónico en la atención pastoral de los inmigrantes será la de San Jerónimo del Sauce, fundada en 1824 durante la gestión del brigadier Estanislao López y puesta al cuidado de los padres franciscanos del convento de San Carlos en San Lorenzo. Décadas más tarde, se agregarán a esta labor, aunque no era su función específica, las situadas en el Chaco santafesino.

 Finalmente, no puede dejarse de hacer referencia al citado convento de San Carlos en San Lorenzo, cuyos frailes recorrían toda la provincia supliendo a los curas o administrando los sacramentos para los que estaban autorizados.

 En nota al ministro general de la provincia de Santa Fe, Dr. Juan F Seguí, el padre Guardián manifiesta en 1857 que solo podrá enviar un sacerdote a la Esquina “... porque siendo tanta la necesidad de sacerdotes en toda la provincia, y tan repetidas las peticiones para varios puntos de ella, no se pueden ocupar dos en un solo lugar quedando otros en absoluto desamparo”. Asimismo, señala que si quedan pocos frailes en el convento “... es cosa imposible poder dar cumplimiento a las confesiones, por concurrir aquí en tiempo de Semana Santa más gente a confesarse que en toda la provincia junta”. Concluye el Padre Guardián sosteniendo que lo indicado respecto a San José de la Esquina “... lo cree extensivo a los demás puntos de esta provincia no menos que a este colegio de donde se atiende a todas partes, y con preferencia a las confesiones de campo que son tan frecuentes ”.

 A pesar de los cambios producidos en la estructura demográfica y poblacional a la que hemos hecho referencia y de que se erijan decenas de centros de culto y capellanías, de lo que ya hablaremos, las jurisdicciones parroquiales permanecerán inalterables.

 Recién en al año1887, Mons. Gelabert y Crespo erige una nueva parroquia, la de Santo Tomé, en el antiguo “Paso” que permitía el ingreso a la capital provincial. El obispo, que se sentía profundamente ligado a esta villa y en la cual pasará los últimos días de su existencia, le adjudicará una jurisdicción que por el sur llegaba hasta el Arroyo de los Padres.

 En el año 1888, en Rosario, que para entonces superaba los 50.000 habitantes por el flujo de extranjeros, Mons. Gelabert y Crespo erige la parroquia de Santa Rosa, sobre la base de la capilla que desde 1863 atendían los padres franciscanos de San Lorenzo en los extramuros de la ciudad, la que a partir de entonces quedará a cargo del clero secular.

 Al año siguiente, por similares razones es erigida la parroquia del Carmen en la ciudad de Santa Fe, cuyo primer párroco fue el Pbro. Gregorio Romero y tenía jurisdicción sobre la zona norte de la ciudad, hasta las actuales Guadalupe y Recreo, y se la consideraba parroquia de los “gringos”. Esta será la última parroquia erigida por Mons. Gelabert y Crespo, a pesar de que en el año 1888 era consciente de que el crecimiento de la población exigía nuevas parroquias, al punto de escribir al ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la Nación que “... el rápido movimiento de la población de estas provincias(...) reclama continuamente la división de las antiguas parroquias, ya demasiado pobladas, y la erección de nuevos curatos”. En la zona de colonias no se erigió ninguna parroquia a pesar de la confusión que existe al respecto, aunque en algunos sitios como Rafaela, Cañada de Gómez o Pilar, se consideraba que poseían dicho rango.

 Al respecto informaba el capellán, Pbro. Gabriel Gardois, a una consulta que en 1898 realiza la nueva Curia de Santa Fe, donde a nuestro juicio se despeja toda duda en cuanto a la creación de parroquias en el interior provincial: “Aunque no lo hayan escrito, supongo que Pilar es, como las demás colonias, Capilla independiente de toda parroquia, si bien el primer Libro del Bautismo y el sello de dogma dice: parroquiales (creo erróneamente), lo positivo es que no hay constancia de que pertenezca a parroquia alguna ”.

 Hecha esta salvedad, debemos señalar que desde estos curatos se intentará llevar adelante la atención espiritual de los nuevos centros de población, destacándose en este esfuerzo las parroquias de Rosario, Coronda y San Lorenzo, peor al correr los años y afianzarse dichos centros, pasarán a constituirse en capellanías junto a otras que surgirán al margen de las antiguas estructuras eclesiásticas, como sucedió en la región oeste (Departamento Castellanos, San Martín, Belgrano y San Cristóbal).


 Una nueva sociedad

 El censo de 1895 nos muestra una provincia en la cual, a la par que se han ocupado la mayoría de las tierras cultivables, se consolida la tendencia a la urbanización. Las cifras al respecto son elocuentes:

Población total

Población urbana

Población rural

397.118 habitantes

196.269 habitantes

200.919 habitantes

 Por cierto, que la población urbana tiende a concentrarse en los dos centros importantes, que son Santa Fe y Rosario, alcanzando esta última una densidad de 58 habitantes por Km2, aunque paralelamente crecen otras poblaciones, algunas de las que figuraban en el censo de 1887 y que ahora, por su ubicación estratégica, han desplazado a pueblos tradicionales o colonias más antiguas, como se puede observar en el siguiente cuadro:

Año 1887

Año 1895

Pueblo o colonia

Hab.

Pueblo o colonia

Hab.

Esperanza

2.652

Casilda

4.241

Cañada de Gómez

2.365

Cañada de Gómez

3.786

Coronda

2.255

Esperanza

2.649

San Lorenzo

1.852

Rafaela

2.208

Casilda

1.745

Gálvez

1.957

San Carlos

1.908

Reconquista

1.906

Reconquista

1.499

San Lorenzo

1.906

Villa Ocampo

1.457

Villa Constitución

1.843

Carcarañá

1.081

Coronda

1.743

Helvecia

1.072

San Carlos

1.657

Jesús María(Timbúes)

980

Jobson(Vera)

1.140

San José de la Esquina

925

Las Rosas

1.094

 El próximo cuadro, que transcribimos del censo de 1895, permite apreciar la distribución de la población urbana y rural en cada departamento, pudiéndose notar en algunos como Las Colonias, Castellanos, Gral. López, que tienen una población que supera los 2.000 habitantes, pero con mayoría rural; Rosario y La Capital son los más poblados con mayoría urbana y otros, como Vera y San Javier, con baja población, o Reconquista, que entonces tenía una densidad de 0,9 habitantes por km2.

Departamento

Población

Urbana

Rural

Total

Belgrano

3.052

6.541

9.593

Caseros

7.689

8.679

16.368

Castellanos

8.596

21.194

29.790

Las Colonias

10.514

24.023

34.573

Constitución

3.947

12.665

16.369

Garay

2.410

5.524

7.934

Iriondo

6.172

9.510

15.682

Gral. López

5.854

14.780

20.634

Reconquista

3.553

8.675

1.228

Rosario

94.025

13.934

107.959

San Cristóbal

3.888

8.374

12.262

San Gerónimo

7.460

14.176

21.636

San Javier

1.878

3.381

5.259

San Justo

1.118

7.853

8.971

San Lorenzo

6.400

8.771

15.171

San Martín

2.591

17.586

20.177

La Capital

24.755

10.661

35.416

Vera

2.340

4.592

6.932

 En al ámbito rural se desarrollaban con mayor o menor éxito más de dos centenares de colonias, campos colonizados y establecimientos agrícolo-ganaderos que habían transformado a nuestra provincia en una de las más importantes productoras de cereales, pasturas y ganados.

 Ligados a la explotación triguera, existían más de 70 molinos harineros que molían miles de toneladas semanalmente y brindaban trabajo a los vecinos de las pequeñas poblaciones que comenzaban a afianzarse. La explotación forestal, que estaba en sus inicios y se basaba fundamentalmente en el quebracho colorado, ocupaba a unos 5.000 trabajadores distribuidos en unos 160 obrajes.

 Las industrias, radicadas especialmente en Rosario, alcanzaban el número de 2.678 establecimientos, con unos 16.000 operarios, muchos de los cuales vivían en condiciones deplorables y daban origen a la llamada “cuestión obrera”.

 Hacia el año 1900, el panorama santafesino no distaba demasiado de lo anterior y seguía su firme crecimiento, aunque algunas pequeñas colonias ya comenzaban su declinación definitiva.

 Recorriendo los departamentos, se puede apreciar realidades disímiles, algunas coyunturales y otras que los determinan para siempre. En el caso de Las Colonias, su población se calcula en 40.000 habitantes, destacándose la ciudad de Esperanza como cabecera, con 8.000 y algunas industrias que responden a las necesidades de la zona. En importancia sigue San Carlos, con sus tres centros de población que albergan unos 5.000 y Pilar con 2.300 y el ferrocarril que la une a Córdoba y Rafaela. Humboldt y San Jerónimo Norte se aproximan a los 1.500 habitantes y el resto de las colonias no superan los 600. El departamento San Justo tiene para esa época un solo centro de importancia que es la capital del mismo, con 1.000. La población se aproxima a los 10.000 habitantes, distribuida en pueblos de poca importancia, colonias y establecimientos rurales, y dedicada fundamentalmente a la ganadería ya que la agricultura pasa por momentos difíciles. Garay, sobre la costa, alcanza a los 8.800, con una agricultura de poca importancia y carente del ferrocarril que atraviesa el anterior. Su comunicación es por el río y su capital- Santa Rosa- ha abandonado todo vestigio de ranchada y, en su lugar, se han construido edificios de buen porte.

 Hacia el norte, San Javier ha crecido poco (6.000 habitantes) debido a la escasa inmigración. La sede departamental tiene 1.200. También este departamento carece de ferrocarril, la agricultura es pobre y la riqueza se asienta en la ganadería desarrollada en las grandes estancias. Distinto es el caso de Reconquista, donde la población ronda los 15.000 habitantes, aumentada por la presencia de extranjeros y de correntinos que vienen a trabajar a los obrajes. El ferrocarril permite la comunicación entre los pueblos y la salida de la producción de los ingenios azucareros. También en esta zona es importante la explotación ganadera.

 En lo que toca a Vera, el aumento de la población se ve favorecida por la presencia de hacheros correntinos. Calchaquí cobra importancia y hacia el norte se desarrollará la Forestal, que ocupará un vasto territorio, al que ordenará urbanística y laboralmente según sus propios criterios. La explotación forestal será el centro de la actividad económica de este departamento. San Cristóbal, que hasta 1890 es prácticamente un desierto, cuenta una década después con 14000 habitantes, siendo importante para el desarrollo del mismo la presencia del ferrocarril aunque buena parte de la población se dedicará a la agricultura y a la ganadería. Castellanos asciende a los 35.000 habitantes debido a la atracción que ejercen algunos de sus centros, como por ejemplo Rafaela, que tiene 4.000 y se ha visto favorecida por la existencia de tres líneas férreas y numerosas casa de comercio e industrias.

 Le siguen en importancia Sunchales, con 1.000 habitantes, y luego Vila, Humberto I, Lehmann, Susana y Esmeralda (entre 900 y 600). Otras poblaciones como Clucellas, María Juana, Santa Clara de Saguier y Zenón Pereyra, no superan los 600. En algunas zonas rurales dedicadas fundamentalmente a la agricultura, la población alcanza los 2000 habitantes.

 El departamento San Martín alcanza los 23.000 y comparte características similares con el anterior, aunque sus centros importantes no alcanzan la magnitud de aquellos. San Lorenzo tiene por aquel entonces 19.000, y su capital, 2.500. El resto se distribuye en varios pueblos importantes y ocho colonias, en tanto que, su vecino Iriondo llega a los 18.000. Belgrano cuenta con 12.000, su centro principal es Las Rosas y la población se distribuye en unas 12 colonias. Por su parte, su vecino Caseros tiene 19.000 habitantes distribuidos en 23 colonias.

 En el sur provincial, Constitución no posee un gran desarrollo, llegando a los 18.000 habitantes y con solo tres centros importantes(Villa Constitución, Máximo Paz y Alcorta, éstos dos últimos de formación tardía) y su población dedicada a la ganadería. General López posee 24.000 y unas 30 colonias, aunque una buena parte de sus pobladores trabajan en las grandes estancias de la zona.

 La población rural, dedicada a la agricultura y a la ganadería, estaba asentada en chacras que poseían las siguientes dimensiones:

Número de chacras

Hectáreas

1.086

1 a 25

1.541

26 a 50

2.410

51 a 75

1.688

76 a 100

1.751

151 a 200

952

201 a 250

308

351 a 300

284

301 a 400

73

401 a 500

46

501 a 1.000

3

+ de 1.000

Elemento que nos que permite palpar el dinamismo de la época que está dado, a nuestro juicio, por el movimiento ferrroviario, tal como podemos apreciar a continuación sobre la base de datos correspondientes la primer semestre de 1900.

Ferrocarril

Pasajes

 Encomiendas (kg)

 Mercaderías (kg)

 Francesa de Sta. Fe

182.970

468.000

436.900.000

 FFCC. Bs. As. y Rosario

1.496.432

4.201.820

6.492.717.710

 FFCC. Oeste Santafesino

64.379

410.865

175.866.610

 FFCC. Gran Sud Sta.Fe-Cba

65.533

556.200

204.418.320

 FFCC. Argentino

 

 

 

 FFCC. Central Argentino

1.775.924

5.812.940

96.322.900

 FFCC. Córdoba y Rosario

38.017

292.120

225.532.770

 Poco más de un lustro después, la provincia continuaba su crecimiento poblacional, registrándose en 1907, 747.000 habitantes y al año siguiente 800.350.

 Sobre 13.000.000 de hectáreas útiles, se dedicaban 3.800.000 a la agricultura, y en ese mismo año habían ingresado 27.000 inmigrantes, muchos de los cuales se dirigían hacia zonas rurales.

 Manuel Chueco señalaba que para esta época, en la ciudad de Santa Fe tanto el gobierno como los habitantes, “… se han ocupado afanosamente en convertirla en una ciudad moderna, quitándole el aspecto colonial que hasta la última década del siglo pasado presentaba”. En el caso de Rosario, sus progresos podían equipararse al de las grandes urbes europeas, destacándose la magnificencia de sus edificios públicos y privados, la pavimentación de sus calles y la higiene. El autor citado la califica de “…gran emporio de actividad, de riqueza, y de cultura, por la magnificencia de sus edificios, por el movimiento comercial y bancario es la segunda ciudad y el segundo puerto de la República Argentina”.

 Un informe del año 1907 resalta un aspecto que los panegiristas del progreso y de la grandeza de nuestra provincia prefieren ignorar, pero que importa mucho para nuestro trabajo: Santa Fe y Rosario, contrariamente a sus dos hermosísimos nombres que llevan, son dos ciudades las peores de la República Argentina después de Buenos Aires. Ellas son el centro de la inmigración, especialmente italiana. Allí, en Rosario predominan elementos sectarios, socialistas revolucionarios, anárquicos.

 Sobre los últimos tiempos del período estudiado, la provincia presentaba el siguiente panorama. Rosario continuaba su preponderancia, dándose un fuerte desarrollo de los barrios y grandes mejoras como la pavimentación de las calles, y servicio eléctrico en 983 manzanas. En lo tocante a la población, todavía se daba una alta presencia de extranjeros: 46%, y dentro de ellos un alto porcentaje de analfabetos. Existían 18.000 propietarios y 500 vecinos que habitaban hacinados en conventillos y hoteles de baja categoría.

 Referente a la actividad laboral de sus habitantes, el 14,1 % de la llamada población económicamente activa trabajaba en el ferrocarril, el 10,6 % en la actividad comercial y el 10,2% en servicios varios. Para la atención de los problemas sanitarios, existían cinco hospitales y una Asistencia Pública por la cual pasaban unas 65.000 personas. También funcionaban 18 establecimientos de caridad y 36 entidades de socorros mutuos, de los cuales 12 eran argentinos y 14 eran extranjeros, lo que se explica por la diversidad de orígenes y colectividades.

 Santa Fe, con su rol de ciudad gubernamental, y con una población dedicada mayoritariamente a la actividad pública, le confiere a la misma rasgos muy particulares. El escritor Enrique Banchs, que la visita en 1910, deja algunas apreciaciones críticas pero que reflejan dicha mentalidad: … tiene este pueblo el ansia de la fortuna rápida, y como no existen industrias, ni artes en él, el ansia es mal sana. […] Estamos a días de recambio de gobierno y la ciudad presenta un movimiento inusitado y una efervescencia general […]. Se trata de rendir la pleitesía de práctica y de asegurar el puesto. […] Es de advertir que la ciudad se integra en dos modalidades definidas con bastante certeza: el barrio norte y el barrio sur. Las localidades más importantes del interior provincial arrojan las siguientes cifras de habitantes:

Localidades

Habitantes

Localidades

Habitantes

Reconquista

4.500

Esperanza

8.000

San Cristóbal

4.000

Rafaela

5.800

Las Rosas

11.000

Cañada de Gómez

7.500

Casilda

11.000

Villa Constitución

6.000

Arroyo Seco

5.000

Rufino

4.500

Firmat

4.550

Gálvez

4.500

Irigoyen

1.550

 

 

 En cuanto a la actividad económica, todavía tiene preeminencia la agricultura, siendo Santa Fe la más subdividida en medianos y pequeños productores.

 El cultivo de trigo, fundamentalmente en la zona central, ocupa 1.324.459 hectáreas; el maíz en la zona sur, 888.430, el lino en el norte 649.327, y la alfalfa en el oeste, 830.689. A la ganadería se dedican aproximadamente 5.000.000 de hectáreas, predominando el ganado vacuno, la caña de azúcar se desarrolla en la zona norte, mientras que unos 3.000.000 de hectáreas de bosques se destinan a la explotación forestal.

 En el ámbito industrial, está tomando cuerpo la industria lechera ligada todavía al proceso de autoabastecimiento, y existen unas veinte fábricas de manteca y queso, como contrapartida, se observa la decadencia de los molinos harineros, que han pasado de 72 en 1895 a solamente 42, crece la industria azucarera y aceitera y la estrella de la Forestal, que abarca entre 500 y 600 leguas de superficie destinadas a la explotación del quebracho y a la industria taninera.


Los desafíos que plantea la religiosidad de los inmigrantes

 El fenómeno inmigratorio planteará una serie de desafíos en el aspecto religioso, la mayoría de los cuales deberá ser resuelto por la iglesia católica, ya que las comunidades protestantes carecían de historia en la religión y estaban demasiado ligadas a la nacionalidad de origen, además de ser poca numerosa, comparativamente hablando, la nueva población que profesaba esas confesiones.

 Menor incidencia todavía tuvo la población de origen hebreo que concentró sus asentamientos en la zona de Moisés Ville donde construyó su propio hábitat cultural-religioso. En el caso concreto de la Iglesia Católica, significa lo siguiente:

 a) La presencia de una masa inmigrante en su mayoría católica requería de templos para sus prácticas cultuales, especialmente la dominical y sacerdotes que los atendieran.

 b) La existencia de otras confesiones, implicó la búsqueda de nuevas formas de relación.

 c) La llegada de elementos anticlericales o irreligiosos entre los inmigrantes que se establecían por lo general en los centros urbanos introducía una cuestión hasta entonces desconocida.

 d) El hecho de que los inmigrantes accedieran a la tierra, se estableciera en la misma y formaran familias, implica la necesidad de renovar las estructuras pastorales, en el contexto de una iglesia pobre en recursos y ministros, y hasta cierto punto aletargada.


II. DE QUÉ MANERA EL CATOLICISMO RESPONDIÓ A LOS DESAFÍOS

 Una primera respuesta tuvo que darse en el plano de las estructuras pastorales, con cierta provisoriedad hasta 1898 y de manera definitiva a partir de entonces.

 Las capellanías. Una solución provisoria

 El crecimiento de la población y la estabilización de los numerosos pueblos y colonias y a la par la construcción de iglesias o capillas por parte de los vecinos en dichos asentamientos, fueron generando en los mismos pobladores el deseo de una atención más particularizada.

 Esto que hemos denominado “el clamor de los pueblos”, era imposible de corresponder desde los antiguos curatos en que estaba dividida la Provincia de Santa Fe.

 La dinámica social y económica que vivía la región requería, en vistas al cuidado pastoral, una división de las viejas jurisdicciones y la consecuente creación de viceparroquias, lo cual no se llevaría a cabo, como ya hemos señalado, hasta el episcopado de Monseñor Juan A. Boneo.

 Mons. José María Gelabert y Crespo, en una praxis que se repite en Entre Ríos, creará en lugar de parroquias, capellanías, que no son sino “iglesias no parroquiales”.

 El papel asignado por el obispo del Paraná a estas capellanías supera con creces lo que la legislación canónica de aquel tiempo permitía, ya que si bien debían guardarse de hacer la menor cosa contraria a los derechos parroquiales, en la práctica funcionaban como si fuesen parroquias, ya que los capellanes por lo general se comunicaban directamente con el Obispo, obviando al párroco, llevaban registros propios de los sacramentos administrados y usufructuaban de los beneficios que éstas producían.

 Esta situación motivará protestas de parte del mismo gobierno nacional, que considera que la provisión de los curatos no se realiza de acuerdo con el Patronato Nacional, e incluso de algunos párrocos afectados en sus derechos, como el de Coronda, quien propone un “Proyecto de reforma sobre jurisdicción parroquial de la Iglesia de San Jerónimo de Coronda”, destinado a reordenar la acción pastoral y clarificar los derechos y deberes de los ministros sagrados, lo cual se lo considera de suma necesidad “… tanto en razón de la pobreza de esta parroquia, como para evitar los atropellos y nulidades que con más o menos frecuencia se están cometiendo por los señores capellanes de las capillas del Departamento”.

La explicación de este particular funcionamiento, a nuestro juicio, está dada por la imposibilidad de parte del Obispo de llenar los requisitos impuestos por el Patronato Nacional y debido a la escasez de clero propio o “nacional”, que lo llevaba a aceptar sacerdotes europeos, los cuales muchas veces carecían de la idoneidad suficiente y que gracias a esta figura canónica podían ser removidos fácilmente, procedimiento que no era posible en el caso de los párrocos.

 Un convenio firmado entre Mons. Gelabert y Crespo y el gobierno entrerriano, si bien no obliga a la provincia de Santa Fe y nada hay similar, nos aproxima al espíritu del Obispo en materia tan delicada. Así, en el Artículo 1° señala que “… los curatos serán servidos por curas interinos que no tendrán otro derecho a la posesión de sus curatos que el que pueda darles su buena conducta y el fiel desempeño de sus deberes parroquiales”; y en el 3° sobre las remociones, “… cuando el gobierno lo pida por graves causas que tenga para ello o cuando el Prelado por causas graves también crea deberlo hacer”.

 Una solución parecida había ofrecido el mismo Gelabert y Crespo siendo delegado eclesiástico de Santa Fe en 1857, cuando proponía al gobierno provincial establecer “… por ahora dos viceparroquias y proveerlas inmediatamente de sacerdotes que las administren autorizados plenamente para ejercer las funciones de curas como si invistiesen el carácter de tales y cuidándoles como medios para su subsistencia todos los emolumentos parroquiales de sus respectivos distritos”.

Ya en el año 1860, el primer obispo de Paraná, Mons. Segura y Cubas, había propuesto algo similar al Pbro. José de Amenábar, cura de Santa Fe, respecto a la colonia Esperanza que estaba bajo su jurisdicción, a quien le solicita que realice “… un traspaso de la plenitud de sus cuidados y derechos sobre esos individuos” de la colonia, a quien deben “… extenderle los títulos necesarios (como teniente cura) para la buena administración de esa parte de la feligresía”.

También José V. de Lynch, en representación del delegado apostólico en el año 1881, autoriza al guardián de los franciscanos “… para que como si fuese vicepárroco de la colonia Avellaneda, pueda casar, bautizar solemnemente y ejercer todas las facultades de cura y vicario propio, que son las necesarias para que esos pobres colonos glorifiquen a Dios y salven sus almas”.

 Además, le solicita “… que recogiendo la limosna que sea posible entre los colonos la destine para comprar libros parroquiales en que se ande asentando las partidas de los que se casen, oleen, mueran y los demás que se crea necesario a su vez, cuidando el archivo eclesiástico en la mejor prolijidad”.

La acción pastoral de Mons. Gelabert y Crespo, en orden a la atención espiritual, fue titánica, y en la medida de sus posibilidades y un realista sentido pastoral fue respondiendo a las solicitudes de los colonos, primero ordenando su atención desde las parroquias existentes, como ya hemos visto, y luego, a medida que dichas comunidades progresaban, creando las respectivas capellanías.

Hasta el año 1880, la erección de las citadas capellanías fue más bien lenta, pero a partir de entonces adquirió un dinamismo asombroso, tal como se observa a continuación:

- 1860: Esperanza;

- 1862: San Carlos;

- 1865: San Jerónimo Norte;

- 1870: Cayastá;

- 1879: San Agustín;

- 1881: Jesús María (Timbúes), Pilar;

- 1885: Providencia, Irigoyen, Cayastacito;

- 1886: Candelaria (Casilda), Gessler, Progreso;

- 1887: Lehmann, Felicia, Rafaela, Cañada de Gómez, Emilia, San Vicente, Susana, Hernandarias (de Entre Ríos, con jurisdicción sobre colonias santafesinas);

- 1888: Estación Gálvez y Colonia Margarita (Gálvez), San Genaro, Franck, Santa Teresa, Bustinza;

- 1889: Helvecia, Montes de Oca, San Martín de las Escobas, Enrique Sánchez, Clucellas, Sastre y Ortiz, Venado Tuerto;

- 1890: Carmen del Sauce, Sarmiento, Ataliva, Villa Gobernador Gálvez, Humboldt;

- 1891: San Carlos Norte, Santa Clara de Saguier, Humberto I, Sunchales, San José de la Esquina, Serodino;

- 1892: Estación Díaz, Vila, San Justo, Constanza, Jacinto Aráuz, Cavour, Santa Clara de Buena Vista;

- 1893: San Jorge, Armstrong, Saguier, Grutly, Llambi Campbell, Carlos Pellegrini, María Juana, Colonia Margarita, El Trébol, Las Rosas, Angeloni;

- 1894: Arroyo Seco, Chabás, Gaboto, Saa Pereyra, Máximo Paz, Teodelina;

- 1895: Presidente Roca, Colonia Ancalú, Colonia Belgrano, Carcarañá, Casas, Crispi.

Los capellanes además de atender sus lugares de residencia, extendían su acción pastoral a las colonias vecinas que iban surgiendo, como sucedía con el de Cayastá, a quien a partir del año 1879 se le encomienda la atención de las colonias Helvecia y las demás establecidas sobre el río Paraná al norte de la provincia de Santa Fe (California y Francesa).

En el caso de Esperanza, ya en 1878 se había concedido la jurisdicción sobre los vecinos de Humboldt y Pujol, y en épocas determinadas sobre los de Emilia y Cayastacito y al año siguiente se amplía a Grutly, Rivadavia y Larrechea.

En el año 1883, al capellán de San Agustín se le encomiendan las colonias San José, Francklin (Franck) y la parte de Las Tunas que no correspondía a San Jerónimo.

Un año de muchos cambios en las jurisdicciones de las capellanías es el de 1885, ya que se crea la providencia, a la que se le da como límites: al norte, la línea divisoria con el territorio nacional Chaco y la provincia de Santa Fe, al sur una línea recta que partiendo desde el extremo sur de la colonia Progreso llega hasta la frontera de Córdoba quedando comprendidas Grutly, Rivadavia, Felicia, Lehmann y Egusquiza; al este, el río salado, comprendiendo Emilio, San Justo, Cayastacito, y al oeste, la frontera de Córdoba.

Esta erección recorta las jurisdicciones de Esperanza y Pilar, como también la del prefecto de Misiones, pero por razones que desconocemos, esta nueva jurisdicción dura muy poco, ya que tres meses más tarde algunas colonias (Rivadavia, Grutly, Emilia, Cayastacito, Sol de mayo y San Justo) vuelven a la jurisdicción de Esperanza, en tanto a providencia se le agregan algunas nuevas como progreso, María Luisa, Felicia, Lehmann y las colonias del norte.

Antes de que concluya el año, hay nuevas modificaciones, ya que con la erección de Cayastacito, Emilia, San Justo, y Sol de Mayo pasan a esta jurisdicción, en tanto Lehmann y Felicia se desprenden de providencia y pasan a integrar la de Pilar.

El año 1887 es también pródigo en reformas de jurisdicción debido a la erección de nuevas capellanías, comenzando por las de Progreso y Emilia, a quienes se les adjudica Sarmiento, Grutly y Campo Deuer a la primera y Bella Italia, Nuevo Torino y parte de Colonia Nueva a la segunda.

La colonia Pilar, por su parte estaba rodeada de colonias a su cargo, algunas de las cuales pasarían a nuevas jurisdicciones en meses posteriores. Así al este se encontraban Santa María y parte de Colonia Nueva; al oeste, Aurelia, Susana, Saguier, Santa Clara, Josefina, Clusellas, Iturraspe, Cello, San Francisco, Luxardo (estas últimas en la provincia de Córdoba y seguramente por errror), y al sur, Freyre (el mismo caso anterior), Angélica, Argentina, Merediz, San Vicente, María Juana, Garibaldi, Eustolia y Gálvez (actual colonia Margarita).

Del centro de la provincia (Dpto. Castellanos) bajamos más al sur, hasta el departamento Rosario, donde encontramos que el capellán de Candelaria (Casilda) se le anexan las colonias Clodomira y General Roca, para retornar de nuevo a Castellanos, donde creada la capellanía de Rafaela, se le da la jurisdicción sobre las colonias Roca, Castellanos y Vila.

En octubre se le concede al capellán de Irigoyen jurisdicción sobre una vasta zona aún no-poblada, y en noviembre, al capellán de Cañada de Gómez se le da la jurisdicción sobre todo el Departamento Iriondo.

A partir del mes de diciembre, las colonias Belgrano, San Martín, Angélica, Argentina, María Juana, Sartre, Romero, Merediz, Garibaldi, y Campo Quiñones pasan a depender de la capellanía de San Vicente, en tanto Aurelia, Saguier, Santa Clara, Clucellas, Iturraspe, parte de Vilay parte de Angélica, de la Capellanía de Susana, quedando en consecuencia la de Pilar, reducida a Santa María, Nuevo Torino, y Colonia Nueva.

A fines de 1888, se agrega (aunque provisionalmente) al capellán de Lehmann la atención de Sunchales, Aldao, Carolina y Raquel, en mayo de 1889, la capellanía de Sastre abarca las colonias de Ortiz, San Jorge, Concepción, María Juana, Garibaldi y tiene jurisdicción compartida con el capellán de San Martín de las Escobas sobre Ramona, Angélica, Argentina y Merediz; en agosto a la de Enrique Sánchez se le encarga la atención de Lorenzo Torres, Alvaro Istueta, Luis Viale y Santa Elena, jurisdicción que se amplia en octubre con Constanza, San Cristóbal y la Verde, y también en agosto la de Clucellas con jurisdicción sobre Iturraspe, Cello y Eustolia.

En el año 1890, el capellán de Altaliva tiene jurisdicción sobre las colonias Sunchales, Raquel y Humberto I, y en 1892, al capellán Jacinto Aráuz se le agregan las colonias Adolfo Alsina, Colonizadora de Córdoba, Elisa y Clara.

Al crearse en 1893 varias capellanías, se les conceden no pocas colonias para su atención. Así, a Llambi Campbel se le otorga jurisdicción común con el capellán de Emilia sobre la población ubicada en un radio que tiene como límites al norte la Colonia Cabal, por el Sur el límite norte del campo y colonia Aldao, por el Este el Saladillo y por oeste el Salado, en tanto a Las Rosas se asignan La California, el Refango, Las Castañas, Las Tres Lagunas, La Independencia, La Argentina, Las Chilcas , La Germania, Santa Clara, El Chupino y Los Troncos, siendo la mayoría establecimientos de campo, a Angeloni, San Justo, Tres Reyes, Sol de Mayo y Emilia, y a El Trébol, Las Taperitas, Campo Los Laureles, 51 y 52, San Andrés, Tais, Santo Tomás, Colonia Cárcano, La Victoria, Los Cardos, Piamonte, compartido con el capellán de Carlos Pelegrini. Finalmente en el año 1885, a la capellanía de San Justo se le da la jurisdicción sobre Ramayón, Escalada, Campo de Saralegui y Tres Reyes.

Los continuos cambios, centralizados la mayoría en el ámbito de los departamentos Las Colonias, Castellanos y San Martín, se deben fundamentalmente al surgimiento de colonias que de tiempo en tiempo transformaban el panorama civil y afectaban a su vez el eclesiástico.

En relación con las capellanías, es importante determinar las funciones que tenían sus responsables y, de esta manera, determinar si en la práctica estaban realmente ligadas a alguna parroquia o en verdad eran independientes.

Un primer documento que analizamos data de mayo de 1860, está firmado por el Pbro. Miguel Vidal del vicariato apostólico de Paraná y dirigido al cura de Coronda, en el cual se le ordena supervisar lo actuado por el capellán de la colonia San Carlos, sobre todo en lo que se refiere a la administración de los sacramentos, y en otro del mismo mes se le comunica que la “razón y el derecho y esta nota dan a usted como párroco esa superintendencia y su vigilancia sobre cualquier sacerdote que entre los límites de su parroquia funcione como tal.”

Nueve años después se sigue haciendo alguna relación a Coronda, pero en este caso el capellán de San Carlos actúa como vicario en comisión (en el caso de matrimonios) por lo cual puede realizar toda la tramitación pertinente.

Sin embargo en el mismo año de 1860, ya bajo el episcopado de Mons. Segura y Cubas, se realiza el primer acto de cierta “independencia” de una capellanía respecto a la parroquia en cuya jurisdicción se encontraba.

En el año 1862, al nombrarse a Fray Aurelio Luvisi capellán de Esperanza se le ordena: “… administre a los colonos católicos de la misma los santos sacramentos y ejerza los demás actos y oficios correspondientes a la parroquialidad, hasta tanto que con vistas a mejores antecedentes se provea lo mas conveniente.”

Al año siguiente, en el nombramiento de su sucesor, a lo anterior se agrega la facultad “… para que dispense a los contrayentes las amonestaciones, en casos necesarios, usando siempre de esta facultad con la debida prudencia”.

A partir de entonces, es común la idea de que el capellán de San Carlos en 1863, a quien se le dice: “…os damos poder cuanto sea necesario para que podáis administrar los santos sacramentos como si fuereis curas párrocos, de todos los fieles de la referida colonia y ejercer los demás actos y ministerios que podía y debía hacer el cura propio si lo hubiera en cuyo lugar os subrogamos ”.

Asimismo se señala el ministerio de la doctrina cristiana, la predicación de la palabra divina y la confesión, facultándosele además para la absolución de ciertos pecados y censuras, como así también para la realización de ciertos actos, propios de la autoridad superior.

De no menos importancia es la autorización para abrir libros de registros sacramentales (Bautismo, Confirmación, Matrimonio, y entierro), como la facultad de labrar ante testigos las “Informaciones matrimoniales” de aquellos que quieran contraer matrimonio, ya que esto es privativo del párroco.

Respecto a esto último, habrá un pequeño retroceso hacia 1869, ya que al nombrar al capellán en el mismo San Carlos se le ponen restricciones a la administración del matrimonio para evitar perjuicio a la jurisdicción parroquial de Coronda.

La plenitud de poderes reaparece en el nombramiento del Pbro. Luis Castronuovo, a quien se autoriza: “administrar los santos sacramentos de la Penitencia, y demás formalidades de derecho, a los vecinos de la colonia Esperanza y a las familias de Humboldt y de Pujol cuando se presenten a recibirlos y en épocas determinadas, a los de colonia Emilia y Cayastacito”. De modo similar se expresará el nombramiento del capellán de Pilar, quien en el caso de matrimonio podrá realizarlo “… previa la información y demás formalidades de derecho”.

Esta situación contraria a derecho (tanto canónico como patronal) era vivida con naturalidad por los diversos capellanes, quienes al final del período manifiestan una clara conciencia de su independencia respecto a los curatos canónicamente erigidos.

A guisa de ejemplo, la respuesta dada por el capellán de San Urbano, en los confines de la provincia, a un pedido de informes del año 1898, y con la que coinciden la mayoría de los capellanes salvo alguna excepción: “… nunca hemos dependido de ninguna parroquia, sino de la curia del Paraná directamente”.


Creación de la diócesis de Santa Fe. Solución definitiva

La posibilidad de que la provincia de Santa Fe fuese elevada a obispado comienza a vislumbrarse desde el poder civil en año 1887.

Con ocasión del proyecto de ley de creación de obispados enviada por el Poder Ejecutivo Nacional y que contemplaba la erección de las diócesis de la Plata y Tucumán en virtud del rápido aumento de la población, los senadores Elías Gollán (Santa Fe) y Pedro Lucas Funes (Córdoba) propiciaron la creación de una tercera que sería la de Santa Fe.

Al momento de discusión del proyecto de ley, Pedro Lucas Funes argumentó la necesidad de que Santa Fe fuese elevada al rango de obispado, ya que si bien no se contemplaba en el envío original, era necesario que así se lo hiciese. Aprobada por unanimidad la propuesta de la comisión de Legislación, pasó a la Cámara de diputados, donde es aprobada el 17 de noviembre sin sufrir ningún tipo de corrección. Con fecha 25 de ese mes, el presidente de la nación, Miguel Juárez Celman, promulga la ley 2246 sancionada por el congreso.

Lamentablemente, esta decisión, que se correspondía con las necesidades espirituales de vastas regiones de nuestro país, no podría implementarse de inmediato ya que el gobierno que impulsaba esta política había, con anterioridad, cortado las relaciones con la Santa Sede y en sus actos no ocultaba un espíritu que en el fondo buscaba someter a la Iglesia de acuerdo con algunas teorías en boga.

El 27 de enero de 1885, -fecha de la ruptura diplomática tras una serie de acontecimientos suficientemente conocidos, donde el Estado avanzó en demasía sobre los derechos de la Iglesia y la misma tradición cultural de nuestro pueblo-, estaba demasiado cercano en el tiempo como para que la ley 2.246 tuviera un curso favorable y rápido, por lo cual habrá que esperar varios años y diversas misiones diplomáticas (Echagüe, Quesada) y superar también el conflicto en torno a la renuncia de Mons. Gelabert y Crespo.

En 1896, el gobierno nacional designa al Dr. Carlos Calvo como enviado ante la Santa Sede para el logro de un único objetivo, tal como lo era el recabar del Santo Padre las bulas ereccionales de los obispados que señalaba la ley 2246, así como también la distribución de los territorios nacionales, dejando abierta la posibilidad de que la sede Apostólica hiciera los cambios que creyera convenientes para una mejor atención pastoral.

 Después de una serie de reuniones, incluida una audiencia con León XIII el 15 de diciembre, el legado Argentino cumplía acabadamente su misión ya que, con fecha primero de febrero de 1897, el cardenal Rampolla, tras señalar la recepción positiva que había tenido en la Santa Sede el pedido de nuestro país, le informa al citado Calvo que, respecto de las nuevas circunscripciones, se aprobaban las presentadas por el gobierno, entre las que se encontraba el Obispado de Santa Fe y que integraban la provincia civil y los territorios nacionales de Chaco y Formosa.

Como titular de diócesis y su catedral se impone a San Gregorio VII, aunque al ejecutarse las Letras en tiempos de Mons. Boneo se jura como tal a la santísima Virgen María bajo su advocación de Guadalupe y San José como vicepatrono. Tres disposiciones importantes en orden al desarrollo de las estructuras pastorales están contenidas en los números 14, donde se ordena que la documentación perteneciente a Santa Fe y los territorios nacionales de Chaco y Formosa sea extraída de las cancillerías de Paraná y de Salta y entregada a esta, 15 sobre problemas límites, y el 34, acece del clero secular, el cual podría optar por prestar sus servicios en la nueva circunscripción o trasladarse al territorio de la antigua. Finalmente, se encomienda la administración apostólica de la nueva diócesis a Mons. Gelabert y Crespo, obispo renunciante de Paraná y afincado desde hacía algún tiempo en el pueblo de Santo Tomé.

La actividad pastoral de monseñor Gelabert y Crespo en los meses subsiguientes es débil, limitada por su estado de salud y por las idas y venidas respecto de su traslado como obispo de la nueva diócesis lo cual genera una serie de discusiones hasta que finalmente en los últimos meses de ese año se hacen presentes las presentaciones en Roma para designaciones episcopales y traslado.


La nueva organización territorial

Con la llegada de Mons. Boneo, primer obispo de Santa Fe, en los primeros meses de 1898 se ingresa en la etapa de la fijación definitiva de la estructura pastoral que girará en torno a las parroquias.

Con fecha 3 de diciembre de 1898, “ … después de maduro examen y deliberación y oído al parecer y consejo de varones eclesiásticos” procede a dividir su extenso territorio en 46 parroquias, la gran mayoría situadas en la “pampa gringa” santafesina y sobre la base de las antiguas capellanías.

En la comunicación al ministro de gobierno de la provincia, la distribución de las mismas es por departamento, mientras que en decreto de erección aparecen distribuidas de a cuerdo al siguiente orden: Ciudad de Santa Fe, de Rosario, Pueblos y Colonias.

Para una mayor comprensión nosotros nos apartaremos de ambos documentos, describiendo las parroquias de los dos más importantes y luego por departamentos, indicando en cada caso límite y jurisdicción.

A- Provincia de Santa Fe

A-1. Ciudad de Santa Fe

 a. Iglesia Catedral

 b. Parroquia del Carmen

A-2. Ciudad de Rosario

 a. Parroquia Matriz

 b. Parroquia Santa Rosa

 c. Parroquia San José. Jurisdicción sobre Villa Gobernador Gálvez (capellanía), Alvear, Nueva Esther, y San Jacinto.

 d. Parroquia de la Concepción. Jurisdicción sobre Alberdi, Echesortu y Eloy Palacios.

A-3. Departamento general López

 a. Parroquia San Gregorio

 b. Parroquia de Venado Tuerto. Jurisdicción sobre estación Carmen (Capellanía), Maggiolo y San Francisco.

 c. Parroquia de San Urbano. Jurisdicción Elortondo (capellanía), Carreras, Firmat, Labordeboy, Wellgricht y Encadenadas.

A-4 Departamento Constitución

 a. Parroquia de Villa Constitución. Jurisdicción sobre Godoy, Pavón Arriba, Peirano y Estación SantaTeresa.

 b. Parroquia de Alcorta.

 c. Jurisdicción sobre Máximo Paz (Capellanía), Adañón, Banana, Bagual, Carpincho, Ferrarosa, La Barilla, Fco. Guena, Las Adelas, La Carambola, La Sepultura, Mingalia, Perseverancia, San Benito, Santa Catalina, San Pedro y Suárez.

A-5 Departamento Caseros

 a. Villa Casilda. Jurisdicción sobre Chabas, y Arequito (Capellanías), Gral. Roca, Jacoba, Los Nogales, Los Paraísos, Fuentes y Villada.

Jurisdicción sobre colonias Carlitos, Iriondo, Las Flores, Lago di Como, Arteaga, Piamontesa, Pellegrini, R. Chañar, Santa Micaela, Trascón, Toscana y Catalina.

A-6 Departamento San Lorenzo

 a. Parroquia Roldán. Jurisdicción sobre Carcarañá (Capellanía), Clodomira, San Jerónimo Sud, San José, Urquiza y Zavalla.

 b. Parroquia de San Lorenzo. Jurisdicción sobre Jesús María, Palacios, Ortíz, Paganini, Borghi y Cerana.

A-7 Departamento Iriondo

 a. Parroquia Cañada de Gómez. Jurisdicción sobre Correa y Bustinza.

 b. Parroquia de Santa Teresa. Jurisdicción sobre parte de Bustinza, Carrizales, Froilán Palacios, Classon, Larguía, Oliveros, Salto Grande y Serodino.

A-8 Departamento Belgrano

 a. Parroquia de Las Rosas. Jurisdicción sobre Montes De Oca y Amstrongs Viejo (capellanías), Tortugas, El Despunte, Las Chilcas, Las Joyas, y Tres Lagunas.

A-9 Departamento San Martín

 a. Parroquia de San Martín de Las Escobas. Jurisdicción sobre Amstrong Nuevo- Cañada Rosquín-, El Trébol y Belgrano (capellanías), Casas, Castro, Traill, y Los Cardos.

 b. Parroquia de San Jorge. Jurisdicción sobre Carlos Pelegrini, Sastre y Crispi (Capellanías), Castelar, Landeta, Ortíz, Piamonte, y Santa Anita.

A-10 Departamento San Jerónimo

 a. Parroquia de Coronda. Jurisdicción sobre Gessler (Capellanías), Corondina, Ledesma y Oroño.

 b. Parroquia de Díaz. Jurisdicción sobre San Genaro (Capellanía), Barrancas, Centeno, Gaboto y Maciel.

 c. Parroquia de Gálvez. Jurisdicción sobre Loma Alta, Campo Piaggio y López.

A-11 Departamento Las Colonias

 a. Parroquia de San Carlos Centro. Jurisdicción sobre Matilde, Santa Clara de Buena Vista y San Agustín (Capellanías), San Carlos Norte y San Carlos Sur.

 b. Parroquia de Esperanza. Jurisdicción sobre Cavour, parte oeste de Grutly, Larrechea, Pujato, Rivadavia y Cululú.

 c. Parroquia de San Jerónimo Norte. Jurisdicción sobre Humboldt (Capellanía), Las Tunas, Santa María Vieja y Sauce.

 d. Parroquia de Pilar. Jurisdicción sobre Felicia (Capellanía),parte de Grutly, La Nueva, Nuevo Torino, Santa María, y San Pereyra.

 e. Parroquia de Providencia. Jurisdicción sobre Arauz (Capellanía), A. Alsina, Hipatia, Ituzaingó, La Colonizadora, La Pelada, María Luisa, Progreso, Larita, Sarmiento, Santo Domingo, San Miguel y Soutomayor.

A-12. Departamento Castellanos

 a. Parroquia de María Juana. Jurisdicción sobre San Vicente (Capellanía), Angélica, Eustolia, Garibaldi, Margarita y Merediz.

 b. Parroquia de Josefina. Jurisdicción sobre Vila, Ramona, Zenón Pereyra-Esmeralda-(Capellanias), Bauer, y Siguel, Castelar, Cello, Manuela, y San Miguel.

 c. Parroquia de Susana. Jurisdicción de Aurelia, Saguier y Crucellas.

 d. Parroquia de Rafaela. Jurisdicción sobre Lehmann y Presidente Roca (Capellanías), Bella Italia, Egusquiza, San Antonio y Castellanos.

 e. Parroquia de Sunchales. Jurisdicción sobre Aldao, Bicha, Carolina, Frias, Hugentobler, Raquel, San Miguel, Tacurales y Terrosa.

 f. Parroquia de Humberto Primo. Jurisdicción sobre: Altiva (Capellanias), Galisteo, Moisés Ville, Reina Margarita y Virginia.

A-13 Departamento San Cristóbal

 a. Parroquia de San Cristóbal

 b. Parroquia de Ceres. Jurisdicción sobre Ambrosetti, Arrufó, Bossi, Dos Rosas, Hersilia, Morteros, Moisés Ville, Palacios, Ripamonti, Santa Ana, San Guillermo y Rosa.

A-14 Departamento Rosario

 a. Parroquia de Arroyo Seco. Jurisdicción Carmen del Sauce, (Capellanía), Monte Flores, Nueva Esther, y Alvarez y su Estación.

 b. Parroquia de Santo Tomé.

A-15 Departamento La Capital

 a. Parroquia de Llambi Campbell. Jurisdicción sobre Cabal, Emilia, y Manuel Gálvez.

 b. Parroquia de Santo Tomé.

A-16 Departamento de San Justo

a. Parroquia San Justo. Jurisdicción sobre San Martín Norte y Videla (Capellanías), Angeloni, Cayastacito, Escalada, Ester, Ramón, Sol de Mayo y Velázquez.

A-18 Departamento Vera

 a. Parroquia de Vera

A-18 Departamento Garay

 a. Parroquia de Helvecia. Jurisdicción sobre Santa Rosa de Calchines (Capellanía), Cayastá y Saladero.

A-19 Departamento Reconquista

 a. Parroquia Reconquista. Jurisdicción sobre Avellaneda y San Antonio de Obligado, Ella, Fortín, Arenales, Florencia, Berna, Molinas, Las Garzas, Piazza, Víctor Manuel y Villa Campo.

A-20 Departamento San Javier

 a. Parroquia San Javier. Jurisdicción sobre colonias California, Francesa, La Brava, Pájaro Blanco, Romang y Alejandra.

B- Provincia de Formosa

 a. Parroquia de Formosa

C- Provincia del Chaco

 a. Parroquia de Resistencia. Jurisdicción sobre Benites, Belén, Margarita, Palmas, Popular y Vedia.

Las nuevas parroquias que comenzarán a funcionar el primero de enero de 1899, gozan a partir de ese momento de todas las prerrogativas de Derecho y a las de la extensa campaña, se les anexaban funciones vicariales. Además de las parroquias seguirán funcionando las Capellanías en algunas colonias de cierta importancia, aunque ahora subordinadas al párroco de la jurisdicción en que se encontraban y con el compromiso de los vecinos de sostener el culto y al Capellán, el cual sería siempre nombrado por el obispo, contándose con la perniciosa costumbre a la que se hizo referencia anteriormente. La distribución de Parroquias y Capellanías en el territorio de la provincia de Santa Fe ordenada por departamentos, era la siguiente:

Departamento

Parroquias

Capellanías

La Capital

4

2

Rosario

5

1

Gral. López

3

1

Constitución

2

1

Caseros

2

 

San Lorenzo

2

1

Iriondo

2

 

Belgrano

1

2

San Martín

2

7

San Jerónimo

3

2

Las Colonias

5

6

Castellanos

6

7

San Cristóbal

2

 

San Justo

1

2

Vera

1

 

Garay

1

1

Reconquista

1

 

San Javier

1

 

Esta decisión, como podrán leer extensamente en nuestro trabajo “Nuestra primera organización diocesana”, no dejó conforme a diversos sectores: a los Padres Franciscanos por cuestiones de Jurisdicción y a los vecinos de las colonias que no habían obtenido esta categoría porque lo veían como una desvalorización de su importancia, real o ficticia.

Tampoco en estas fundaciones se agotó el proceso de Organización pastoral del territorio, ya que en la década siguiente se realizaron una serie de innovaciones y se crearon nuevas jurisdicciones parroquiales y vice-parroquiales.


Evolución Parroquial

Cuando aún no se había cumplido un año del Decreto de Erección de Parroquias, la organización parroquial pergeñada por Monseñor Boneo, sufre la primera de una serie de modificaciones que se incrementarán a lo largo de la década estudiada. Si bien esta erección es anterior a 1900, la hemos incluido ya que la misma dejará una serie de enseñanzas para posteriores decisiones’.

Se trata de la Capellanía de San Agustín cuya promoción a parroquia solicitaron a los vecinos, convirtiéndose en la única excepción hecha ante la marea de pedidos a los que ya hemos hecho referencia al tratar las reacciones al Decreto de Erección.

Al extenso alegato de los colonos y pobladores de esta colonia y, tras el parecer favorable del párroco de San Carlos, jurisdicción a la que pertenecía esta población con fecha 27 de octubre de 1899, Mons. Boneo erige la nueva parroquia cuyo titular será el Santo Obispo de Hipona. Y con esta erección se aumentaban a seis las parroquias del Departamento Las Colonias y se recortaba la jurisdicción de San Carlos.

Lamentablemente las perspectivas halagueñas que señalaban los vecinos no se cumplieron y la documentación de los años posteriores hasta 1908 en que se separa a las colonias Frank y San José de esta jurisdicción muestra que se vive una fuerte crisis económica que hace que, en 1903, se vendan terrenos de propiedad de la Iglesia para sufragar que en 1903 se vendan terrenos de la propiedad de la Iglesia para sufragar los gastos de la construcción de un templo que ya para aquel momento superaba las posibilidades de la feligresía.

Esto se deja ver en la poca permanencia que tuvieron los Párrocos, comenzando por Gil y Santa Paula que ejerce su ministerio hasta fines de febrero de 1901, sucediéndole Francisco de Rojas García solamente por unos meses para ser reemplazado en 1902 por Eduardo Suárez (poco menos de un año, hasta que al fin llega Máximo Calandri cuyo Curato se extiende desde 1903 a 1907. Tal vez esta experiencia más bien negativa haya motivado la carta a los colonos de Felicia en la cual se exponen los requisitos que debe reunir una comunidad que quiera ser promovida a parroquia. A juicio del Obispo se debe asegurar:

1. Escritura a favor del Obispado del terreno del templo y casa parroquial.

2. Terreno no menor de 50 metros de frente por 100 de fondo.

3. Templo digno, capaz y conforme al número de fieles de la localidad y casa cómoda para el cura.

4. Garantizar la subsistencia del cura no con donaciones eventuales sino con un aporte seguro.

5. Templo dotado de todos los elementos de culto.

6. Parecer favorable del párroco.

A partir de entonces, estos serán los criterios que regirán todo lo referente a la erección de parroquias, tal como se desprende – para dar un ejemplo- de la respuesta que con fecha 4 de mayo se envía desde los vecinos de Carmen del Sauce que habían solicitado la elevación a Parroquia de dicha capellanía.

En el año 1903, es el mismo Obispo quien escribe a Pedro Christopensen- fundador de la colonia Diego de Alvear- explicando los motivos que le impiden erigir parroquia en el lugar: “... las leyes vigentes que requieren que antes se forme el fondo parroquial con cuyos intereses se sostenga al Párroco y porque no quiere que la hermosa iglesia levantada por Ud. Y su digna esposa corra la suerte de otras que están abandonadas o muy pronto quedarán sin sacerdote, precisamente por no haber cumplido las sabias disposiciones de la iglesia. ”

Todos estos requisitos, los vemos en cambio cumplimentados por los vecinos de Irigoyen, quienes comienzan sus gestiones a fines de 1899.

A pesar de los pareceres favorables de los curas de Gálvez, Coronda y Díaz acerca de la conveniencia de erigir la nueva parroquia, el Fiscal Eclesiástico considera que al no haberse concluido ni el nuevo templo ni la casa parroquial, es conveniente demorar dicha erección. Como solución intermedia, el obispo prefiere dotar al Capellán de las facultades de Cura Vicario dentro del territorio que corresponde a la jurisdicción civil de Irigoyen, la cual se clarifica por decreto el 29 de julio de 1901.

Paralelamente se aceleran las obras del templo y así el 6 de abril del 1900 el Capellán Benito Rodríguez puede informar: “... la iglesia nueva que se estaba edificando en esta colonia a mi cargo ya está en condiciones de ejercer en ella el ministerio sacerdotal”.

También se proyectaba la construcción de una casa parroquial anexa al templo, pero ante la posibilidad de la erección parroquial, el vecino Francisco Giraudo, donaba una vivienda para este fin, con lo cual se eliminaba el último obstáculo para ser parroquia al decir de los vecinos. Lo cierto es que para fines de agosto se había respondido a todas las objeciones que impedían la erección, y en consecuencia, Mons. Boneo dicta el decreto respectivo y, la nueva parroquia tendría a Nuestra Señora del Carmen como titular. A partir de ese momento el departamento San Gerónimo contaba con una parroquia más, y lo mismo sucedía en Castellanos donde en la misma fecha se erigía la parroquia de Lehmann.

Las gestiones de los vecinos de Lehmann habían comenzado en octubre de 1899, cuando junto con los colonos de Egusquiza y Campo Bigand habían solicitado al diocesano elevar esa Capellanía al grado de parroquia. Los argumentos presentados podemos sintetizarlos del siguiente modo:

Ø Población, alrededor de 5000 almas;

Ø Vecindario animado de la mejor buena voluntad para con la Iglesia;

Ø El templo es el más antiguo del departamento Castellanos, después de Pilar;

Ø Su contribución económica no se ve correspondida ya que para los actos solemnes del culto cristiano deben dirigirse a Rafaela.

El petitorio fue respondido negativamente, pero en febrero de 1900 un grupo de feligreses forma una comisión destinada a la construcción de un templo nuevo, el cual se concluye a principios de 1901. Con esta obra como prueba de la buena voluntad de los colonos, el 22 de julio de 1901, el Presidente de la comisión de Iglesia se dirige al Obispo para insistirle acerca del deseo de la comunidad de que se elevara “... a la categoría de parroquia nuestra capilla local...”

Pocas semanas después, Mons. Boneo – quien en 1898 había visitado la colonia y se había referido a ella como parroquia sin que lo fuera – firma el decreto por el cual la separa de Rafaela, le da como titular a San Guillermo Abad, le asigna como territorio el comprendido en los límites de esta y Egusquiza y nombra como Párroco al Pbro. Serafín Barberis.

Antes de finalizar el año, es erigida en parroquia la antigua reducción de San Antonio de Obligado, fruto de los afanes evangelizadores del padre Ermete Constanzi, y que había continuado siendo atendida por los Padres Franciscanos de Propaganda Fide. El 2 de noviembre, Mons. Boneo firmaba el Auto de Erección de la nueva Parroquia de San Antonio de Obligado, dándole como patrono a San Antonio de Padua y designado párroco al secular español Gumersindo Arias quien permanecería en ese destino hasta 1903.

Dentro de la jurisdicción quedaban las colonias Ocampo, Las Toscas y Florencia, todas son capillas habilitadas para el culto.

Durante el año 1902 solo hay una erección parroquial que es la de Carcarañá en el departamento San Lorenzo y un cambio de límites en la parroquia de Rafaela.

Respecto a esto último se efectúa en el mes de junio y en vez de la Cañada de la Fiera, se le da el límite al oeste de Las Colonias y Castellanos, en tanto que la colonia Bigand pasa a jurisdicción de la Parroquia de Josefina.

Tocante a la erección de Carcarañá, que era capellanía dependiente de la parroquia de Roldán ésta se efectúa el 2 de Octubre y se nombra como Párroco al Pbro. Francisco Azpiri.

Como hecho ilustrativo de esta misma época, cabe mencionar que los mismos padres franciscanos que atendían la parroquia de San José de la Esquina desde la década del 60-70 del siglo pasado, la entregan al obispo quien nombra como Párroco al Pbro. Juan Bergallo.

En el año 1903 será el turno del sur provincial con la erección de la parroquia de Teodolina en el departamento de Gral. López y en el límite con la provincia de Bs. As.

Tras la adscripción en 1899 a la Parroquia de San Gregorio, la vida religiosa había entrado en decadencia por la ausencia de sacerdote, lo que era verificable en el deterioro del templo y casa del capellán. Con la ayuda de Teodolina Fernández de Alvear se construye un nuevo templo y casa parroquial lo cual es gratamente celebrado por el boletín eclesiástico de Santa Fe. Avalados por esta obra y por la presencia de un sacerdote estable, los vecinos con el seguro apoyo de la señora de Alvear insisten ante el obispo, quien el 3 de abril erige la nueva parroquia bajo el patrocinio del Sagrado Corazón de Jesús, colocando como párroco al Pbro. Alberto Incoronato y asignándole como territorio el que se encontraba dentro de los límites civiles de esta colonia.

También el departamento San Jerónimo se ve favorecido por la erección de la Parroquia de San Genaro, que se concretiza el 15 de setiembre. Ya en el año 1900, los vecinos habían elevado su primer solicitud manifestando el deseo de que la Capellanía fuera elevada a Parroquia, alegando el crecimiento moral y económico de la población, pero la respuesta fue negativa.

En 1903 vuelven a insistir a través de las Comisiones de iglesia, y de Fomento, repitiendo el pedido anterior aunque en esta oportunidad consiguen lo solicitado por el Auto del 15 de setiembre: “... erigimos (...) esta nueva parroquia bajo el título y Patronato del Bienaventurado San Genaro, y le asignamos por territorio aquel que se halla comprendido dentro de los límites civiles de las colonias de San Genaro y Centeno, con todos los derechos , gracias y prerrogativas de que se hallan en posesión por disposiciones generales las demás parroquias de la diócesis. Nombramos a su primer cura vicario el Señor Pbro. José Alejandro a cuyo favor mandamos a expedir el correspondiente título ”. A lo largo del año 1904 se erigen seis parroquias, las que se ordenan a continuación, según su fecha de creación:

1- Arequito, 18 de febrero

2- Emilia, 31 de mayo

3- Piñero, 20 de julio

4- San Carlos Norte,14 de agosto

5-Acebal, 24 de noviembre

6- San Vicente, 24 de diciembre

La colonia de Arequito situada en el departamento Caseros, pertenecía a la Parroquia de Casilda y sobre su creación leemos en el boletín Eclesiástico del 16 de marzo de ese año: “ Ha sido erigida en parroquia la Capellanía de Arequito asignándole por jurisdicción el territorio comprendido en las colonias de Arequito, Chabas, Los Paraísos, Los Nogales, Campo La Pampa y Panera, nombrándose por su primer Cura Vicario al Pbro. Don Domingo Pugliese”.

El pedido de erección por parte de los vecinos había sido elevado 10 de noviembre de 1903, con las firmas del capellán Pbro. Domingo Pugliese y del presidente de la comisión de Fomento y había contado con el parecer favorable del Pbro. Celestino Molfese, cura de Casilda, a cuya jurisdicción parroquial pertenecía.

En el caso de la colonia Emilia, sus vecinos en diversas oportunidades habían solicitado un sacerdote y por esta época se desempeñaba al frente de la misma el Pbro. Francisco Zanfini, quien había llegado en 1901 a lo que él denominaba entonces “... este semidesierto llamado Emilia...”. En 1903, los vecinos habían comenzado a insistir en la necesidad de que su Iglesia fuera elevada a Parroquia, arbitrando los medios al respecto. Así informa el boletín eclesiástico de la Diócesis de la primera quincena de octubre de ese año: “Muy recomendable ha sido la idea del Señor Capellán de Emilia, quien por medio de varios pagarés firmados por los vecinos más pudientes, ha reunido los fondos necesarios para erigir en Parroquia aquella Capellanía”.

El comentario del boletín anticipaba una exigencia que luego se haría al momento de erigir la parroquia: Constitución de un fondo que permitiese al menos sostener el culto cuando la pobreza de los fieles no lo permitía. También en ese momento se habían abierto los cimientos para construir una nueva iglesia de vastas proporciones en comparación con el número de feligreses y que hoy puede ser admirada desde la lejanía. El auto de erección le da como titular a la natividad de la Santísima Virgen y como párroco se nombra al citado Pbro. Zanfini. Bajo su jurisdicción quedaban las colonias Videla, Esther y Cayastá, todas con capillas aptas para el culto divino. En nota 7 de junio el párroco nuevo, informa sobre los actos de toma de posesión como tal, señalando: “La concurrencia fue numerosa y todos dieron muestra de alegría y agradecimiento al superior por el favor recibido.”

Tocante a San Carlos Norte, ya con fecha 25 de noviembre de 1898 los vecinos habían enviado una extensa nota al Obispo recordando que en su momento Mons. José María Gelabert y Crespo les había prometido verbalmente ”... que sería parroquia independiente de cualquier otra y que su superiora sería la Curia Mayor Eclesiástica...”. Este nuevo pedido no tuvo eco, y salvo pedidos de sacerdotes para atender la población que la Curia siempre satisface, no se encuentran reclamos de erección parroquial.

De todos modos la espera de los vecinos da sus frutos, ya que el 12 de agosto Mons. Boneo firma el Auto de Erección por el cual la Capellanía de San Carlos Norte deviene en parroquia, teniendo como titular y Patronos a la Virgen María en su Misterio de la Asunción y a San Roque. Su primer cura párroco sería el Pbro. Julián Pío Cuesta y la antigua reducción de San Jerónimo del Sauce quedaba bajo su jurisdicción. Antes de finalizar el año se erigen la Parroquia de Acebal en el departamento Rosario y la de San Vicente en el departamento Castellanos. A la primera se le da como jurisdicción dicha localidad y la antigua Capellanía de Carmen del Sauce, y como cura vicario al Pbro. Francisco Oller, en tanto a la segunda se le agrega Colonia Margarita, que tenía capilla pública.

Un balance de la evolución parroquial en este período, lo encontramos de manos del propio Obispo quien en los primeros meses de 1905, informa al ministro de relaciones exteriores y culto: “... habiendo sido elevadas a la categoría de parroquias las capillas de San Vicente, San Carlos Norte, Piñero y Emilia, el número de parroquias de este Obispado asciende a 62 que a su vez ejercen jurisdicción sobre otras cien o más capellanías y más de 300 pueblos que están situados dentro de su territorio parroquial...”

Durante el año 1906 se verifica una sola erección parroquial, esta vez en el departamento San Martín y corresponde a la capellanía de Carlos Pelegrini, perteneciente a la Parroquia de San Jorge. Tres años antes los vecinos habían solicitado al diocesano la erección correspondiente aunque sin resultados positivos, y paralelamente se producían algunos conflictos de jurisdicción respecto a la pertenencia de los colonos de la zona entre el Párroco de San Jorge y los vecinos del lugar. Así llegamos al citado año 1906 en el que Mons. Boneo firma el Auto de erección por el cual Carlos Pelegrini se convierte en parroquia, colocándola bajo el patrocinio de San Agustín, y con la cura de almas a cargo del Pbro. Antonio Vega.

Nuevamente la pluma del Obispo nos ilustra sobre el progreso de las estructuras pastorales cuando señala al Ministro Rodríguez Larreta: “A las 62 parroquias que existían al año 1904 se han agregado una más con asiento en Carlos Pelegrini y actualmente se tramita la erección de otras, siendo este dato una de las señales más evidentes del progreso religioso de los pueblos de este Obispado en la obra de regeneración moral de estos habitantes”.

Tras un paréntesis en el cual no hubo erecciones, el año 1908 viene a compensar con creces ya que se erigen cinco parroquias y a la par se toma la decisión de erigir las capellanías existentes en Viceparroquias, asunto sobre el que luego volveremos. La primera parroquia erigida este año pertenecía al departamento San Jerónimo y tenía su Sede en Gessler.

Es llamativo que a pesar de antigüedad de esta Capellanía, sus feligreses no hayan reclamado ninguna prerrogativa cuando el decreto de erección de 1898 y recién en noviembre de 1906 nos encontramos con una nota firmada por dos mandatarios de los colonos, quienes entre otras razones argumentan a la Curia: “... la pérdida del beneficio de parroquia de que gozó desde su fundación esta Iglesia ha traído aparejados grandes prejuicios así de órdenes materiales como espirituales […] /A Coronda/... un viaje de seis o más leguas, pérdida de tiempo y gastos no siempre fáciles para el hombre que depende única y exclusivamente de su trabajo personal...”

También la presencia de protestantes en las colonias vecinas (San Carlos, López y Belgrano) aparece entre las motivaciones que esgrimen los reclamantes, quienes además sugieren la jurisdicción de la nueva parroquia: “...un radio de más de cuarenta leguas cuadradas con las colonias Gessler, Oroño, López y Loma Alta incluidas”. Consultados los párrocos vecinos, respondieron positivamente aunque discrepando de los límites, ya que mientras el de Gálvez sostiene que López y Loma Alta deben pertenecer a esa jurisdicción, el de Coronda quizás, porque no se veía afectado, señala que no concuerda con el Pbro. Rinaldi respecto a la adscripción de Loma Alta, ya que la misma pertenece a la jurisdicción civil de Gessler, y allí debían ir los colonos para sus trámites. Y agrega: “... el arroyo /Colastiné/ al que hace referencia, además de estar demasiado cerca de Gessler, para límite de la provincia, no es impedimento para el acceso de los fieles pues se ha provisto de un buen puente que permite cruzarle aún en las crecientes”. Además de esto, nos parece importante la exigencia que el Pbro. Gil y Santa Pau señala como condición para la erección: “... se asigne y garante al Cura una subvención que no baje de ochenta pesos mensuales, tanto para que pueda subsistir decentemente, como para compensarle las erogaciones y cargas que gravitan sobre el párroco, como ser las misas pro-pópulo, etc…”

Importante en el proceso de erección de esta parroquia es la exigencia por parte de la Curia de un fondo parroquial que debe ser depositado en el Obispado como garantía de la buena marcha de la misma, lo que prontamente es cumplimentado por la Comisión de la Iglesia. Con fecha 14 de Diciembre, Mons. Boneo escribe a los vecinos señalando que al haberse cumplimentado este requisito solo faltaba la inspección del templo y la casa parroquial. Por fin, el decreto por el cual se nombra Párroco al Pbro. José Bava, y por territorio ”... el que se halla comprendido dentro de los límites: N. Departamento Las Colonias; S. Línea recta que parte del límite sur de la colonia López hasta el FCBA y R; E. el FCBA y R; O. Departamento Las Colonias desmembrando al efecto de su respectiva parroquia el territorio anunciado”.

Días después se erige Villa Cañás en el departamento Gral. López, y por Auto del 16 de Febrero se le daba como límites Elortondo, Santa Isabel, Teodolina, Colón y Domingo de Alvear, se la colocaba bajo la protección de San José, y se nombra como primer párroco al Pbro. Juan José Mendí. Una quincena después era erigida la parroquia de Zenón Pereyra en el Departamento Castellanos, puesta bajo la protección de Santa Justina a cuyo frente se designaba al Pbro. Manuel Gabaza.

En el mes de setiembre, se erigen las dos últimas parroquias del año 1908: Elortondo en el Departamento Gral. López y Santa Clara de Buena Vista en el Departamento Las Colonias. A la primera, se le da como titulares a Santa Isabel de Hungría y San Francisco Solano recayendo el nombramiento del cura Párroco el Pbro. Pedro Juan Ripoll y, en lo tocante al territorio, el limitado por el camino Firmat a Venado Tuerto, Drabble, San Urbano y Carmen.

En el caso de Santa Clara, con fecha 25 de agosto, un grupo de vecinos y el capellán de la colonia se dirigen al obispo solicitando la elevación a parroquia, con tan buena recepción que el 28 de ese mes se expide el decreto respectivo por el cual se crea la nueva jurisdicción bajo el patrocinio de Santa Clara Virgen. El territorio de la nueva parroquia era el comprendido entre los límites civiles de la misma (San Mariano, López, San Carlos y Gessler) y a la cabeza de la misma se colocaba el Pbro. José Reina Marquez.

Así llegamos al año 1910 en que se erigen la tres últimas parroquias del período estudiado, correspondiendo dos a la ciudad de Santa Fe y una tercera al interior. Ambas erecciones estuvieron precedidas de un estudio encargado a una Comisión formada entre otros por los Pbros. Gioda y Marzola quienes consideran que debido a la población que en ese momento tenía la ciudad y su desarrollo siempre creciente en los distintos barrios, lejanos de la sede parroquial era necesario su división en cuatro Parroquias y una Vice parroquia.

Tras señalar los límites posibles concluían que esta división era la que mejor se adaptaba al desenvolvimiento progresivo de la ciudad ya que la parte norte que se distinguía por su desarrollo sería atendida por tres Parroquias y la población rural que existía entre Santa Fe y Recreo por las dos nuevas a erigirse. Tal propuesta fue objetada el 16 de diciembre de 1909 por el Cura Rector del Carmen quien alega que los curas no podrán atender adecuadamente sus feligresías y que no obtendrán los recursos para el sustento. Finalmente, en el último día del año, Mons. Boneo aprueba la división propuesta por la comisión ad hoc , erigiendo dos nuevas Parroquias que comenzarían a funcionar como tales a partir del primero de abril de 1910, siendo la primera denominada San Juan Bautista, y que funcionara provisoriamente en el colegio Jobson y la segunda San José, y que tendría como sede la parte ya construida de la nueva Catedral. Entre los fundamentos de esta división señalaba: ”... la demasiada distancia, la dificultad grande de los fieles para acudir a la Iglesia Parroquial a recibir los sacramentos y a asistir a los oficios divinos, la casi imposibilidad en que se encuentran los actuales párrocos de llenar cumplidamente sus graves obligaciones no el celo que los distingue”.

La tercera parroquia se erigió con fecha 14 de setiembre en el Departamento Belgrano sobre la base de la Vice Parroquia de Amstrong a la que se le anexan los pueblos de Tortugas y Las Parejas.

Una alternativa a la erección de parroquias en aquellas poblaciones y colonias que si bien no podían cumplimentar las exigencias del derecho de Estola, fuente de incontables conflictos, deseaban tener un cura propio y, en vista a los problemas suscitados entre los capellanes y los curas párrocos, fue la creación de Vice Parroquias.


Atención Pastoral de zonas marginadas

Muchas de las comunidades puestas bajo la jurisdicción de las parroquias creadas desde 1898 en adelante, en la práctica quedaban marginadas o relegadas de los beneficios espirituales debido a la distancia que separaba a estos fieles de las respectivas sedes o a la inacción de los párrocos. En una carta dirigida por José Raffo de San Genaro al Obispo, se expresa vivamente los sentimientos de estos vecinos bastante alejados de la sede parroquial de Díaz a la que pertenecían. En la misma no se reclama la erección de Parroquia como en otros casos, sino que simplemente se solicita la presencia de un “Capellano”, ya que según el demandante ”...aquí estamos viviendo como los animales sin poder oír misa y todos los devotos pierden la devoción”.

Ya entrando este siglo la precaria atención de las pequeñas colonias queda atestiguada en diversas notas como por ejemplo la del Pbro. Francisco Zanfini quien en 1904 manifiesta: ”La parroquia /de Emilia/ tiene tres capillas y de cada una piden de tanto en tanto oir misa”. Al año siguiente el Pbro. José Tavella- Capellán de Jacinto Arauz- solicita permiso para celebrar misa en Colonia Elisa a fin de que los niños puedan hacer la primera comunión, aclarando: “Esta colonia es bastante lejos de Arauz y eso hace así que unos cuantos de los quince años todavía no han cumplido su deber”

Por la misma época el párroco de Emilia escribe al Obispo proponiéndole la siguiente solución para la atención de los vecinos de Cayastacito: “... no hay inconveniente en celebrar un domingo al mes en Cayastacito dejando sin misa a Emilia. En esta forma podría dedicar a los peticionistas tres días: Sábado, Domingo y Lunes, enseñando el catecismo, explicando el evangelio, oyendo confesiones y comulgando lo que diversamente no se podría llegar a las 11 a.m. hora inoportuna para desarrollar una acción eficiente”.

Una de las alternativas que la curia encuentra para poder facilitar a los fieles de las zonas que hemos denominado marginales para el cumplimiento de sus deberes religiosos, es autorizar a los párrocos más cercanos a celebrar misa y administrar los sacramentos. Así, nos encontramos con la autorización al párroco de María Juana (año 1901) para que se celebre Misa en Angélica o la otorgada al de providencia para celebrar en La Pelada teniendo en vista los malos años que no permitían edificar capillas y en orden al bien de esos fieles.

También en ese año se autoriza al cura de Santa Teresa, Pbro. Rafael Bonnin, a celebrar y administrar sacramentos en Ripamonti y Dos Rosas que pertenecían a Hersilia pero estaban más cerca de aquella localidad de la vecina provincia. En otros casos, la autoridad Eclesiástica no concede este tipo de permisos, ya que a pesar de las advertencias hechas sobre la necesidad de entregar a la curia los lugares de culto, no se respetan en algunas colonias estas disposiciones. Así, en marzo de 1903 se comunica al Cura de María Juana la imposibilidad de celebrar misa en Eustolia por tratarse de una capilla privada, en tanto que en el mes de octubre se autoriza al cura de San Urbano a celebrar con altar portátil en Carreras siempre y cuando los vecinos soliciten autorización para colocar la piedra fundamental y se escriture el terreno a favor de la Iglesia.

En esta praxis de facilitar a los fieles la asistencia a los lugares de culto, la jerarquía no duda en flexibilizar las jurisdicciones parroquiales, como por ej. Cuando autoriza en 1901 a los colonos de Ituzaingó que pertenecían a Providencia a incorporarse a la parroquia de Umberto I. Otras veces son los mismos sacerdotes quienes solicitan estos cambios, como bien lo ilustra una carta del Pbro. Alberto Incoronato, a cargo de El Trébol, donde relata la situación de los vecinos de Piomonte: “hallándose el territorio de Piamonte más cerca del Trébol que a Carlos Pelegrini todos los fieles acuden en esta iglesia para todo, sea para oir la misa, sea para confesarse, sea para bautizar, para casarse, para llamar al sacerdote para auxiliar enfermos. El /p.../ el confesionario rodeado de fieles de Piamonte que habían acudido en esta iglesia para cumplir con el precepto pascual”.

Todas estas soluciones provisorias no podían impedir que se debilitara la vida de fe y la consecuencia era el debilitamiento de las obras erigidas por los fieles. En 1908, la Comisión de la iglesia de Centeno escribe al Obispo: “Esta colonia llmo. Sr.está hoy poblada por agricultores que desgraciadamente han olvidado la Santa doctrina de sus mayores”. Contemporáneamente José Humbert, a la sazón director de la escuela Angeloni, en nombre de los vecinos, manifestaba a Mons. Boneo: “...haga algo por esta localidad en donde existe una rica iglesia construida por los vecinos, y que en la actualidad es comedero de ratones. Permitir ese abandono es creo, cometer el pecado mortal que, en su día, Dios nos debe pedir cuenta a la par que es dar mal ejemplo a las futuras generaciones haciendo que la fe del cristianismo desaparezca por completo”

Estas carencias manifiestas se trataban de suplir en algunos casos por la realización de Misiones populares, predicadas muchas veces por los mismos párrocos y en otros por misioneros especializados.

De las predicadas por los propios cura nos encontramos con una santa misión del año 1901, efectuada por el cura de San Agustín en el distrito Sauce Viejo, localidad que recién en los años 20 tendrá capilla propia. La importancia de la misma queda registrada en crónica Boletín Eclesiástico, donde leemos: “Las primeras comuniones han sido como 200, y las comuniones totales se han aproximado a 400. Asimismo se han celebrado muchos bautismos y muchos matrimonios, y se concluyó con una solemne función colocándose una cruz para memoria de ese acto de caridad para aquellos pobres y de tanta gloria para Dios”.

Pero más preocupante que la situación de estas colonias y villorios que estaban situadas en zonas más o menos beneficiadas por una fuerte presencia parroquial, era la realidad del noroeste provincial. Para tener una idea de la vastedad del trabajo pastoral podemos mencionar la autorización otorgada en 1908 al Pbro. Leonidas Rodríguez, Cura Vicario de San Antonio de Obligado. Por la misma, se puede celebrar la Santa Misa en colonias como Santurce, Portugalete, Aguará, La Verde, Las Avispas, Portalis, Capivara, El Tostado, San Bernardo, Fortín Cacique y Campos del norte.

Una de esas poblaciones, Tostado, que estaba a cargo entonces del cura Ceres, había sido misionada el año anterior y por los resultados obtenidos podemos imaginarnos las carencias vividas hasta el momento en cuanto servicio religioso.

Al respecto informaba el Pbro. Pablo Calleri: “La Misión principió el día 25 del ppdo. Mayo y concluyó el 9 del cte. mes (junio) desplegando así los Padres Misioneros su celo y Trabajo apostólico durante quince días completos entre aquellas poblaciones ansiosas del bien y de quien le reparta la palabra de vida. Como dicen muy bien los Padres Misioneros, cada misión tiene su sello particular y la de Tostado tuvo el sello particular de las misiones principiantes […] En efecto, durante esta misión administraron 133 bautismos, 26 matrimonios, 497 confirmaciones, habiendo confirmado a personas de 20 a 50 años de edad, 125 niños hicieron su primera comunión, habiendo sido numerosísimas las comuniones de personas mayores, cuyo número no se ha podido tener en cuenta por las continuas tareas de los misioneros […] La población toda de El Tostado y del campo, que acudía de 20 a 40 leguas de distancia, ha quedado sumamente agradecida por tantos beneficios por parte de los Padres Misioneros... ”


III. CONSTRUCCION DE TEMPLOS Y CAPILLAS

 

La Argentina “Nueva” y los templos

 Para los hombres que organizaron el país a partir de Caseros, lo importante era adueñarse de la llanura para vencer de este modo el desierto y, de la explotación de las tierras incultas, obtener las riquezas que nos permitirían ser un estado moderno. En este proyecto, las poblaciones tal como se les había concebido en la época hispánica, no importaban demasiado y, las mismas, prosperarían luego más, por la acción de los particulares, que por el impulso del Estado. Si el objetivo era ganar la tierra y generar riquezas, menos aun se podía pensar en la construcción de templos, lo cual no era simple pragmatismo, sino que tenía sus fundamentos teóricos.

En el catecismo de la Argentina moderna que son “Bases”, Juan Bautista Alberdi sostenía que “... los caminos de hierro son en este siglo lo que los conventos eran en la Edad Media, cada época tiene sus agentes de cultura”, y más adelante agrega que “...el pueblo de la Caldera (Inglaterra) se ha improvisado alrededor de un ferrocarril, como en otra época se formaba alrededor de una iglesia...”.

En su obra “La región del trigo”, Estanislao Zeballos, escribía refiriéndose a Santa Fe: “Esta ciudad se compone propiamente de dos cuerpos: Santa Fe colonial y Santa Fe moderna. La ciudad primitiva, antigua, que se transforma lentamente y la ciudad nueva, reciente, extranjera, iba a decir italiana (...) Opino que la ciudad nueva absorberá al Santa Fe de los blasones, del Cabildo y los Conventos (...) En la ciudad nueva no hay templos y hace treinta años que están a un cuarto de altura los muros de la Iglesia del Pilar (del Carmen) que no es posible terminar; pero ella tiene un excelente mercado de abasto y sobre todo el puerto”.

 Por la misma época, Jonás Larguía constataba que, en materia religiosa, Rosario era más bien indiferente en oposición a Santa Fe y daba como razón “... la composición cosmopolita de la población, en la cual campea abiertamente el elemento liberal y del progreso”.

 En 1890, Teodoro Child, viajero extranjero imbuido del espíritu de progreso, hace referencia al templo en construcción de Rosario, cuyas paredes hace ya ocho años su revestimiento, para concluir: “¿Pero que importa? Nadie en Rosario se interesa por las iglesias, es una ciudad de comerciantes, es sobre todo una ciudad de gente joven que, terminado su trabajo de oficina, va a distraerse al club o a la taberna, en espaciosos cafés o en las calles de billar”.

 Los contratos de colonización y la legislación provincial en dicha materia, obviarán toda referencia a los lugares de culto, salvo Beck – Herzog respecto a San Carlos, donde por lo demás todo es bastante confuso ya que convivían católicos y protestantes.

 En la Argentina “Nueva”, los templos poco o nada tienen que hacer, ya que el “progreso” que como fascinación se vive en aquellos tiempos, no precisa de ellos y se los considera como rémoras de un pasado que no volverá.


Importancia del templo para los inmigrantes

 En la tradición cristiana, el Templo (ya como Iglesia parroquial, ya como capilla u oratorio), ocupa un lugar singular debido a que representa el único Templo por excelencia que es Cristo. Como bien señala Y. Congar: “Es verdad, no hay otro templo perfecto que el Cuerpo de Cristo, pero el Cuerpo de Cristo es también sacramental y místico”, por lo cual “...nuestras Iglesias son también templos: ellas son el lugar que abriga el cuerpo sacramental y el cuerpo místico (conmunionel) de Jesucristo, el altar (tabernáculo) y la asamblea de los fieles”.

Lo que vale para todos los católicos tenía una importancia fundamental en los países de origen de los inmigrantes, especialmente en lo que respecta a los italianos, para quienes el templo era en si mismo un motivo de piedad. El “Manuale di Filotea” que traían muchos inmigrantes, contiene una serie de jaculatorias relacionadas con el templo: “Nell’ andare alla Chiesa”, “Nell’entrare in Chiesa”, “Nell prendere l’Acqua Santa”, Nell’ uscire di Chiesa”, etc. La descripción de las parroquias italianas en la segunda mitad del ochocientos nos muestra la importancia del templo parroquial y los oratorios, y como en los altares de los mismos se manifiestan las devociones religiosas de la época.

 Sobre la Parroquia de Breganza situada en la diócesis de Vicenza nos dice Ludovica Zolin: “Oltre alla chiesa parrocchiale ed alla chiesa curaziale in localitá Margnole, essistevano numerosi oratori privati, propietá per lo piú di famiglie nobili o ricche. La chiesa parrocchiale, di cui si ignora la data di erezione, era dedicata a Santa María Assunta. (...) Glia altari da cinque furono portati a sette: altar maggiore, al S. Cuore di Gesú, alla Vergine del Rosario, a S. Giuseppe, a S. Antonio, a S. Nicola, al beato Bartolomeo da Breganza. I loro titolare sono significativi delle principali devozioni della popolazione: al Sacro Cuore, alla Madonna, ai Santi populari S. Antonio, San Giuseppe. La chiesa di Margnole, di propieta Brogliati, e come tale dipendente dalla commissaria Brogliati, era dedicata a San Francesco di Paola. Fue eretta in sacramentalmete durante la visita pastorale del vescovo Farina nel 1865, considerando questi la distanza del luogo dalla parrocchia ed il numero dei fedeli. Era affidata ad un sacerdote stabile”.

 La importancia de los templos y capillas en la vida de los inmigrantes, es también destacada por aquellos que estudiaron el fenómeno religioso entre los que asentaron en Brasil como Riolando Azzi y Arlindo Itacir Battistel..En A IGREJA E OS MIGRANTES, señala el primero: “E absolutamente indispensavel na análise de inmigracao italiana no Brasil reconhecer a importancia da fé católica, como fator de aglutinacao social (...) Como condicao preparatória para a vinda de sacerdotes, as colonias todas se esforcavam e esmeravam na construcao de capelas, a fin de que as expressoes de culto e devocao católicas, tipicas de sua terra de origem, pudessen continuar a ser celebradas, sem interrupcao de continuidade”. Por su parte, el segundo sostiene en COLONIA ITALIANA. RELIGIAO E COSTUMES: “Sem dúvida, hoje ainda o maior documento da religiosidade e fé dos inmigrantes italianos, sao as capelas. Além de expressarem a fé, atestan sempre o inicio de comunidades. Os colonos ao se instalarem en suas terras imediatamente providenciavam un lugar para rezar em comum. No inicio rezavam o terco debaixo de arvores. Em seguida, construiram capelas.”

 Frente a los hombre del siglo, no faltaron voces que reafirman la importancia del templo, y lo harán en un ámbito tan asépticamente científico como lo era la Sociedad de Geografía, que en Buenos Aires presidía Francisco Lotzina.

 En este sentido, harto elocuente es el testimonio de Gabriel Carrasco quien decía en abril de 1887: “El colono es esencialmente católico, o esencialmente deísta, cualquiera sea su religión; por lo general, como nuestra inmigración pertenece a la raza latina, es católico. Son hombres acostumbrados a cumplir con sus deberes religiosos, y el día Domingo, que ellos santifican a su manera, de una o dos leguas o más, se dirigen al punto más cercano que tenga iglesia, para cumplir sus deberes religiosos. El colono, acostumbrado a hacer perpetuamente la vida de familia, se traslada en su carro (que, entre paréntesis, ha sido hecho en la misma colonia), guiando él sus caballitos, llevando a su lado a su familia, detrás los sirvientes o peones, y por último, hasta seguido de los perros de la casa. Así se hace sus leguas y llega al punto en que hay iglesia, donde cumple sus deberes religiosos. En seguida van a festejar el día en el almacén más próximo; allí encuentran preparada buena alimentación y, sobre todo, buen vino; pasan el resto de día en conversaciones, música y bailes, y cuando las sombras de la noche tienden su manto, recogen sus caballitos y regresan a sus hogares. Esto sucede donde hay Iglesia; donde no hay iglesia, no van. Y como son 100 carros que representan 500 individuos, o 200 carros, o aun más, resulta de ese enorme consumo de toda clase de artículos, un progreso tan grande para los pueblos que tienen Iglesia, que en los que no la hay los vecinos se apresuran a construir por lo menos una capilla.”

 En el campo eclesiástico, gran pastor de la “Pampa Gringa”, Monseñor José María Gelabert y Crespo, señala por su parte en 1888: “...en las colonias se observa este empeño verdaderamente extraordinario, por levantar espaciosos y bellos templos debido, aparte de la piedad probada del colono a la convicción que existe, de que una Iglesia es la mayor garantía de la prosperidad de una colonia y su rápido adelanto.”

 Ya Jonás Larguía, hacia 1882 había también comprobado que frente a la irreligiosidad de Rosario, “en los demás pueblos y colonias, particularmente estas últimas que son probadas por italianos, se han construido algunas capillas, y se construyen a medida que se asientan las poblaciones.” El Censo de 1895 vuelve sobre la importancia del templo en la vida de los colonos, sosteniendo: “En la República Argentina, donde es tan frecuente, especialmente en las provincias agrícolas, la fundación de nuevas colonias cuyo centro está constituido por un pueblo naciente, la Iglesia es el centro en cuyo derredor se desarrolla la edificación. Al fundarse una nueva colonia su propietario destina uno de los mejores locales para construir en él un templo que forme el centro del pueblo. La construcción se hace ordenadamente por medio de suscripciones populares en que toman parte casi todos los habitantes y la iglesia desde el día en que se coloca el primer ladrillo, se convierte ya en el centro de la nueva colonia a la que acuden sus moradores para practicar la ceremonia de culto y formar en seguida sus relaciones sociales y comerciales. Como de esto resulta que el sitio preferido de cada pueblo es la cercanía de la Iglesia, ésta se rodea pronto de las primeras casas y resulta así que cada templo es un nuevo signo de progreso.”

Finalizando el siglo, y refiriéndose al Chaco santafesino, en carta al Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública recordaba el padre Vicente Caloni que “el templo (...) en esos pueblos, es el centro adonde afluyen todas las nobles aspiraciones de sus habitantes...”.

Edificaron templos para honrar a dios

 Un descendiente de aquellos inmigrantes y sacerdote del clero santafesino nacido en el corazón de la “Pampa Gringa”, el Pbro Domingo Balbiano, testimoniaba que aquellos colonos se habían empeñado en dos cosas: hacer escuelas para que sus hijos se integraran a este suelo y edificar templos para honrar a Dios, fundamentalmente a través de la celebración eucarística. En estas obras pusieron su corazón y con el impulso de Monseñor Gelabert y Crespo hicieron florecer esta tierra antes desierta con templos y capillas, algunas de cuales se mantienen de pie. La historia de cada uno de los pueblos y colonias y los Informes del citado Pastor, nos ilustran en este singular proceso. Para sintetizar, seguiremos a Monseñor Gelabert y Crespo, quien con fecha 04 de febrero de 1873 escribía al Ministro Avellaneda: “...con ocasión de la (Visita) que acabamos de verificar a la Provincia de Santa Fe, hemos tenido que lamentar la falta de templos en la campaña tan poblada hoy (...) con templos más adecuados, nuestras visitas Pastorales serían más provechosas, pero desgraciadamente faltan recursos pecuniarios para levantarlos.”

 Al año siguiente, aunque refiriéndose a la misma visita, el Obispo se dirige al entonces Gobernador de Santa Fe, Dr. Simón de Iriondo, quien ejercía el Vice-Patronato, y en una extensa nota vuelva a escribir la situación observada. En dicha nota, refiere que con ocasión de la visita pastoral tuvo ocasión de conocer personalmente “...la sentida cuanto premiosa necesidad de promover la erección de iglesias o templos en varios departamentos de esta provincia...”.

Es interesante hacer notar que Monseñor Gelabert y Crespo no se detiene en la simple constatación de tan difícil realidad ni se limita a apelar a las autoridades para la solución de este problema, sino como indica al Ministro Avellaneda: “Conseguimos interesar a los vecinos librándoles de sus esfuerzos, sin cejar de ayudarles también nosotros con nuestro pequeño contingente, a pesar de las atenciones que nos agobian”, en tanto al Gobernador comunica “...hemos dispuesto se construyan dichos templos y nombrado las respectivas Comisiones que deberán encargarse de esos trabajos...”

Años antes, 1868, había ya manifestado su preocupación al Ministro Costa por la lentitud del templo en la zona del puerto de Santa Fe, “...cuya necesidad es cada vez más sentida por cuanto la población en aquella localidad crece considerablemente”, y al año siguiente, igual preocupación por el templo parroquial de Rosario, donde su estado mucho no parecía importar en ciudad tan cosmopolita y el proyecto presentado no llenaba sus deseos “...de que la gran ciudad de Rosario tenga un templo no sólo más sus necesidades religiosas, sino también que sea más conforme con su importancia”. El informe del año 1876 al Ministro Leguizamón, refleja la situación inestable que vive la región del Litoral en lo político, lo cual ha retardado hasta la fecha la construcción de templos en varios centros de la provincia y se vuelve a lamentar por las condiciones de la Iglesia Matriz de Rosario. Al año siguiente si bien la situación general por la que atraviesa la Diócesis se mantiene idéntica, no sucede lo mismo con los templos, ya que se había concluido “...la construcción de un templo en la colonia de San Jerónimo en la Provincia de Santa Fe; está ya habilitada para el servicio al Culto la nave principal del templo de la colonia San Carlos, para terminar la parte de ornato exterior en el de la colonia Esperanza, y haberse colocado la piedra fundamental para una iglesia en la nueva colonia “Gessler”.

 Dos años después, Monseñor Gelabert y Crespo comunica que nuevas colonias se suman a las que desean lugares de Culto, colocándose las piedras fundamentales en Francklin y Helvecia, pero lo que más conmueve al Obispo, es el hecho de ver que sus exhortaciones han rendido fruto. Así escribe: “...hemos tenido la satisfacción de funcionar en la Iglesia (de Carmen) del Sauce y Totoras completamente terminadas, y cuya iniciativa tomamos en nuestra anterior visita.”

En 1881, al Ministro Pizarro, le informa que “...en las florecientes colonias de la provincia de Santa Fe se han levantado varias espaciosas capillas sin hacer demasiadas especificaciones, aunque vuelve a insistir en la necesidad de que Rosario contase con un templo adecuado a su importancia.” Al año siguiente manifiesta su satisfacción en poder informar en lo que respecta a la construcción de templos y se detiene en el de Rosario y los arreglos de San Carlos y Esperanza, en tanto que reconociendo la estrechez de la capilla de colonia Pilar señala que está provista de los útiles indispensables y atendida con esmero. Claro está que el Obispo no se contentará con esto, y en su visita Pastoral a Pilar del año 1883, dispone: “...siendo de reconocida necesidad el construir una nueva iglesia o por lo menos dar mayor extensión a la que actualmente existe, en vista de sus reducidas dimensiones para poder contener la multitud considerable de fieles que asisten a ella para cumplir sus deberes religiosos; el Obispo recomienda con el mayor encarecimiento del actual capellán promueva oportunamente la realización de dicha obra por todos los medios a su alcance, ya sea levantando una suscripción mensual, ya sea solicitando del vecindario en determinada época algunos donativos con tal objetivo.”

 Durante el año 1882, los trabajos no disminuyeron, y al parecer, los templos se convertían en una necesidad “...cada vez más sentida y más preciada su importancia”, habiéndose concluido el de Santa Teresa (Totoras), y estando a punto de finalizarse los de Rosario y Cañada de Gómez mientras se continuaban las obras de Gessler. A pesar de la inexistencia de legislación que promueva la construcción de templos y capillas, la estabilización de pueblos y colonias alienta el surgimiento de los mismos. Así puede informar en 1885: “La Iglesia del pueblo Cayastacito se ha terminado, como también la edificada recientemente en la colonia Providencia. En la colonia Emilia se activan los trabajos de construcción de la Iglesia, que tanto reclama su vecindario.”

 En 1885, el panorama se presenta promisorio ya que se concluyen los de Cañada de Gómez, Gessler y Progreso; y a la par pleno de expectativas ya que se colocan las piedras fundamentales en las colonias Susana, Lehmann, San Agustín (segundo templo) y Rafaela. Los años siguientes (1887 – 1888) también son halagüeños ya que “...la construcción de templos sigue en escala ascendente en las tres provincias” y se continúan “...las obras emprendidas, a veces a costa de sacrificios y venciendo dificultades”; y paralelamente “...se inician nuevas iglesias, como centros de futuras ciudades” por lo que como indica el Obispo “...largo sería enumerar una por una todas las obras de este género que se han emprendido y prosiguen.”

 Por cierto que los hechos más destacables serán la inauguración del templo parroquial de Rosario en 1888 y el anuncio de acto similar en Santa Fe, con la Iglesia del Carmen, que “...prestará servicios importantísimos al numeroso vecindario del norte, donde está ubicada.”

 La crisis del ’90, que afectará profundamente la vida económica y social del país, y que en el caso de las colonias tendrá una repercusión más profunda, ya que el Gobierno apelará al impuesto al trigo como único medio de equilibrar cuentas, no detendrá sin embargo este proceso de edificación de templos y capillas. Con fecha 08 de enero de 1892, el Obispo informa al Ministro Balestra: “La edificación de Templos no ha cesado (...) a pesar de la situación precaria que nos agobia. Se lo probará a V.E. el hecho de haberse colocado piedras fundamentales en los pueblos de San Carlos Norte, Matilde, Vila, Crespo, Saguier, Giordani y haberse entregado al servicio del Culto las iglesias de Cavour, Moreno, San Francisco, Eloy Palacios, Angeloni, Villa Casilda y Matilde entre otros tantos.”

 A partir de entonces fue imposible detallar el número de lugares de culto construidos a lo largo y a lo ancho de la provincia, “...que no han cesado un punto”, como informa en 1893. En Rosario se concluyen en 1892 la iglesia de los irlandeses y las de los hospitales de la Caridad e Italiano; lo mismo sucede en Oroño, Díaz, Eustolia, Grutly y otras colonias. También para esa época se comenzaban a distinguir los templos por su capacidad y ornato, considerándose como tales en las colonias, el de San Jorge, San José de la Esquina, San Carlos Norte, San Genaro, Saguier, Zenón Pereyra, Vila y Felicia.

 En virtud de lo anterior, en mayo de 1894 puede informar que “...el culto ha adquirido en el año que acaba de transcurrir (1893) nuevos y hermosos templos, especialmente en las colonias y pueblos agrícolas, que con tanta profusión ve fundarse en la provincia de Santa Fe.” Los templos que se habilitan en esta época son los de Sunchales, Presidente Roca, Cañada de Gómez y Carlos Pellegrini entre otros, debido al esfuerzo de los respectivos vecindarios.

Durante 1894 continúa la construcción de templos en las colonias y los de los centros urbanos de importancia se van embelleciendo, como el de Rosario que merece figurar entre los primeros de Sudamérica y el de Santo Tomé, al que el Obispo le dedicará un cuidado especial. Similar situación se repite en el año 1895, con tantas obras, “...cuyo detalle fatigaría a V.E., además de ser innecesario”, según palabras del Obispo al Ministro. El informe postrero de Monseñor Gelabert y Crespo al Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la Nación, escrito pocos meses antes de su muerte, señala: “La construcción de templos y capillas no han cesado un momento a pesar de las tristes condiciones económicas del presente”.

 Concluye el informe con la descripción de las obras en curso, indicando entre las más notables, la futura Catedral del Obispado de Santa Fe, erigido ya canónicamente por el Santo Padre. Monseñor Gelabert y Crespo creía de verdad que los pueblos que florecían en nuestra campaña, crecerían, y él mismo pudo contemplar que “...las grandes corrientes de inmigración que invaden nuestros campos y (van) poblando el desierto hacen desaparecer los bosques reemplazándolos con doradas mieses y vistosos jardines”, por lo cual con visión de porvenir ordenaba al autorizar la construcción de un templo que se destinara para el mismo media cuadra o al menos un cuarto de manzana y aunque se fabricase sólo una parte del mismo, se hiciese un plano ”...de mayores dimensiones para el futuro...” Y junto con esto, la magnificencia del lugar de Culto, que debe ser “...espacioso y decente, digno de la Majestad del Culto que se tributa a la Divinidad”.

 Al finalizar el siglo XIX, la provincia de Santa Fe contaba con 42 templos parroquiales, 83 pertenecientes a capellanías o lugares habilitados para el culto divino, 52 capillas particulares, todas fruto del trabajo y del aporte de los vecinos, a las que se pueden agregar las que construían comunidades religiosas anexas a sus colegios y obras de caridad.

 Ya en nuestro siglo, Monseñor Boneo fomentará y apoyará la construcción de capillas en los lugares que carecían de los mismos, e instará a la renovación de las antiguas construcciones y en muchos casos al reemplazo por construcciones más sólidas y majestuosas, dando el mismo el ejemplo, con la Basílica de Guadalupe que vendrá a reemplazar la iglesia erigida por el ermitaño Javier de la Rosa.

IV. LAS PRACTICAS RELIGIOSAS

 Otro de los ámbitos en el que la inmigración dejará su impronta será en el de los ejercicios devocionales, ya que a las antiguas prácticas a que eran afectos los habitantes de la región y que habían heredado de España, ellos las enriquecieron con otras, propias de sus regiones de origen. Tal será el impacto que en las primeras décadas de este siglo un Inspector de Parroquias que visita las comunidades del oeste santafesino, señala que los criollos sienten que todo ha cambiado en su vivencia religiosa ya que el cura habla un idioma extraño para ellos y los santos que están en las hornacinas les son muchas veces desconocidos.


Jesucristo y la Virgen María

 La devoción al Sagrado Corazón de Jesús ocupa la centralidad del culto al Señor en la “Pampa Gringa” santafesina, donde su presencia se multiplica por doquier, tanto en los altares de los templos como en los recintos familiares. De la lectura de los inventarios parroquiales se constata esta presencia en San Carlos Centro donde existe “un retablo con la estatua del Sagrado Corazón de Jesús ; en Gálvez, altar e imagen de culto; en Colonia Belgrano, un cuadro, al igual que en Crispi, en Llambi Campbell, una estatua, y lo mismo en María Juana, Humberto Primo, Arauz, San Justo, Sarmiento, Pilar y. En el caso de Rafaela, su capellán en carta al Obispo señala: “Hay aquí un altar hermoso dedicado al deifico Cuore y en el medio se halla colocada un encantadora estatua de madera de porte natural, que lo representa como apareció a Santa Margarita María” .

 Existen también lugares donde los inventarios no registran esta presencia, pero a la vez, en los pueblos que no poseen imagen del Sagrado Corazón, se hacen esfuerzos por adquirirla. Así, el Pbro. Gerónimo Pontorrieri, desde El Trébol, solicita permiso al Obispo en 1901 para “...poder comprar una estatua del Sagrado Corazón de Jesús del valor de $ 150, con dinero que ofrecerán los del Apostolado de la Oración y otros devotos”, en tanto en 1905 el capellán de Sastre informa que la Junta Directiva del Apostolado de la Oración ha determinado conseguir una imagen del Sacratísimo Corazón de Jesús que desea exponer a la pública veneración el día 14 de setiembre, fiesta de la Exaltación de la Cruz. La importancia de este tipo de adquisiciones para la piedad de los fieles, queda reflejada en una nota del Pbro. Francisco de Rojas, capellán de San Agustín, quien dice: “Ya nos vino de Buenos Aires, la primera imagen del Sagrado Corazón de Jesús, que cayendo el día de la Asunción del Señor fue bendecida y colocada en la Iglesia con gran entusiasmo y religiosidad” .

 Durante el mes de junio se celebra el llamado mes del Sagrado Corazón según las normas canónicas, y los primeros viernes del mes, dedicados al culto, se celebra la Misa de “Comunión General”.

Así sucede en Esperanza, Gálvez, Rafaela donde, según informe de su capellán, se celebra la Misa a media mañana, se predica sobre el tema para aumentar la devoción y al final se bendice solemnemente con el Santísimo Sacramento y se canta un himno al Sagrado Corazón. En el caso de Esperanza, además, cada primer domingo del mes por la tarde se dedica a fomentar esta devoción, con pláticas sobre la misma y en San Agustín, se reza una oración en su honor cada domingo. En algunas oportunidades, se hacen celebraciones especiales, como aconteció en Pueblo Casas en el año 1900, donde el 1º de Enero se hizo una consagración de toda la colonia al Sagrado Corazón. En orden a atender y difundir su culto, existen asociaciones, como la “Congregación del Sagrado Corazón” en Gálvez y Rafaela, donde se encuentra también el “Apostolado de la Oración”, que sumados alcanzan 800 socios en 1898. Lo mismo sucede en San Agustín, donde según su capellán, “la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús, Apostolado de la Oración, ha tomado un incremento asombroso (vistas las condiciones y estado de esta pequeña colonia) pues contamos ya con 13 coros de señoras de 15 cada uno, son 200 congregantes y cuatro coros de hombres y más que se apuntarán” .

La importancia de estas asociaciones en vistas a preservar dicho culto queda de manifiesto en una nota del Pbro, Pedro Roselló, quien manifiesta al Obispo: “...deseoso yo de plantar en este pueblo y en un católico espíritu, tan santa devoción, suplico a V.I. el competente permiso para la instalación del Apostolado de la Oración del Sagrado Corazón de Jesús” .

 Ahora bien, no debe pensarse que este culto es solamente una práctica popular, sino que tiene impulso eclesiástico, y está ordenado al crecimiento entre los católicos del amor a la humanidad de Jesucristo y la participación en la Eucaristía. En el caso de la Nueva Diócesis de Santa Fe, se ordena por nota de Vicaría General del 12 de mayo de 1899 que “en todas las Iglesias parroquiales se celebre el mes del Corazón de Jesús consagrándole todos los días del mes de junio” y el Boletín Eclesiástico del 16 de junio de 1901 publica las Letanías del Sagrado Corazón. Dos semanas más tarde, el mismo Boletín publica un artículo donde se lee: “La imagen del Sagrado Corazón de Jesús en las casas, es señal de vida cristiana, es una protesta de amor y de confianza en su divina protección. No es como blasfemamente ha dicho un diario masónico, símbolo del oscurantismo; porque es imagen de Aquel que dijo: Yo soy la luz del mundo, quien anda conmigo no conocerá las tinieblas” .

Tanto en lo público como en lo privado, al punto que en muchas casas ocupaba el lugar del Crucifijo, el Sagrado Corazón es el “culmen” de la devoción de la persona del Señor y por lo tanto de la piedad católica (que siempre es cristológica), lo cual explica que por ejemplo, en 1901, los vecinos de El Trébol, quieran desplazar del nicho central del templo a su patrono San Lorenzo Mártir, para colocar la imagen de Aquél que al decir del Padre Palmieri de Rafaela es el “único refugio en este siglo de impiedad” Cristo crucificado tiene su momento prominente en la Semana Santa, aunque se comienza ya durante la Cuaresma, con el rezo del Vía Crucis.

 En el caso de Esperanza, el Vía Crucis se rezaba tres veces por semana en Cuaresma y durante la novena de las Animas, en tanto en Rafaela sólo los viernes en Cuaresma y del lunes al miércoles en Semana Santa. En San Agustín, el Viernes Santo se llevaba a cabo una procesión por el pueblo con la reliquia de la Santa Cruz También en Rafaela se constata la devoción al Cristo yacente, fundamentalmente el Viernes Santo, donde se realiza una procesión alrededor de la plaza llevando la estatua de Jesús Muerto, concluyendo la misma con el llamado Sermón de Pasión. En menor grado encontramos la devoción al Niño Jesús, cuya imagen aparece en los inventarios de diversas comunidades.

Otra devoción, si bien referida al Cristo Eucarístico, es la denominada de las Cuarenta horas que nacida a inspiración de San Antonio María Zacarías, se divulgó por toda Italia a partir del siglo XVI y fue aprobado en la “Instrucción Clementina” del Papa Clemente VIII. Dicho culto consiste en la adoración de la Eucaristía durante tres días, y de este modo el cristiano cumple con sus deberes para con Jesús Sacramentado: adorar, agradecer, reparar y pedir.

 En Gálvez, esta celebración se realizaba anualmente después de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen, por lo menos desde el año 1894, para lo cual se debía contar con el permiso del Obispo diocesano. En su informe del año 1898 a Monseñor Romero, el capellán de Irigoyen hace la siguiente alusión a este culto: “He instituido también las Santas Cuarenta Horas que por el concurso de los pueblos cercanos, duraron cuatro días, habiendo a disposición 5 confesores y he podido compartir así la comunión con 1.023 personas” .

 Tocante a la secuencia de la celebración, un afiche correspondiente a las “Quaranta Ore” celebradas en Vila en 1915, nos informa: “27, 28 e 29 Giugno 1915

per impetrare la pace fra tutto le genti, e la bendizione di tutti la campagne. Nei suddetti giorni, le funzioni saranno cosi distribuite. Ore 6 a.m. Confessioni. Ore 8.30 a.m. Messa bassa; esposizione del S.S.Sacramento; cantici sacri Ore 10.30 a.m. Messa cantata; predica, bendizione, cantici sacri Ore 1.30 p.m. Confessioni Ore 3 p.m. Vespri solemni; predica, bendizione; cantici sacri. GIORNO 29. Oltre alle menzionate funzioni, vi sará la processioni del S. Cuore di Gesú.

 Sobre estas celebraciones y los frutos que de ellas se obtienen, escribe en 1900 el Pbro. Francisco Comini, capellán de María Juana: “...la Iglesia ha sido transformada en el Paraíso, donde las lágrimas de penitencia se mezclaban con los cánticos de amor a Nuestro Señor Sacramentado. Con una población cosmopolita la comodidad de confesores que conocen diversos idiomas, da un impulso irresistible al sentimiento religioso de los buenos católicos inclinándolos a cumplir gustosos con el precepto”.

 Años después, en 1919, el Pbro. Rinaldi, nos deja el siguiente cuadro de las celebradas en Gálvez: “El domingo 14 se principio a las Santas Cuarenta Horas. El día era esplendoroso, el concurso de gente consolador. La Iglesia repleta. Por la noche del 14 llegó el Rdo. Padre Luis Marcaccini, Párroco de Santa Clara de B.V. que comenzó a confesar. Al lunes muy temprano, nos pusimos al trabajo y confesamos hasta las 10 a.m. El concurso de adoradores era consolador”.

 La devoción a Jesús en la Eucaristía no se agotaba en esta celebración, sino que había otras como nos lo relata el capellán de Rafaela: “Acabada la Misa, exposición del Santísimo con el canto del O Salutaris hostia, etc., con su correspondiente incensación. Delante de su Majestad expuesta se rezan tres pater, ave y gloria, y uno según la intención de los Sumos Pontífices; en seguida se canta el Tantum Ergum, etc., bendición solemne con el Venerable y se concluye la función con el canto del Salmo Laudate Dominum, etc...” .

 Por la tarde, y luego del catecismo a los niños y el rezo del Rosario y el canto de las Vísperas, se continúa con el culto al Santísimo Sacramento, lo que a continuación se describe: “Después de la exposición media del Ssmo., es decir, abro el tabernáculo con el canto O Salutaris incensando por tres veces sin sacarlo afuera. Con el tabernáculo abierto y en compañía de los asistentes rezo en alta voz las oraciones de la buena muerte, 5 pater, Ave, Gloria y Bendito Sea Dios, se canta el Tantum Ergo con su oración y después con el canto de la jaculatoria Vi adoro ogni momento, incienso de nuevo y cierro el tabernáculo” .

 La devoción a la Madre de Dios, tendrá un lugar prominente en el corazón de los fieles, quienes traían sus propias advocaciones marianas veneradas en los pueblos de donde emigraban. Así aparecen la Virgen de Caravaggio, de la Estrella, del Perpetuo Socorro, de Pompeya, de las Gracias, del Consuelo y el Sagrado Corazón de María entre otras.

Sin embargo, ninguna de estas advocaciones logró difundirse por toda la región, en tanto, la antigua advocación de Guadalupe se convirtió en el Centro Mariano por excelencia que congregó a nativos e inmigrantes. En un informe de 1898, el capellán de Esperanza señala que todos los años, los vecinos de esta población hacen una peregrinación a Guadalupe, tradición ésta que por lo menos se remonta a 1895.

 Creada la Diócesis de Santa Fe, el Obispo Monseñor Boneo, propone a la Santa Sede que la patrona y titular de la nueva jurisdicción eclesiástica sea Nuestra Señora de Guadalupe, lo cual es concedido por el Papa León XIII en junio de 1899.

El hecho de que Santa Fe era una provincia donde sus habitantes se dedicaban a las actividades rurales, fundamentalmente agrícolas, determinó que la fiesta se celebrase no el día 12 de diciembre que cae en plena temporada de cosechas, sino en el tercer domingo de Pascua. De este modo, los colonos podían realizar sus trabajos con tranquilidad y a la par aprovechar para cumplir con los preceptos pascuales de confesar y comulgar. A partir de entonces, la convocatoria anual de la peregrinación al Santuario diocesano, será uno de los ejes del catolicismo santafesino.

En el año 1904, el cura de San Justo escribe: “...no faltaron algunos de esta Parroquia que según dicen preparan su viaje para el sábado a Guadalupe”. Años más tarde, en 1911, el padre Matías Crespi envía la siguiente relación al Obispo: “Para afianzar más y más los propósitos de la Santa Misión propuse a los jóvenes de la Colonia visitar el Santuario de la Virgen de Guadalupe y lo recibieron con gran entusiasmo, el 4 salimos de Grutly, en número de más de 50 y el 5 en la capillas de las Hnas. Adoratrices rezamos las oraciones de la mañana, llegamos al Santuario rezando el Santo Rosario y fuimos recibidos por el encargado de la Iglesia con la cruz y el repique de campanas. Recé la Misa en acción de gracias por la lluvia de este año. Luego trasladados al camarín aceptamos todos a la Virgen de Guadalupe por Madre y renovamos las promesas del bautismo y ratificamos los propósitos de la misión” .

 El Boletín Eclesiástico, informa ese año acerca de los peregrinos que desde lejanos puntos afluyen a Santa Fe para esta fecha.

 Así el de 1903 hace referencias a peregrinos venidos de Rosario, El Trébol, San Jorge, San Justo, Venado Tuerto, Casilda, San Genaro, Rafaela, Coronda, Llambi Campbell, San Lorenzo, Santo Tomé, San Carlos Centro, San Gerónimo, Orellanos, San Carlos Norte, Las Rosas, y las lejanas como Reconquista y Avellaneda. Por su parte, el de 1908 señala que: “...muchas colonias como la de San Gerónimo, San Carlos, Susana, Gessler, Rosario, Esperanza, Venado Tuerto, Gálvez, etc, se unieron a Santa Fe en las demostraciones de filial respeto y amor a la Ssma. Virgen”. Cuatro años más tarde, pero en la Revista Eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires, leemos que: “...en un tren expreso llegaron a las 8, más o menos, los de Gálvez, Gessler, San Carlos Centro y Norte, San Gerónimo, Esperanza y Franck. Ha sido suficiente el anuncio simple por medio de programas, la voz de los señores Párrocos y sacerdotes recomendando a los fieles la fecha en que el pueblo de Santa Fe, eleva tributos a su Madre y Patrona el homenaje de su amor casi dos veces secular en su advocación de Guadalupe” .

 En lo referente al culto mariano en general, hay que señalar la práctica del Santo Rosario que en Sunchales se reza los días domingos por la tarde, en Ceres por la noche y en Rafaela los domingos a las cuatro de la tarde, aunque en 1898 se había abandonado la práctica cotidiana en el templo por la escasa concurrencia ya que era de noche.

 Esta práctica era fomentada por la Jerarquía eclesiástica tanto universal como local, lo cual se puede comprobar recorriendo los primeros años del Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Santa Fe.

 El mes de mayo es también importante en el culto a la Madre de Dios, también fomentado eclesialmente y que se realiza con distintas modalidades en las distintas parroquias. Así en Gálvez, todos los días se celebra Misa solemne en honor de la Virgen y en Rafaela la celebración consiste en una meditación, rezo de las letanías y bendición con el Santisímo Sacramento. En El Trébol tiene tanta importancia que el Pbro, Incoronato escribe al secretario del Obispo en 1908: “...me hallo ocupado con el Mes de María”.


Las fiestas patronales

 Estas celebraciones tienen una larga tradición en la historia de la piedad cristiana, que se remonta a la Edad Media, y consiste en cultos especiales algunas veces a Cristo, y mayormente a la Virgen María y los Santos. Este tipo de fiestas se nos presentan como realidades complejas, donde participan y se entremezclan elementos religiosos y profanos o folklóricos y poseen tanta importancia, que cuando en un lugar se carece de ellas, los colonos se dirigen a otras poblaciones, como sucedía con los de Sunchales de la segunda fundación, que por carecer de patrono e Iglesia donde celebrarlo asistían a Grutly, Pilar o Esperanza.

Estos elementos religiosos y profanos aparecen en la crónica de los festejos realizados en honor de Santa Margarita en el año 1889 en el pueblo Estación Gálvez. Al respecto escribe el corresponsal del periódico “La Reforma” de Coronda: “El lunes pasado se celebró aquí con mucho entusiasmo la fiesta de Santa Margarita patrona de este pueblo. Respecto al resultado diré que pocas veces se ha presenciado aquí una fiesta en que reinase mayor entusiasmo. Por la mañana hubo misa solemne y procesión por la tarde a la que asistió numerosísima concurrencia. Por la noche hubo fuegos artificiales. Amenizó la fiesta la Banda de Música de Coronda cedida gentilmente por el Sr. Jefe Político a la petición del subdelegado interino Sr. Esteban Qüesta. El adorno de las calles nada dejó que desear.”

 La fiesta patronal es de gran importancia para la vida de las poblaciones, que si ya resulta difícil aceptar la falta de sacerdote, entre otras cosas porque “el día 28 ocurre la fiesta de San Agustín, por lo que deseamos –dicen- celebrarla con principales a solemnizar las funciones de la nueva Iglesia...”. Años después, el Vicepresidente de la Comisión de Iglesia de Emilia, escribe al Obispo: “En nombre de los buenos católicos de esta colonia y en vista de los grandes sacrificios que han hecho para conseguir el primo cuerpo de la Iglesia que ya están consagrados y considerando como verdaderos cristianos que hoy no tenemos un ministro de Dios que nos representa para conseguir el premio de nuestras alabanzas en el día del Santo Nombre de esta colonia Emilia, siquiera la grandeza y satisfacción con que contamos para el porvenir y el bienestar de nuestras familias pedimos a SS Rev. Quiera mandar para el día 25 del mes actual un sacerdote para glorificar y reverenciar el Santo Nombre que representa esta Colonia”.

 Reclamo similar leemos de los vecinos de Estación Díaz a principios de este siglo en tanto los de Crispi en 1910, escriben al Obispo que verían con agrado se les nombrase un cura, y que de ser posible fuese para antes de la fiesta de la Santa Patrona, Nuestra Señora de la Virgen de la Asunción. El Santo Patrono debía ser elegido mediante voto secreto por todo el pueblo y recibir del clero local, sólo la anuencia respectiva, tal como lo indica el Decreto pertinente de la Sagrada Congregación de Ritos del 13 de marzo de 1630.

En Colonia “Margarita” el 22 de febrero de cada año se celebraba la fiesta de Santa Margarita de Cortona elegida por el pueblo como patrona de la colonia; en Gálvez, una asamblea decidió cambiar la fiesta de Santa Margarita que en ese momento se celebraba el 22 de febrero al 10 de junio y en Esperanza en el año 1863, es el Consejo Municipal, quien por voto secreto elige como patrona a la Virgen María bajo el título de la Natividad. Todos los pueblos y campos colonizados tienen su patrono, aunque como informa en 1899 el capellán de Díaz, “en la de Barrancas no se celebra fiesta de Patrono o titular".

Estos festejos, no pocas veces eran ocasión de prácticas profanas más que religiosas, como sucedió en el año 1913 en Colonia Margarita donde “...tal fiesta se celebraba con espíritu demasiado mundano efectuándose baile en todos los boliches...” y al negarse el cura a llevarla a cabo por caer en Cuaresma, los vecinos celebraron las fiestas puramente populares. En virtud de estos abusos, en el año 1927, Monseñor Boneo publica un edicto “Sobre fiestas Patronales” donde prohibe toda solemnidad exterior en las fiestas patronales u otras de notable concurso del pueblo, toda vez que en ocasión de las mismas se organicen y anuncien baile y otros espectáculos reprobados por la Iglesia.

 Sin embargo, a pesar de las desviaciones que existían en estos festejos, no deben ser juzgadas negativamente, ya que en los lugares donde se realizaban correctamente, producían buenos frutos. Carlos Gavaza de Colonia Belgrano, la carta al Obispo, escribe: “El día 15 de agosto próximo es la fiesta de nuestro patrono San Roque; la cual quedaría reducida a la nada, sin el auxilio de la fiesta religiosa”. Más elocuente aun es la nota del Pbro. Peretti a Monseñor Boneo, a quien dice: “Terminó la Santa Misión con la fiesta de la Patrona del pueblo, Santa Rosa de Lima y con una espléndida e imponente procesión general en que dieron estos fieles gallarda muestra de su fe y religión”.

Devoción a los santos

 El lugar de preminencia, además del patrono, lo ocupaba sin dudas San José, devoción esta no librada al solo concurso de los fieles, sino que como el caso de Sagrado Corazón de Jesús, recibía un fuerte impulso desde la misma cátedra papal, tocaba a los curas párrocos propagar, y en el caso de la curia diocesana de Santa Fe, se reiteraba anualmente que tuviese a bien poner en práctica lo ordenado al respecto. De este modo, además de los ejercicios privados e individuales que los fieles solían en su honor, el mes de marzo era dedicado al santo patriarca, rezándose los ejercicios piadosos propios de este mes a los que se convocaba con doce campanadas y que incluían la predicación y el Santo Rosario.

En Gálvez era considerado antiguo patrono del lugar, celebrándose su fiesta según lo indica la Iglesia (19 de marzo), especialmente en el sector oeste del pueblo y de manera solemne, y también en la Capilla San Ignacio por ser el onomástico del propietario. Con la misma solemnidad se lo celebra en Rafaela y en Sastre en donde es el patrono del pueblo en San Agustín donde se realiza una procesión con su imagen y en Díaz “con novenario, misa solemne, sermón y procesión”.

 En muchos templos nos encontramos con altares a él dedicados, como en Díaz desde 1896, Crispi, Sastre, Casas, San Carlos Centro, Grutly y Llambi Campbell. Numerosas capillas particulares están dedicadas a él, como la de José Blangino en Lehmann, la de José Bongiovanni en Raquel, la de los Hermanos Ronca y la de José Sereno en Ataliva, la de Camilo Raviolo en Sa Pereira y una en Susana cuyo propietario desconocemos.

En orden de importancia le siguen los cultos a San Antonio de Padua y a San Roque difundidos por toda la provincia, donde por lo general tienen sus propios altares como sucede en Zenón Pereyra, Venado Tuerto, Gálvez, San Urbano, San José de la Esquina, Santa Clara de Buena Vista, Ramona, Presidente Roca, Matilde, Las Rosas, Villa Constitución, Cañada Rosquín, Calchaquí, Bigand, Arroyo Seco y San Carlos Norte. Para sus fiestas que se celebran el 13 de junio y el 16 de agosto respectivamente, por lo común se rezaba una novena en la cual se predicaba, y el día del santo se ofrecía la misa en su honor. Estas misas solían ser costeadas por algunos de sus más fervorosos devotos como lo podemos ver en el Libro de Fábrica de Gálvez, donde Antonio Boero abona una misa en honor de San Antonio y en las Cuentas de Fábrica de San Agustín donde vecinos devotos abonan l0$ 30 ch. por una misa a dicho santo. En la fiesta de San Antonio se distribuía pan blanco, pero no sólo como un símbolo, sino como una forma de caridad concreta para con lo más necesitados. Así sucedía en Gálvez, donde además se repartían otros alimentos y en El Trébol donde existía una Comisión, aunque como dice el cura del lugar, en algún momento, el uso que hacían del pan no del todo conforme con sus fines propios

Los cultos a San Roque tenían similares características y encontramos diversas capillas particulares erigidas en su honor como la que Francisco Lorenzatti poseía en Clucellas, o la levantada por los colonos en Campo Iturraspe, la de Antonio Enrico en Cello, las que existían en Humberto Primo y Aráuz, la de la familia Godio en Cavour, la construida por un colono en San Justo, a pesar de las malas cosechas, la de Souto Mayor construida en 1896 y la de la familia Southam en Carlos Pellegrini.

Otros Santos bastante difundidos, aunque no como los anteriores eran, Santa Ana, San Luis Gonzaga, San Grato, patrono del agro, San Chiafredo, el mártir de la legión tebea y San Isidro. Algunos de estos Santos contaban con la respectiva congregación que difundía su culto como la de Santa Ana y la de los “Aloisios” o “Asociación de San Luis Gonzaga”

CONCLUSION

A través de esta extensa exposición hemos querido reflejar de qué modo la Iglesia Católica canalizó las apetencias espirituales de la mayoría de los inmigrantes que se volcaron sobre esta tierra.

Hombres y mujeres que provenían de una historia de miseria y dominación, que dejaron sus valles y sus montañas para forjarse un futuro mejor en el cual ya no tendrían que arrodillarse frente a los poderosos, sino sólo ante la tierra a la que con esfuerzo le arrancaron sus frutos y ante Aquél que, dador de todo bien, experiencia ésta, común a católicos, protestantes y judíos en este ámbito de libertad y progreso que ha sido nuestra provincia.

Así, en el ámbito de esta vasta geografía, se cumplió una vez más el mandato de Jesús, de anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra.


NOTA: Este trabajo se encuentra avalado con fuentes de información que pueden consultarse en las siguientes publicaciones del autor:

+ La Evangelización en la “Pampa Gringa” santafesina. Pautas para un trabajo de investigación, CEMLA , I990.

+ Las practicas religiosas católicas en la “Pampa Gringa” santafesina, l860-I930, Rafaela, Santa Fe, l99l.

+ Atención pastoral y vida cristiana de los colonos de Guadalupe, l860-l930, Santa Fe, l993.

+ Grutly. Dos pueblos, dos capillas, un solo Señor, una sola Iglesia, Santa Fe, l993.

+ El Episcopado de Mons. José María Gelabert y Crespo (l865-l897). Los templos y “El Templo” en la “Pampa Gringa” santafesina, Univ. Católica de Sta Fe, l993.

+ La inmigración y su impacto sobre la estructura eclesiástica (Dpto San Jerónimo), l860-l930, Fundación “E. De Bonis”, Galvez, Santa Fe, l994.

+ La inmigración y su impacto sobre la estructura eclesiástica, l856-l898, ARCHIVUM XVI, Buenos Aires, l994.

+ Las practicas religiosas de la Parroquia de Galvez, Fundación “E. De Bonis”, Galvez, Santa Fe, l994.

+ El catolicismo en Colonia Belgrano. Primeras décadas de su historia, Mimeo, l994.

+ Las Visitas Pastorales de Mons. José María Gelabert y Crespo a las colonias de la “Pampa Gringa “ santafesina, CEMLA, Buenos Aires, l995.

+ Historia de la Parroquia y del templo de la Natividad de la Santísima Virgen. Esperanza (Sta Fe), l921-l996, Esperanza, l996.

+ Las capilllas particulares, CEMLA, Buenos Aires, l999.

+ La nueva Diócesis de Santa Fe y la organización de sus estructuras pastorales (l897-l900), ARCHIVUM XVIII, Buenos Aires, l998.

+ Creación de la Parroquia de San Justo, Santa Fe, l998.

+ Nuestra primera organización parroquial diocesana, Santa Fe, l998

* Miembro de Número de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina.

 Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos de la Provincia de Santa Fe.

 Titular de Historia de la Iglesia en el Seminario Metropolitano de “Nuestra Señora” de Santa Fe.

 ** Conferencia dictada en el Coloquio Internacional ¨ Geografía de las religiones ¨ el Jueves 13 de Mayo de 1999.


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